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¿Qué hacer? ¿Se puede?

Sabemos por Bertrand Russell que una doctrina política ampliamente difundida tiene dos clases de causas muy diferentes. Por un lado, hay antecedentes intelectuales, hombres y mujeres que tienen teorías avanzadas, elaboradas o desarrolladas a partir de teorías previas. De otro lado, hay circunstancias políticas y económicas que predisponen a  los ciudadanos a aceptar opiniones que contribuyen a ciertos estados de ánimo. Para que estas doctrinas avancen  es también necesario  el compromiso político, inteligente y decidido, de un grupo organizado para persuadir democráticamente con argumentos en cuya completa validez creen. Además, si estas ideas y estrategias desafían de forma consistente el orden establecido, la tradición  y los privilegios de la oligarquía probablemente provocarán  tal antagonismo que dificulte su éxito al menos en un primer momento.

Hemos asistido a  la maduración necesaria del nuevo pensamiento progresista que se plasma en mi opinión,  alrededor del republicanismo democrático como base del pensamiento capaz de desafiar al neoliberalismo y social-liberalismo. Se ha producido con bastante éxito la necesaria secesión en el campo progresista y en apenas dos años se ha puesto en pie Podemos, una organización dirigida por gente inteligente y decidida, con cientos de miles de inscritos seguidores y varios millones de votantes. Sin embargo, la pútrida corrupción en la que tenemos que vivir nuestros días,  que afecta gravemente al partido del gobierno, al PP,  y la desastrosa situación económica, con el abandono de los servicios públicos y el abandono también de millones de ciudadanos a su suerte hacían urgente y aún más vertiginoso si cabe el ascenso electoral.

Pero nadie dijo que esto fuera a ser fácil. Todo ha sido muy rápido. Es necesario ir definiendo mejor el campo ideológico y  habrá que seguir en mi opinión en la idea de confluencia con los partidos, las organizaciones y los sectores sinceramente progresistas, pero también esto necesita su tiempo. Hay que pensar en los errores tácticos que se hayan podido cometer y en la crítica que hace la vieja socialdemocracia, posible aliada en el futuro, extraordinariamente contrariada por líneas rojas, negativas a pactos incluyendo otras fuerzas y escenificaciones excesivas,  que puede reflejar el estado de ánimo de una parte de electorado.

Finalmente está el miedo. No hemos de  olvidar que Podemos ha venido y en eso está su diferencia y su fuerza,  para cambiar decididamente las cosas. Pero también que la decisión de cambiar las cosas genera temores, alimentados enormemente  por los poderosos adversarios del cambio,  es decir,  el resto de partidos, el poder financiero, sectores de la Iglesia y la industria de la comunicación  y la propaganda principalmente. Estos temores y alguna incertidumbre,  posiblemente hayan alcanzado a parte del electorado de Podemos también.  No hemos de olvidar,  que esta vez sí existe con Podemos una alternativa real de cambio  que amenaza  los intereses de aquellos.

¿Pero, qué hacer ahora?. Pues habrá que hacer lo de siempre, trabajar con alegría. Habrá que ir definiendo cada vez mejor el perfil ideológico, avanzando en el programa del republicanismo democrático de amplia base y que permita también ir avanzando en la confluencia. Un programa basado en los principios de democracia fuerte, redistributiva y participativa, civismo y libertad republicana. Habrá que progresar también en la alianza con todas las fuerzas democráticas al oeste del social-liberalismo, pero esta alianza necesita su tiempo y su ritmo desde  que se hizo la  secesión  en la izquierda,  para afianzarse de forma plena.

Habrá  que evitar, creo yo,  actitudes inútiles que induzcan rechazo o generen incertidumbre. Habrá que sopesar con cuidado los movimientos tácticos y moverse suavemente sin estridencias. Hay que conjurar el miedo con actitudes, con hechos.

Hay que seguir fortaleciendo la organización, favorecer aún más la participación y el debate, el debate político y también el sectorial, que tanto ayuda a ir marcando posiciones ante problemas concretos y mejora el espíritu de los participantes. Más aún, si ven como sus propuestas más elaboradas y sensatas van siendo asumidas por la organización en su conjunto.

En fin, pocas ganas tengo de buscar culpables del parón electoral en Podemos y muchas de dar con las causas reales, corregir los errores y enderezar el rumbo.  Creo que este proyecto de progreso y de cambio puede ser presentado como una combinación de entusiasmo y paciencia que desea  persuadir con argumentos,  a la mayoría social de este país, que necesita su tiempo, pero  que representa un alternativa optimista y real, que parece que finalmente sí podrá.

Sabemos por Bertrand Russell que una doctrina política ampliamente difundida tiene dos clases de causas muy diferentes. Por un lado, hay antecedentes intelectuales, hombres y mujeres que tienen teorías avanzadas, elaboradas o desarrolladas a partir de teorías previas. De otro lado, hay circunstancias políticas y económicas que predisponen a  los ciudadanos a aceptar opiniones que contribuyen a ciertos estados de ánimo. Para que estas doctrinas avancen  es también necesario  el compromiso político, inteligente y decidido, de un grupo organizado para persuadir democráticamente con argumentos en cuya completa validez creen. Además, si estas ideas y estrategias desafían de forma consistente el orden establecido, la tradición  y los privilegios de la oligarquía probablemente provocarán  tal antagonismo que dificulte su éxito al menos en un primer momento.

Hemos asistido a  la maduración necesaria del nuevo pensamiento progresista que se plasma en mi opinión,  alrededor del republicanismo democrático como base del pensamiento capaz de desafiar al neoliberalismo y social-liberalismo. Se ha producido con bastante éxito la necesaria secesión en el campo progresista y en apenas dos años se ha puesto en pie Podemos, una organización dirigida por gente inteligente y decidida, con cientos de miles de inscritos seguidores y varios millones de votantes. Sin embargo, la pútrida corrupción en la que tenemos que vivir nuestros días,  que afecta gravemente al partido del gobierno, al PP,  y la desastrosa situación económica, con el abandono de los servicios públicos y el abandono también de millones de ciudadanos a su suerte hacían urgente y aún más vertiginoso si cabe el ascenso electoral.