¿Qué cualidad tiene esa flor que nadie gana a hermosura y buen olor pero que si no llevas cuidado al cogerla te acabas clavando su espina? Es lo bueno de la rosa, que no se casa con nadie, te guste o no, la rosa tiene su personalidad y sus ganas y si no sabes cogerla al final te acabas pinchando.
A Rosa la echábamos de menos en las ondas y en las redes, una desafortunada desgracia hizo que durante un tiempo no pudiera florecer, como se sabe en cualquier jardín. Aunque meterse en ellos suponga que la máxima autoridad del asesoramiento regional la llamara ridícula. Pero eso aquí en este invernadero murciano ni se notó -tan acostumbrados estamos al nitrato y al mal olor- que todo pasa desapercibido, como las presiones a ella y otros tantos periodistas que no se censuran, no vaya a ser que durante un tiempo se imponga la dieta del pan y del agua de la publicidad institucional a quien realice la crítica.
La factura que estamos pagando con la crisis del periodismo no es pequeña. La falta de medios y su estado actual hace que algunos periodistas anden buscando otros empleos y digan que ya no compensa dar noticias, que su profesión dejó de ser hace mucho tiempo la más bonita del mundo. Fíjense si habrá dejado de serlo que yo que soy un adicto a las noticias me he pasado Spotify. Lo prefiero. Lo bonito de las noticias era que alguien te contaba lo que no sabías, lo que nadie quería contarte. Hoy, sé de antemano que me van a contar y lo que es peor cómo y para eso prefiero escuchar música y no leer los periódicos porque me conozco la cantinela y esta no mejora, lo que es peor empeora, ahora ni se pueden hacer chistes de según que partido en algunos medios.
En esta Región hay muchas Rosas anónimas, pero también unas pocas conocidas. Rosa era una de las mejores presidentas que ha tenido la Asamblea Regional. Su legado nos hace recordar cuando en la Asamblea se discutían cosas útiles y no imbecilidades para tapar una nefasta gestión educativa: esa que dejó a nuestros hijos con cuatro días de colegio y con las ratios por las nubes. Esa que este año se ha negado a contratar a profesores de refuerzo o bajar las ratios a pesar los 74 millones de euros con el que Gobierno nacional riega a un Gobierno tránsfuga que es incapaz de cuidar las flores más importantes de nuestro rosal, nuestros hijos. Rosa también se llama otra periodista, Belmonte de apellido, que, aunque lejana de mis ideas, la leo con interés porque no se le puede negar ni su inteligencia ni su perspicacia, la última Rosa es Roda, con la que andando y rodando voy llegando al final de este artículo.
En esta Región hay muchos problemas, pero uno de los más importantes es que quien no es sumiso afronta un vendaval de problemas y eso, a la larga, pasa factura. Lo digo como lo siento: la mejor profesión del mundo está en crisis en esta Región, y en todo el mundo, pero aquí la crisis es todavía mayor porque no es económica, es algo menos tangible pero todavía más importante, la credibilidad. Últimamente hay canciones de mi playlist que suenan más a realidad que lo que ahora por sobrevivir me intentan vender desde algunos medios. Pero saben lo que les digo que yo no me pienso rendir, espero que tampoco ustedes, porque como ustedes quiero muchas rosas en mi rosal, que esas no se han de marchitar, porque la vida es larga y al final pone a cada uno en su lugar.
¿Qué cualidad tiene esa flor que nadie gana a hermosura y buen olor pero que si no llevas cuidado al cogerla te acabas clavando su espina? Es lo bueno de la rosa, que no se casa con nadie, te guste o no, la rosa tiene su personalidad y sus ganas y si no sabes cogerla al final te acabas pinchando.
A Rosa la echábamos de menos en las ondas y en las redes, una desafortunada desgracia hizo que durante un tiempo no pudiera florecer, como se sabe en cualquier jardín. Aunque meterse en ellos suponga que la máxima autoridad del asesoramiento regional la llamara ridícula. Pero eso aquí en este invernadero murciano ni se notó -tan acostumbrados estamos al nitrato y al mal olor- que todo pasa desapercibido, como las presiones a ella y otros tantos periodistas que no se censuran, no vaya a ser que durante un tiempo se imponga la dieta del pan y del agua de la publicidad institucional a quien realice la crítica.