Somos ya conscientes desde hace años, y con gran sonrojo para muchos, de que la precariedad laboral está instalada en la Universidad española. Mucho me temo que es imposible erradicarla únicamente desde -y con- las actuales políticas universitarias. Como mucho, desde las universidades podemos estabilizar su crecimiento, pero no disminuirla.
Asociados y 'falsos asociados'
Como consecuencia de los recortes que han sufrido las Universidades públicas durante los años de crisis (limitaciones presupuestarias, techo de gasto y baja tasa de reposición de vacantes, entre otros aspectos), las ineludibles obligaciones docentes han tenido que ser satisfechas recurriendo, abusivamente, a un tipo contractual de profesorado que no estaba pensado para ello: el profesorado asociado.
Cabe recordar a este respecto los cuatro requisitos básicos marcados por la Ley Orgánica de Universidades (LOU), que deben darse para la contratación del profesorado asociado:
- Debe ser especialista de reconocida competencia con actividad profesional acreditada fuera del ámbito académico universitario;
- La finalidad de su contrato es una docencia a través de la cual aporte sus conocimientos y experiencia profesionales;
- El contrato será de carácter temporal y con dedicación a tiempo parcial;
- El contrato será renovable periódicamente, siempre que siga acreditando el ejercicio de la actividad profesional fuera del ámbito académico universitario.
Desgraciadamente, el abuso y desvirtuación de esta figura ha consistido en que personas que no se ajustaban a dicho perfil cubrieran docencia de carácter básico, sin contenidos de carácter profesional o práctico. De esta forma ha surgido una suerte de subgrupo de profesorado asociado, denominado habitual y coloquialmente 'falsos asociados'.
Por ejemplo, asociados tipo serían los profesionales en activo -de la abogacía, enfermería, educación, psicología o ingeniería, entre otros-, que imparten contenidos directamente relacionados con el ejercicio de su actividad profesional, normalmente en asignaturas de últimos cursos de grado o en másteres. Es decir, profesionales cualificados y con experiencia enseñando en las aulas universitarias; para quienes el salario de profesor asociado universitario resulta un complemento, puesto que su fuente principal de ingresos es la propia de su profesión, y además la actividad docente les satisface personalmente o les otorga prestigio en su campo.
Por contra, los 'falsos asociados' tipo serían docentes que no optan u optaron por el ejercicio profesional, sino que en realidad desean -o desearon- incorporarse a la carrera docente universitaria encontrando como única vía posible la de incorporarse a la institución con contratos de profesorado asociado.
Son personas con baja experiencia profesional, e incluso con un ejercicio de la profesión inestable, contratados para impartir asignaturas de todo tipo, incluyendo las de carácter básico de primer curso de grado. Al mismo tiempo, por vocación y por necesidad de aumentar su currículum vitae, realizan la tesis doctoral, participan en proyectos de investigación, en proyectos de innovación docente, etc.
Es decir, profesorado en formación, con currículum vítae de carácter académico e investigador, algunos realmente brillantes, que solo ha podido acceder al sistema como profesorado asociado (lo que se ha ofertado) y aguanta y permanece esperando una oportunidad de promoción que no siempre llega. Además, la docencia es la principal vía de ingresos que tiene, y en no raras ocasiones, la única.
Políticas universitarias
Como decía, el problema no ha sido creado ni fomentado intencionadamente por los equipos rectorales de las distintas universidades, ni porque se hayan dedicado los dineros a otras cosas fútiles. Su origen ha sido los límites presupuestarios y techos de gasto que a las universidades públicas les imponen los poderes ejecutivos nacional y regional (que muchos entendemos como un quebrantamiento de la Autonomía Universitaria, consagrada en la Constitución Española; tema para analizar aparte).
Sin embargo, las universidades tienen la obligación de que los estudiantes puedan ejercer el consagrado derecho a la educación. Por lo tanto, el único resultado posible de esta ecuación ha sido: enseña como puedas.
Es cierto que en los últimos años las universidades públicas han empezado a remontar en financiación y, con ello, a poder implementar políticas de incorporación de este profesorado precario a figuras contractuales estables y mejor remuneradas.
Por ejemplo, y se puede demostrar con datos, la Universidad de Murcia ha sido, dentro del panorama nacional público, una de las que más plazas de figuras de profesorado a tiempo completo y estables ha convocado en los últimos cuatro años (en total unas 150 plazas, de las cuales en torno al 80% han sido ganadas mediante concurso público por profesorado asociado). Y según quien gane las elecciones a Rector de la UMU el próximo 6 de marzo, se mantendrá esta misma línea o derivará a una “solución” distinta (pero esto es también tema para comentar en otro momento).
Tres medidas sine qua non para eliminar la precariedad laboral
sine qua non Desde mi experiencia y conocimiento, estas tres medidas deben llevarse a cabo todas y cada una de ellas por entero y de forma simultánea. Si no, se podrá evitar que siga aumentando la precariedad, pero no disminuir ni finalmente erradicar el problema. Nunca.
- Plan de choque. Convocar prioritariamente plazas de profesorado a tiempo y completo y estable para que el profesorado asociado acreditado por la ANECA, en condiciones de igualdad, mérito y capacidad, tenga la oportunidad de mejorar su situación. Es el momento de invertir en más Ayudantías, Profesorado Ayudante Doctor y Profesorado Contratado Doctor. Además, se deben incorporar ponderadores en los baremos para adaptarse a las peculiaridades de cada área y departamento universitario. Algunos tienen una gran cantera de contratados pre-doctorales (antiguamente conocidos como “becarios”) y otros un gran porcentaje de profesorado asociado.
- Dignificación. Es necesario recuperar la naturaleza real del profesorado asociado. Hay que incrementar el salario para todas las modalidades de contratación de estos docentes, sin distinguir entre subgrupos o dedicación. Además, se les deben reconocer otros aspectos, como la antigüedad o la calidad docente. Todo esto tendrá varios efectos. Por un lado, dignificará la labor que ya desempeñan y mejorará la calidad de las enseñanzas ofrecidas a los estudiantes (profesionales que enseñan su profesión). Por otro lado, esta figura contractual volverá a resultar atractiva para profesionales que, viendo el caos actual, el salario indigno y que igual le ponen a dar clase de algo que no domina, prefiere dedicarse a su profesión sin más (y es comprensible).
- Ayudante (a secas) como vía de entrada en la Universidad*. Dicen que en un cambalache parlamentario de última hora entre PSOE y CiU (¿se acuerdan de CiU?), cuando reformaron la Ley de Universidades, CiU, creyendo que hacían un gran favor al sistema educativo universitario y especialmente al catalán, exigió rebajar la carga docente del Ayudante de 120 horas lectivas anuales a 60. Este hecho puede tildarse -a toro pasado, claro- de 'efecto paradójico' y de 'efecto mariposa' al mismo tiempo. Paradójico, porque las universidades, al no poder asignar apenas docencia al Ayudante, han considerado ineficiente este tipo de plazas y han evitado su convocatoria, y más en tiempo de crisis (recordemos que la prioridad absoluta de la Universidad Pública española, por obligación legal, es la docencia). Y efecto mariposa porque, al no convocarse ese tipo de plazas, que resultaban la entrada natural a la carrera docente universitaria, provocó la precarización de la misma a través de la oferta masiva y descontrolada de asociados, la interrupción de la carrera de los contratados pre-doctorales, la imperiosa necesidad de acreditarse ante la ANECA sin poder acumular experiencia docente, etc. Es decir, un caos monumental. Por lo tanto, para revertir la situación generada por la ocurrencia de CiU, y consentida por el resto del Congreso, es necesario un nuevo cambio de la LOU e incrementar la carga docente máxima del Ayudante (por ejemplo, a 180 horas anuales o a 120 si están con la tesis). Esta figura debe ser de nuevo la vía de entrada natural, por apropiada y digna, en la universidad. Los contratados pre-doctorales y los falsos asociados lo agradecerán.
En definitiva, estas son las tres medidas inequívocas que considero necesarias para enfrentar la precariedad laboral que condena a las universidades públicas, sin excepciones, y acabar así con la situación tan precaria e indigna que acompaña y lacra a nuestro sistema. Lamentablemente, creo que los partidos políticos y grupos parlamentarios, que dicen saber mucho de 'los problemas reales de la gente', no tienen ni idea de las soluciones simples. Tal vez la CRUE lo sepa ver. Que así sea.
Miguel Ángel Pérez Sánchez es profesor titular de la Universidad de Murcia.