Gilles Lipovetsky publicó el libro que da título a este artículo para hablar de la moda, un asunto de apariencia fútil, pero profundamente complejo. No en vano nos han convencido de que la moda es low cost y las prendas son de obsolescencia programada, que son un bien de consumo que tiene más que ver con lucirse, aparentar y conseguir estatus que con protegerse del clima, obtener comodidad y durabilidad.
Y todo esto os lo cuento porque además de Vinted, Wallapop y otras plataformas de economía colaborativa -que no cooperativa- ha llegado a España Rent the Runway de Estados Unidos, una nueva startup basada en el alquiler de ropa de marca. Según sus creadores y seguidoras (porque está dirigido a mujeres), este proyecto hace que algunas usuarias puedan acceder a prendas de lujo que, de otra forma, no se podrían costear. Las prendas están valoradas entre 90 y 500 euros, la app funciona previa subscripción (como un nuevo Airbnb de prendas) y la recogida y entrega es a domicilio.
A mí además de smokings, trajes de moros y cristianos o disfraces medievales no se me ocurre nada más de un solo uso en lo que pueda estar interesada en alquilar… Quizás el 'No Logo' de Naomi Klein tenga algo que ver, no lo negaré, y es que no podría estar más de acuerdo en que la tendencia general no es la de vender productos, sino estilos de vida e imágenes asociando la marca al prestigio. Tenemos ejemplos cotidianos de ello en los influencers de Instagram o el 'efecto Rosalia', donde la estética y la supuesta democratización del lujo juegan un papel importante.
Algo que siempre me ha fascinado de la moda y la estética es: ¿por qué se imitan estilos de vida a los que el común de los mortales no pertenecemos y que reproducen valores clasistas, gordófobos, raciales y consumistas? Y es que parece que gastarse mucho dinero en un bolso o una camiseta que reproduzca el logo bien grande de una marca es decirle al resto: “Hey, soy mejor que tú porque puedo tener una prenda de x marca”. Ridículo, ¿no?
Lo curioso es que en este momento en el que la sostenibilidad es un valor en alza, el proyecto se vende como economía circular y consumo responsable porque “las prendas se pueden usar hasta el final de su vida útil”: ¿acaso las que tenemos en el armario no? ¿qué ocurre si deja de estar de moda esa prenda y nadie la alquila? Esta “innovación” lleva años llevándose a cabo en tiendas de segunda mano y ONG.
La industria de la moda es, según la ONU, la responsable de producir el 20% de las aguas residuales mundiales y el 10% de las emisiones de dióxido de carbono. El Banco Mundial reafirma estas informaciones, por lo que ¿mover ropa de un lugar a otro para su alquiler no aumenta las emisiones de CO2? Esto sin entrar en la variable social y las condiciones laborales de cada uno de los eslabones del proceso.
Como vemos la moda sigue dependiendo de la diferenciación de la mayoría, aunque paradójicamente homogeneiza a la población; ese imperio de lo efímero en el que nunca hay que confundir estética con personalidad.
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