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Hojas de ruta

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La firma del protocolo es un paso que necesita impulso. Al protocolo debe acompañarle un convenio, como sucedió con el soterramiento. La cuestión es quién pagará qué y cómo, ya que la deuda de la Comunidad, que probablemente se solventará con la próxima aprobación de los presupuestos, podrá invertir. Sin embargo, el Ayuntamiento, debido a la mala gestión de los tiempos de bonanza, está atenazado, y no sabemos si podrá cumplir su promesa. Este es un proyecto a largo plazo que Murcia necesita resolver cuanto antes, aunque previamente debe mejorar su sistema de transporte público.

Las reversiones en los planes de movilidad, en especial en la carretera de Alcantarilla y, sobre todo, en Teniente Flomesta, han empeorado el transporte urbano. Esto me lleva a una reflexión con dos vertientes: la primera, sobre los conceptos básicos de transporte; la segunda, sobre los motivos de la ausencia de movilizaciones por el transporte público.

El transporte urbano en Murcia es esencial debido a la dispersión de la población, que ha crecido con un urbanismo problemático desde los años 70, aunque este no es el tema central del artículo. El uso del transporte público depende de las frecuencias, la distancia a recorrer y el tiempo invertido. En nuestro caso, las frecuencias se han alargado debido a los cambios, lo que ha reducido el número de trayectos. Los autobuses que antes realizaban hasta ocho circuitos, ahora, debido a las reversiones, solo pueden hacer seis, lo que disminuye las frecuencias y aumenta el número de viajeros, generando un colapso considerable, sobre todo, en las rutas de mayor demanda. Como resultado, el transporte público se ha convertido en un factor de segregación, tanto por renta como por edad.

 Un transporte público deficiente segrega por edad, ya que quienes lo utilizan suelen no tener acceso a un medio de transporte privado o han alcanzado una edad en la que conducir no es una opción viable. También segrega por renta, dado que, en países menos desarrollados, quienes lo usan con más frecuencia son personas de menores ingresos, para quienes es más asequible que un automóvil privado. Esta desigualdad agrava las disparidades económicas y educativas, como han demostrado los economistas. Por un lado, aumenta la presión en las zonas cercanas a los centros de trabajo y educación, lo que repercute en el costo de la vivienda; por otro, incrementa las desigualdades, ya que quienes más necesitan el transporte público en Murcia enfrentan largas distancias, rutas limitadas o un servicio deficiente. Esto impide el desarrollo y no ayuda a construir una sociedad equitativa.

No cabe duda de que la ciudad de Murcia tiene un transporte público deficiente, debido a la falta de planificación, la ausencia de ideas y una política errática que ha echado por tierra lo logrado en la legislatura anterior, cuando se redujeron los precios y se mejoraron las frecuencias mediante la implementación de carriles exclusivos. La reversión de esas políticas, que beneficia a los residentes del centro en detrimento de los trabajadores y estudiantes que vienen de las afueras, ha incrementado los tiempos de desplazamiento y ha llevado al abandono del transporte público por parte de los pocos usuarios que habían decidido dejar el coche en casa tras las mejoras.

A pesar de sus deficiencias, el transporte público no moviliza a la población, aunque sí a sus trabajadores. Esta es una cuestión que merece reflexión, ya que, según las encuestas, el transporte es una de las principales preocupaciones de la ciudadanía, atravesando a diversos sectores sociales. Esto podría explicar la rápida adhesión de la Consejería al protocolo, intentando quizás hacer olvidar el liderazgo del Gobierno central y el papel de una oposición que cumple con la ciudad de Murcia. Sin embargo, no nos ayuda a entender la ausencia de un catalizador general que logre articular una respuesta colectiva, más allá de algunas líneas de acción concretas. ¿Tendremos nosotros un “47” que sirva como articulador de las demandas por un cambio?

La situación es preocupante, ya que el gobierno municipal está obligado, en parte por los altos niveles de contaminación, a desarrollar la Zona de Bajas Emisiones. Nos tememos que será un desastre, a juzgar por los recientes experimentos de un “laboratorio de movilidad”, cuyos integrantes son desconocidos, y por una serie de estudios que parecen necesitar su propio análisis para comprender lo que está sucediendo.

Tenemos un problema: al tranvía le quedan años, ya que primero habrá que luchar por el convenio, luego realizar todos los estudios asociados y las licitaciones, hasta que finalmente se construya. El futuro, gracias a la insistencia de algunos, está más cerca, pero el presente también necesita atención. Deberíamos compatibilizar ambos horizontes, aunque mucho me temo que, como siempre, lo que falta es planificación.

La firma del protocolo es un paso que necesita impulso. Al protocolo debe acompañarle un convenio, como sucedió con el soterramiento. La cuestión es quién pagará qué y cómo, ya que la deuda de la Comunidad, que probablemente se solventará con la próxima aprobación de los presupuestos, podrá invertir. Sin embargo, el Ayuntamiento, debido a la mala gestión de los tiempos de bonanza, está atenazado, y no sabemos si podrá cumplir su promesa. Este es un proyecto a largo plazo que Murcia necesita resolver cuanto antes, aunque previamente debe mejorar su sistema de transporte público.

Las reversiones en los planes de movilidad, en especial en la carretera de Alcantarilla y, sobre todo, en Teniente Flomesta, han empeorado el transporte urbano. Esto me lleva a una reflexión con dos vertientes: la primera, sobre los conceptos básicos de transporte; la segunda, sobre los motivos de la ausencia de movilizaciones por el transporte público.