He visto a varios españoles en el extranjero denominarse exiliados en vez de emigrantes. Comparar la persecución política-social que hace huir a un exiliado con el desempleo es grotesco. Pero esconde el desencanto de muchas personas que ven la experiencia de salir fuera como una pesadilla en lugar de una oportunidad.
Escuché en España una entrevista a una científica de 26 años a la que habían seleccionado para investigar en una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos. Durante la conversación no se mostró orgullosa de lo que había conseguido ni contenta por haber sido la seleccionada entre más de mil personas. Sólo se quejaba de que en España no podría llevar a cabo esa misma investigación.
A pesar de vivir en la Europa sin fronteras, nos parece horrible salir de nuestro país en busca de experiencias y oportunidades. Sólo se ve bien durante una beca Erasmus, teniendo claro que nos convalidarán todas las asignaturas y que podremos terminar nuestra carrera en el tiempo previsto.
La situación laboral española es un auténtico desastre y salir fuera cuando no es lo que se quiere resulta depresivo. Pero también es cierto que a los españoles nos ha faltado siempre esa curiosidad por saber cómo se vive en otros lugares. Hace tiempo conversé con un empresario sobre este tema. Tras vivir con su mujer e hijas en Bolivia, Singapur e Inglaterra decidió volver a su pueblo natal en Alicante. Es uno de los fundadores de una multinacional que realiza proyectos en todo el mundo. Me dijo que uno de “los mayores obstáculos del desarrollo empresarial de España son las madres”.
Es decir, la familia española quiere que sus hijos vivan cerca mientras que en otros países los hijos se independizan al llegar a la universidad. No hemos sido incitados a descubrir qué hay fuera y ahora nos vemos obligados a hacerlo por un mercado laboral inexistente para los jóvenes.
Miles de españoles han emigrado y volverán con todo lo vivido personal y profesionalmente. Habrán sido testigos de cosas increíbles nunca vistas en España: lugares donde en una entrevista de trabajo no te preguntan si quieres ser madre, personas que salen de la oficina a su hora sin malas caras, empresas preocupadas por formar a sus empleados durante la jornada laboral, procesos selectivos transparentes y condiciones laborales claras desde el primer día de trabajo.
He visto a varios españoles en el extranjero denominarse exiliados en vez de emigrantes. Comparar la persecución política-social que hace huir a un exiliado con el desempleo es grotesco. Pero esconde el desencanto de muchas personas que ven la experiencia de salir fuera como una pesadilla en lugar de una oportunidad.
Escuché en España una entrevista a una científica de 26 años a la que habían seleccionado para investigar en una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos. Durante la conversación no se mostró orgullosa de lo que había conseguido ni contenta por haber sido la seleccionada entre más de mil personas. Sólo se quejaba de que en España no podría llevar a cabo esa misma investigación.