El sindicato Comisiones Obreras presentó el pasado viernes el 'Análisis de las condiciones sociolaborales de las mujeres', en el que se ponía de manifiesto la preocupante brecha salarial que existe entre hombres y mujeres. En concreto, los números principales de ese informe arrojaban que, frente a los 25.227 € del sueldo masculino, las mujeres cobraban 20.007 € -es decir, 5.220 € menos-. Pero el dato más preocupante es que, con respecto al año anterior, la diferencia salarial entre ambos sexos había aumentado un 1% -situándose en un 26%-. En la Región de Murcia, en lugar de producirse un proceso de convergencia entre las condiciones laborales de hombres y mujeres, nos encontramos ante una dinámica divergente, en virtud de la cual la desigualdad se amplía y se torna más dramática. Esta circunstancia -lejos de resultar puntual y anecdótica- resulta lo suficientemente paradigmática de la realidad socio-cultural de un contexto llamado Región de Murcia como para orillarla u otorgarle un carácter secundario.
En rigor, su análisis se ha de efectuar a partir de dos factores: de un lado, el de la intensificación de la desigualdad entre géneros en una comunidad autónoma como la nuestra; y, de otro, el del negacionismo de una parte importante de la población ante una realidad tan evidente y objetiva como la descrita por el informe de CC.OO.
En cuanto al primer punto señalado -la intensificación de la desigualdad entre sexos-, hay que partir de un hecho claro: la Región de Murcia atraviesa un periodo regresivo y reaccionario. Desde luego, no es específico de ella -se trata de un síntoma global-. Pero el factor relativo a ella es que esta tendencia regresiva global se acentúa en su traslación a la realidad local. ¿Por qué? La respuesta, aunque exige sus muchos matices, parece evidente: la mentalidad hegemónica de una población que se desliza peligrosamente desde el conservadurismo tradicional hasta posiciones abiertamente regresivas. El hecho de que esta fuera la primera comunidad autónoma de España en la que Vox cosechó un triunfo electoral es mucho más que una anécdota y un mal sueño pasajero.
En la Región de Murcia, el mayoritario electorado del centro-derecha -que abarca un 60% del total- se ha ido arrimando cada vez más hacia el extremo determinado por Vox. Muchos de los votantes del PP siguen respaldando a este partido por superstición o fetichismo cultural, no porque determine un contraste con el pensamiento ultra de la extremaderecha. Por desgracia, y en líneas generales, la sociedad murciana de derechas ha tendido a minorizar la distancia entre el ideario de PP y Vox, hasta el punto de que, para un gran porcentaje, resulte casi inapreciable. Esto naturalmente supone que el rechazo hacia las políticas de género es mayoritario en la Región de Murcia, y que datos demoledores como los arrojados por el análisis de CCOO se explican por el negacionismo de una parte representativa de la sociedad con respecto a la desigualdad cultural entre hombres y mujeres.
Y he aquí cuando interviene el segundo de los factores apuntados arriba -el del negacionismo de la brecha salarial entre ambos sexos-. Para la ultraderecha y buena parte de la derecha, la relación entre hombres y mujeres se desarrolla por factores naturales y no culturales. Quiere esto decir que, de la misma manera que no existe una especificidad llamada 'violencia machista' –'la violencia es violencia', reza el mantra de Vox-, tampoco existe una desigualdad cultural determinada por condicionamientos culturales. En su estulticia argumental, los ultramontanos llegan a argumentar que tal diferencia es falsa, en la medida en que se toma el total de los salarios de hombres y mujeres, sin introducir el factor relativizador de que hay más hombres que mujeres en puestos de privilegio, y, por tanto, gozan de una remuneración mayor.
Pero -añaden- si comparamos el sueldo de un hombre y una mujer en un idéntico puesto, la diferencia es inexistente. Alucinante. Por una parte, se asume la mayor presencia masculina en puestos de responsabilidad para por otra, y a continuación, restarle importancia a esta circunstancia bajo el criterio de que se trata de una regulación natural del mercado. Es decir: si hay nueve hombres y una mujer en puestos ejecutivos y de responsabilidad, no existe discriminación porque los diez ganan lo mismo. Y con eso se legitima y perpetúa la violencia laboral de la sociedad patriarcal. Fin.
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