Aunque a nuestros hijos les resulte inconcebible, hubo un tiempo en el que no existía whatsapp, ni teléfonos móviles, ni internet, ni siquiera televisión en colores (como insisten mis hermanos en recordarme). En esa infancia desconectada, los niños íbamos al cole y ese era nuestro mundo, completamente separado del de nuestros padres. Sólo se unían en contadas ocasiones: cumpleaños, fiestas de Navidad o fin de curso o, si tenías mala suerte, cuando el colegio llamaba a tus padres para hablar con la profesora o (y eso sí que era terrible) con el director.
Tus padres no se enteraban si te tirabas de los pelos con una compañera, a no ser que tú se lo contaras. Y el conflicto tenía que resolverse pasando por el colegio porque lo normal era que tus padres y los de la otra niña no se conocieran. Pero ahora, todos están en un grupo de whatsapp. Los grupos han alterado totalmente el funcionamiento de los centros educativos y no sé si los profesores son realmente conscientes de eso.
Esta extensión de los grupos plantea algunas cuestiones negativas:
1. Antes hablábamos del peligro de los rumores en las filas de padres, y ahora con whatsapp se intensifican, se amplían y se dispersan. En teoría, debería ser también más fácil atajarlos, pero en la práctica, el centro escolar no tiene la misma facilidad para llegar a los padres porque, normalmente, ni los profesores ni la dirección tienen presencia en esos grupos de whatsapp. En las redes sociales los agentes que emiten bulos o desinforman están en los mismos canales que los medios de comunicación y las administraciones que pueden contrarrestar esos peligros. Pero los responsables de centros escolares están casi indefensos, ellos sólo pueden responder con circulares (que a veces los niños olvidan o pierden).
2. El grupo de madres de una clase NO es un grupo de amigas. Puede acabar siéndolo, puede que algunas de ellas terminen siendo íntimas, pero a priori son un grupo de desconocidas con las que vas a estar obligada a compartir grupo durante toda la primaria de tu hijo. Si tienes algún problema, si hay falta de respeto o broncas, no sólo creas un conflicto entre padres, también puedes causar un perjuicio grave a los niños.
Por supuesto, tiene más cosas positivas que negativas. En un grupo de whatsapp de madres (para qué vamos a ser políticamente correctos, en estas cosas suelen meterse ellas y solo aparece algún padre si está separado y verdaderamente tiene interés):
1. Se comparte información útil. Siempre hay niños que se enteran mejor que otros de los deberes, y cuando las madres tienen un grupo, los niños no tienen escapatoria.
2. Si la profesora quiere transmitir algo a los padres, basta con que se lo diga a una, y sabe que todas se enterarán inmediatamente de que hace falta crema solar para la excursión, por ejemplo.
3. Para las asociaciones de padres es un recurso increíble. Ya apenas hacemos reuniones. Se habían reducido con la extensión del correo electrónico, pero whatsapp permite que se participe en todas las decisiones en unos pocos minutos y que nos lleguen quejas o sugerencias de padres sin ningún problema. Tenemos un grupo de whatsapp con un delegado de cada clase, y el delegado tiene su propio grupo, con lo que la información circula hacia abajo y hacia arriba sin problemas. Quizá el claustro de profesores tenga que plantearse algo parecido en un futuro cercano.
Y, hay otra utilidad que tengo que confesar que utilizo mucho:
- Mamá, hoy no tengo deberes.
- ¿Seguro?
- Seguro.
Entonces le miro amenazante con el móvil en la mano y digo: - ¿Estás seguro o lo pregunto en el grupo de mamás?
Aunque a nuestros hijos les resulte inconcebible, hubo un tiempo en el que no existía whatsapp, ni teléfonos móviles, ni internet, ni siquiera televisión en colores (como insisten mis hermanos en recordarme). En esa infancia desconectada, los niños íbamos al cole y ese era nuestro mundo, completamente separado del de nuestros padres. Sólo se unían en contadas ocasiones: cumpleaños, fiestas de Navidad o fin de curso o, si tenías mala suerte, cuando el colegio llamaba a tus padres para hablar con la profesora o (y eso sí que era terrible) con el director.
Tus padres no se enteraban si te tirabas de los pelos con una compañera, a no ser que tú se lo contaras. Y el conflicto tenía que resolverse pasando por el colegio porque lo normal era que tus padres y los de la otra niña no se conocieran. Pero ahora, todos están en un grupo de whatsapp. Los grupos han alterado totalmente el funcionamiento de los centros educativos y no sé si los profesores son realmente conscientes de eso.