Igual resulta una perogrullada relacionar que posiblemente en España pagamos una de las facturas eléctricas más caras porque en los consejos de administración de muchas empresas del sector se sientan exgobernantes de la mayor parte de los partidos políticos de este país. Y que hincarle el diente a la gallina de los huevos de oro, esa que obtiene pingües beneficios caídos del cielo, no sería muy conveniente. Vamos a llevarnos bien, dirán.
La lista de personajes que sientan o han sentado sus posaderas en los mullidos sillones de, por ejemplo, Endesa, Naturgy o Iberdrola es apabullante. Y debería producir sonrojo en una sociedad en la que la ética tendría que prevalecer frente a la estética. Expresidentes del Gobierno, como el socialista Felipe González o el conservador José María Aznar, encabezan el listado que completan exministros de los sucesivos gobiernos de uno y otro signo, así como otros antiguos altos cargos, diputados o consejeros autonómicos.
En Endesa han tenido cabida, aparte del mencionado Aznar -estuvo entre 2010 y 2014-, ministros que fueron del PP, como Luis de Guindos o Pío Cabanillas, junto a seres eternos de la política como Rodolfo Martín Villa (UCD y PP) -en activo desde que en los sesenta del pasado siglo fuera nombrado jefe nacional del SEU franquista- o la vicepresidenta con el PSOE, Elena Salgado. También encontramos al popular Manuel Pizarro o al exconvergente y padre de la Constitución, Miquel Roca i Junyent. En Naturgy, antigua Gas Natural Fenosa, hallamos a Felipe González -fichó en 2011 y se marchó en 2014- acompañado de exministros socialistas, como el que fuera vicepresidente de su Gobierno, Narcís Serra, o Cristina Garmendia, mientras otro vicepresidente, Pedro Solbes, se situaba en la compañía Enel. En Iberdrola, otra de las grandes, encontramos al popular Ángel Acebes o al peneuvista Juan María Atutxa, así como al socialista Javier Solana en Acciona o a la también popular Ana Palacio en HC Energía.
Es solo un muestreo de por qué las eléctricas gozan de tan buena salud en España, en especial desde que en 1997 se liberalizó un sector regulado hasta entonces por los sucesivos ejecutivos, que a la postre eran los que establecían los precios. Y es que los datos resultan harto elocuentes: tres de cada diez ministros de los gobiernos de González, Aznar y Zapatero encontraron acomodo en empresas privadas tras su paso por el Ejecutivo, saltando sin rubor alguno del sillón del Consejo de Ministros al de uno de Administración.
“No es tolerable que el imperio de la indecencia domine en la política”, le escuché decir en cierta ocasión al sabio Emilio Lledó. Tras popularizarse el término puerta giratoria para referirse a aquellos políticos que, tras abandonar sus responsabilidades públicas, aterrizan en el campo privado, provocando a menudo conflictos de intereses que suelen repercutir en su propio beneficio frente al colectivo, se acuñó el de camas giratorias para hacer mención a los políticos que incluían a sus parejas sentimentales en significados puestos de libre designación. Pero de tan sibilina cuestión, no menos jugosa que la anterior, ya nos ocuparemos otro día.