La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha puesto en evidencia, una vez más, la alta dependencia de la UE del gas ruso. Si la Europa de los 27 es el principal importador de gas del mundo (el consumo anual ronda los 500.000 millones de metros cúbicos), el 45 por ciento de ese gas proviene de las reservas rusas. A su vez, el 85 por ciento de las exportaciones de gas de Rusia van a parar a los países de la UE. Mientras que Alemania depende en gran medida del combustible ruso, ya que la mitad del gas y del petróleo que consume proviene del gigante euroasiático, en España, sin embargo, sólo el 8'6 por ciento del gas que consumimos proviene de Rusia. El resto lo hace de Argelia -23 por ciento-, Estados Unidos -21'3 por ciento- y Omán o Egipto -11'9 por ciento-.
Esta situación ha empujado a la UE, a través de la AIE (Agencia Internacional de la Energía), a plantearse una serie de medidas para disminuir la dependencia europea del gas ruso. Éstas se han traducido en 10 medidas, que van desde algunas a tomar por los estados, como no firmar ningún nuevo contrato de suministro de gas natural con Rusia, sustituyéndolo por otros países como Estados Unidos, Azerbaiyán, Catar y Argelia, acelerar el despliegue de nuevos proyectos eólicos y solares, a la vez que se potencie la generación de electricidad mediante la bioenergía y la nuclear o aplicar impuestos a corto plazo por los beneficios imprevistos de las eléctricas, hasta otras medidas aplicables por las instituciones locales, como acelerar las mejoras de eficiencia energética en los edificios y en la industria, así como diversificar y descarbonizar las fuentes de generación de electricidad. Por último, se prevén recomendaciones a la ciudadanía, como pedir a los consumidores el cambio de calderas de gas por bombas de calor y que reduzcan en un grado centígrado el termostato de sus calefacciones. Con todo ello, se propone un ahorro en un 30 por ciento de las importaciones de gas natural proveniente de Rusia.
De estas medidas, la más criticable es la consideración de la energía nuclear y el gas natural como energías “verdes” para hacer frente a la crisis energética, previendo potenciarlos facilitando la concesión de subvenciones europeas destinadas a las energías renovables,. Las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) por la combustión del gas y la no despreciable cantidad de las mismas por el uso de la energía nuclear (principalmente por la extracción, tratamiento y transporte del principal combustible nuclear, el uranio enriquecido), hacen que la consideración de estas fuentes de energía “sucia” como “verde” parezca una broma de mal gusto.
La reducción del consumo de energía debe ser otro aspecto a tener en cuenta. La UE tiene previsto, para ello, una serie de medidas, aprobadas el pasado mes de julio, dentro del programa “Cumplir con el Pacto Verde”, consistentes en reducir el consumo de energía primaria (es decir, todas las fuentes de energía naturales en su forma original e inalterada) en un 39 por ciento de aquí al 2030. Esto supone la obligación de los Estados miembros de lograr ahorros anuales de energía en el consumo final del orden del 1'5 por ciento. ¿Seremos capaces de ello? Veremos.
Pero un asunto que debe ser resuelto de forma inmediata es la modificación del sistema de subasta de la energía, aquella por la cual los consumidores pagamos la energía al precio de la fuente más cara, que es precisamente el gas natural, lo que encarece desmesuradamente el precio de lo que pagamos en la factura, inflada de forma artificial, y que sólo beneficia a las grandes compañías eléctricas.
Es preciso ir disminuyendo nuestras dependencia de los combustibles fósiles, acelerando la implementación del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030, que define los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, de penetración de energías renovables y de eficiencia energética en nuestro país, así como poner en marcha la Hoja de Ruta del Autoconsumo, presentada en diciembre de 2021. La crisis energética que arrastramos desde hace meses, agravada de forma dramática por la invasión de Ucrania, puede y debe ser la motivación para emprender de una vez por todas la ansiada transición ecológica de la economía, para disminuir nuestra dependencia energética de terceros países al tiempo que se lucha contra ese enemigo que, debido a la grave situación bélica que estamos viviendo, ha pasado a un segundo plano, el cambio climático.
La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha puesto en evidencia, una vez más, la alta dependencia de la UE del gas ruso. Si la Europa de los 27 es el principal importador de gas del mundo (el consumo anual ronda los 500.000 millones de metros cúbicos), el 45 por ciento de ese gas proviene de las reservas rusas. A su vez, el 85 por ciento de las exportaciones de gas de Rusia van a parar a los países de la UE. Mientras que Alemania depende en gran medida del combustible ruso, ya que la mitad del gas y del petróleo que consume proviene del gigante euroasiático, en España, sin embargo, sólo el 8'6 por ciento del gas que consumimos proviene de Rusia. El resto lo hace de Argelia -23 por ciento-, Estados Unidos -21'3 por ciento- y Omán o Egipto -11'9 por ciento-.
Esta situación ha empujado a la UE, a través de la AIE (Agencia Internacional de la Energía), a plantearse una serie de medidas para disminuir la dependencia europea del gas ruso. Éstas se han traducido en 10 medidas, que van desde algunas a tomar por los estados, como no firmar ningún nuevo contrato de suministro de gas natural con Rusia, sustituyéndolo por otros países como Estados Unidos, Azerbaiyán, Catar y Argelia, acelerar el despliegue de nuevos proyectos eólicos y solares, a la vez que se potencie la generación de electricidad mediante la bioenergía y la nuclear o aplicar impuestos a corto plazo por los beneficios imprevistos de las eléctricas, hasta otras medidas aplicables por las instituciones locales, como acelerar las mejoras de eficiencia energética en los edificios y en la industria, así como diversificar y descarbonizar las fuentes de generación de electricidad. Por último, se prevén recomendaciones a la ciudadanía, como pedir a los consumidores el cambio de calderas de gas por bombas de calor y que reduzcan en un grado centígrado el termostato de sus calefacciones. Con todo ello, se propone un ahorro en un 30 por ciento de las importaciones de gas natural proveniente de Rusia.