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Los enigmas que se lleva ‘Maco’

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Con su desaparición, Ginés Navarro García se ha llevado consigo muchos de los enigmas del urbanismo del siglo XXI en el término municipal de Murcia. Concejal en tres legislaturas, desde 1991 a 2003, Navarro ha muerto este pasado miércoles a punto de cumplir los 73 años. Ostentó la responsabilidad urbanística en la corporación de la capital desde 1999 hasta 2001. Los convenios de la zona norte, en especial lo relacionado con el proyecto Nueva Condomina, y sus reticencias ante esta ambiciosa iniciativa del empresario madrileño Jesús Samper, dieron al traste con una amistad cimentada durante varias décadas con el alcalde Miguel Ángel Cámara. 

Se quejaba Ginés Navarro de que aquel macroproyecto pasó fugazmente por la Gerencia de Urbanismo; que se lo despacharon en apenas diez minutos. Y que nunca hizo buenas migas con el que fuera presidente del Real Murcia. El suelo en el que se construyó el estadio de fútbol y el centro comercial tenía uso industrial; pero en 2000 pasó a ser residencial, algo que muy pocos conocían, pero sí Samper, por lo que se apresuró a firmar un protocolo de intenciones con la corporación municipal. 

Navarro lamentaba que todo aquel procedimiento, y la tramitación posterior, se gestionara directamente desde alcaldía, saltándose el protocolo preceptivo en el departamento que dirigía. Reconoció que fueron varias las ocasiones en las que le comentó a su amigo Cámara que en ese desarrollo urbanístico había demasiadas “cosas raras” que no le gustaban. Y que sus intenciones de sentarse a hablar con el primer edil se vieron truncadas, una y otra vez, por la negativa de este a escuchar sus razonamientos.

Licenciados en Química por la Universidad de Murcia, Ginés Navarro y Miguel Ángel Cámara se conocían desde que ambos estudiaron la carrera a comienzos de la década de los setenta. Cuando en 1995, tras una legislatura en la oposición, el segundo optó con serias posibilidades a la alcaldía de la capital por el PP, no dudó en tener cerca a su amigo y profesor de Química Agrícola. En la siguiente legislatura lo nombró concejal de Urbanismo y en 2001 lo cesó sin contemplaciones ante su postura contraria al convenio de Nueva Condomina. A Navarro no solo le dolió esto. Aún más que su antiguo compañero de estudios le retirara el saludo. Como cuando en el pleno de disolución de la última corporación de la que formó parte, tras las elecciones municipales de 2003, quiso felicitarlo por el renovado triunfo en las urnas y Cámara, indiferente, le dio la espalda.

A comienzos de 2011, Navarro acudió a declarar en calidad de testigo en el denominado caso Umbra. Y ante el juez David Castillejos reconoció que el convenio con Samper le provocaba rechazo, aunque no detalló los motivos. Un informe del fiscal Anticorrupción, Juan Pablo Lozano, dejó claro que fue el alcalde el que impartió las instrucciones necesarias para que saliera adelante el proyecto “incluso en contra de su concejal de Urbanismo”. Prueba del sentido de la lealtad de Navarro, por el que nunca quiso airear en los medios sus discrepancias con Cámara, fue lo que dijo en 2018, de nuevo, en sede judicial: “Los trapos sucios hay que arreglarlos en familia y aunque manifesté varias veces al alcalde que había cosas que no me gustaban, no lo hice en prensa”.

Estos últimos años, Ginés Navarro, Maco para los amigos, los ha vivido alejado del partido y de toda actividad pública. Adelgazó y se refugió en su familia y en la docencia, de la que, probablemente, nunca debió salir. En 2004 obtuvo la cátedra de Química Agrícola, Geología y Edafología en la UMU. A algún allegado le llegó a confesar, no sin dosis de ironía en sus palabras, que igual había sido un político nefasto y un mal gestor. Sin embargo, los que lo conocieron destacan una entre todas sus virtudes: la honradez. Deja mujer y dos hijos. Es posible que, en los próximos días, no se publiquen demasiados obituarios que recuerden a alguien que se lleva con él gran parte de las incógnitas de aquel entramado que muchos consideraron como uno de los mayores pelotazos en la planificación urbanística de la Murcia contemporánea. 

Con su desaparición, Ginés Navarro García se ha llevado consigo muchos de los enigmas del urbanismo del siglo XXI en el término municipal de Murcia. Concejal en tres legislaturas, desde 1991 a 2003, Navarro ha muerto este pasado miércoles a punto de cumplir los 73 años. Ostentó la responsabilidad urbanística en la corporación de la capital desde 1999 hasta 2001. Los convenios de la zona norte, en especial lo relacionado con el proyecto Nueva Condomina, y sus reticencias ante esta ambiciosa iniciativa del empresario madrileño Jesús Samper, dieron al traste con una amistad cimentada durante varias décadas con el alcalde Miguel Ángel Cámara. 

Se quejaba Ginés Navarro de que aquel macroproyecto pasó fugazmente por la Gerencia de Urbanismo; que se lo despacharon en apenas diez minutos. Y que nunca hizo buenas migas con el que fuera presidente del Real Murcia. El suelo en el que se construyó el estadio de fútbol y el centro comercial tenía uso industrial; pero en 2000 pasó a ser residencial, algo que muy pocos conocían, pero sí Samper, por lo que se apresuró a firmar un protocolo de intenciones con la corporación municipal.