¿Se acuerdan de aquella chavala que cruzó dos veces el océano Atlántico en barcos impulsados por energía solar cuando Eolo dormía?
Greta Thunberg se convirtió en un icono para millones de jóvenes. Parecía que había llegado la hora de la verdad y muchos países tomaron nota, entre ellos la Unión Europea, incluida España. Pero al mismo tiempo que Greta tenía seguidores por todo el mundo, los Trump y Bolsonaros arrasaban, no sólo en las elecciones sino también la Amazonía, al tiempo que despreciaban el cambio climático.
Cuando ja joven Greta llegaba a cualquier ciudad la expectación eran incluso desproporcionada: cientos de cámaras se peleaban por una instantánea, hasta te daba un poco de lástima ver en qué podía llegar a convertirse una cría que un día (viernes) decidió no ir al colegio para protestar por el deterioro que estamos causando al planeta Tierra. Imagino que si eso lo hace una niña de Senegal o Camerún nunca hubiera llegado la noticia más allá de la calle o el barrio en el que vive, pero Suecia es Suecia.
Pero apareció la COVID-19: el coronavirus ha conseguido que los mensajes de Greta hayan caído al cajón del olvido en la Región como en tantos otros lugares del mundo, pero aquí el cajón lo hemos cerrado con llave y la hemos tirado al Mar Menor, a ver quién es el guapo que la encuentra.
Lo peor de todo es que mientras la Unión Europea va en una dirección, nosotros hemos cogido la contraria. Mientras unos hablan de emergencia climática, nosotros aprobamos leyes que flexibilizan contaminar hasta un 30 por ciento más. Mientras Europa habla de una Ley para el Cambio Climático que tiene como objetivo la neutralidad energética, es decir que lo que contaminamos quede subsanado por los propios recursos que dispone la Tierra, aquí en este rincón del Sureste español abrimos las puertas de par en par a las empresas contaminantes y le ponemos una alfombra roja si hace falta.
Ojalá a alguien se le ocurra la idea de cómo sacarnos de este rumbo que hemos tomado. El otro día leí en un periódico que una ciudad danesa aspira a que en 2030 sólo circulen por sus calles coches eléctricos. Lo único bueno de esa noticia es que aquí tendremos un mercado de segunda mano de coches contaminantes mucho mayor.
Y es que Greta ya no tiene quien le escriba. Menos desde aquí.
¿Se acuerdan de aquella chavala que cruzó dos veces el océano Atlántico en barcos impulsados por energía solar cuando Eolo dormía?
Greta Thunberg se convirtió en un icono para millones de jóvenes. Parecía que había llegado la hora de la verdad y muchos países tomaron nota, entre ellos la Unión Europea, incluida España. Pero al mismo tiempo que Greta tenía seguidores por todo el mundo, los Trump y Bolsonaros arrasaban, no sólo en las elecciones sino también la Amazonía, al tiempo que despreciaban el cambio climático.