La Cumbre del Clima, COP 28, en Dubái, ha resultado un fiasco climático. La ambigüedad de la resolución respecto a los combustibles fósiles y pocas acciones concretas representan la hipocresía que frena el abandono definitivo de estos combustibles. Las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático han adoptado un acuerdo cuyos resultados han sido muy insuficientes, con ausencias importantes que pueden permitir incumplimientos graves de lo acordado. Lobbies e intereses creados imposibilitaron llegar a un acuerdo a la altura de la emergencia climática.
La primera en la frente era la Presidencia de la COP 28 ocupada por el Sultán Ahmed Al Jaber que, además de ministro de Industria de Emiratos Árabes Unidos (EAU), es el director general de ADNOC, la petrolera estatal que ha insistido en la estrategia de extraer y usar más combustibles fósiles. La segunda era la reunión en los emiratos, que vulneran severamente los derechos humanos y no tienen instituciones democráticas. La tercera era que solo 15 de los 133 líderes que llegaron a Dubái eran mujeres, lo que evidencia la brecha de género a la hora de abordar la emergencia climática y la cuarta, la presencia de 2.456 lobistas del combustible, cuatro veces más que en la anterior COP.
Se incluyen falsas soluciones, como la energía nuclear, con el peligro de los residuos radiactivos, los combustibles alternativos o la captura de carbono. Esto supone un enorme peligro global y abre la puerta a anteponer los intereses empresariales de las grandes empresas, en lugar de destinar esfuerzos a tecnologías ya demostradas como las energías renovables. Son distracciones para el futuro. Sin un cambio radical del modelo económico global dependiente de los combustibles fósiles, es imposible alcanzar la justicia climática.
La incapacidad de los países del Norte global de facilitar la financiación y las herramientas necesarias para que los países del Sur global sean capaces de optar por modelos de desarrollos alternativos es una losa que impide mayores avances en la lucha climática; por la dependencia de estos países de los combustibles fósiles. Objetivos como el de triplicar las renovables difícilmente podrán dar una respuesta a la emergencia climática si no se basan en la sustitución de los combustibles fósiles y vayan dirigidos especialmente a las comunidades más vulnerables.
¿Cuáles son las consecuencias de no hacer nada, o hacer muy poco, frente a la emergencia climática en una región periférica como la de Murcia? El Ministerio de Transición Ecológica en su Informe de impactos y riesgos derivados del cambio climático en España 1 señalaba que la Región de Murcia es la comunidad autónoma, junto con Baleares y Canarias, que puede tener el peor de los escenarios, con un aumento en la escala anual de temperaturas máximas.
¿Qué significará en la práctica? Pues un aumento de las olas de calor y la temperatura anual. Los períodos de sequias serán más recurrentes y extensos, tendremos menos agua y de peor calidad. Sufriremos más lluvias torrenciales que serán más dañinas y aumentarán las situaciones extremas como las DANA, aunque el volumen total de precipitaciones disminuirá. Se producirá un aumento de otros fenómenos extremos como las intrusiones de polvo sahariano, cuyos periodos aumentarán en número y duración.
El menor régimen de lluvias también en el Mediterráneo Occidental disminuirá el caudal de los ríos y una menor recarga de acuíferos ya de por sí muy sobreexplotados. Las aguas subterráneas serán de menor calidad, debido a la concentración de los contaminantes y además se producirá una intrusión marina en los acuíferos costeros que los salinizará. Esta situación de más calor y evapotranspiración, sumado a los períodos de lluvias torrenciales, acentuará la erosión del suelo.
Las infraestructuras y redes de transporte soportarán daños e impactos significativos. Disminuirá la producción agrofrutícola y se prevé una reducción en la producción de la agricultura de secano. También se generarán impactos sociales severos, así como afecciones sobre la salud pública.
No, no es un futuro distópico promovido por agoreros y profesionales del pesimismo; es un escenario real el que comienza a estar aquí y un futuro que sufrirán nuestros descendientes de una manera más exacerbada. ¿Podemos cambiarlo? Sí, si nuestros poderes públicos actúan con diligencia y promueven otro modelo de desarrollo con medidas concretas que mitiguen las consecuencias de la emergencia climática. Se necesitan también actitudes proactivas de nuestra sociedad civil que promuevan y presionen para realizar estos cambios.