La precipitada convocatoria electoral del 28 de abril por parte del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aboca a RTVE hacia un impás insufrible. Luego de dilatarse en el tiempo el proceso para poner en marcha y resolver un concurso público de cara a elegir a su presidente –o presidenta– y a los miembros de su Consejo de Administración, este nuevo giro en la política del país tiene todas las trazas de que las intenciones de proceder a seleccionar a los candidatos pueda dormir el sueño de los justos.
Tras la moción de censura a Mariano Rajoy, a finales de mayo de 2018, el Ejecutivo socialista surgido de aquella realizó varios intentos vanos para situar al frente de la corporación a una persona de transición hasta que se resolviera el mencionado concurso. Ni a propósito se podía haber hecho peor. A cada candidato, un problema. Surgían nombres como hongos, unos fruto del globo sonda y otros de la rumorología, no cuajando ninguno por esto o aquello. El pleno del Parlamento se encargó de aniquilar las mínimas posibilidades de que prosperase cualquier nombramiento.
Cerrada toda salida, fue cuando se optó por la figura del Administrador Único Provisional, en este caso, Administradora: Rosa María Mateo. La designada comenzó a realizar los lógicos nombramientos de su equipo directivo, lo que levantó una enorme polvareda, fundamentalmente desde las filas del PP, al calificar los cambios, que años atrás, en 2012, ellos habían ejecutado de un plumazo, sin apenas pestañear, como de “purga estalinista”. Lo que en un principio sonaba a ‘vendetta’ se transformó en un incesante runrún que llegó a impactar de tal forma en las intenciones de los nuevos dirigentes de RTVE, paralizando los relevos y nombramientos en más de una decena de centros territoriales, por ejemplo, quién sabe si acaso prisioneros de un cierto complejo de culpabilidad, difícil de explicar por otra parte. Mientras tanto, los trámites para resolver el concurso público discurrían con la lentitud propia de los movimientos en su desplazamiento del perezoso, animal aún más pausado que la tortuga.
Lo previsible, si el bloque de derechas sumara tras el 28-A, es que se vuelva a la fórmula ya utilizada durante los gobiernos de Rajoy; es decir, designar directamente a un presidente de la corporación RTVE y que una mayoría parlamentaria lo ratifique en el Congreso, así como un consejo compuesto por miembros correspondientes a las cuotas de los partidos, enterrando cualquier atisbo de apertura en ese sentido. Pero si fuese la izquierda la que, juntando sus escaños con los nacionalistas, gobernara de nuevo, tampoco estaría garantizado que la cosa progresara adecuadamente, visto lo ocurrido a lo largo de estos casi nueve meses y por cómo se ha llevado el asunto.
Así las cosas, viendo el escaso interés que ha suscitado entre la clase política lo de arreglar de una vez por todas la cuestión de RTVE, dotándola de independencia, pluralidad, transparencia e imparcialidad, mucho me temo, perteneciendo como pertenezco a la plantilla de esta empresa desde 1984, que seguiremos al albur de los gobernantes de turno, lo que no es nada nuevo en la intrincada historia de la radiotelevisión pública en este país. Sentencia un aserto popular que quien no sabe bailar, suele decir que los tambores no valen para nada. El Diccionario de la RAE otorga a impás las acepciones de ‘callejón sin salida’ o ‘compás de espera’. Y el de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua, el significado cercano a un 'punto muerto'; ese mismo en el que parece encontrarse, desde hace ya demasiado tiempo, RTVE.
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