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Jaque al arbolado

Con agosticidad y alevosía se talaron hace unos días dos ejemplares de jacarandas, por iniciativa del Ayuntamiento, en la ciudad de Murcia, ante la mirada impotente y la indignación de los vecinos, que veían cómo árboles que estaban ahí desde hace décadas, proveyendo de sombra y de un entorno verde al barrio, eran arrancados del suelo sin piedad, aduciendo que existía “un riesgo de caída de ramas”. Esa tala no es la única que se ha realizado en nuestra región. Recientemente, la oposición en el ayuntamiento de Cartagena denunciaba la “desastrosa” política de talas indiscriminadas en ese municipio. Otro tanto ocurría en Lorca el año pasado, con la tala de una treintena de árboles de gran porte en el centro de la ciudad, también denunciada por los partidos en la oposición y los grupos ecologistas.

Aunque se alegan razones de enfermedades de los árboles, no es la primera vez que se observa que, junto a algún ejemplar que sí puede sufrir problemas, muchos de los árboles talados están en perfectas condiciones de salud, y que decenas de árboles sanos son eliminados junto a otros enfermos, siendo sustituidos mayoritariamente por naranjos de pequeño porte (en Murcia hay más de 15.000 ejemplares de naranjos que producen anualmente 640 toneladas de naranjas bordes no comestibles y que le dan un aspecto ajardinado y poco natural a las calles). Comprobamos año tras año cómo el arbolado de nuestras calles y plazas son sustituidos por terrazas de bares y restaurantes que se extienden como hongos, ocupando el espacio público hasta tal punto que se le hace difícil al transeúnte pasar, en algunos casos, entre las mesas y sillas. Además, las nuevas plazoletas que crecen junto a los edificios de nueva construcción suelen carecer de arbolado, siendo meros espacios enlosados sin vida.

A pesar del anuncio, por parte del alcalde de Murcia, José Ballesta, del Plan Foresta 2030, por el que se prevé la plantación de 100.000 árboles en 10 años, el 50% de esos ejemplares se destinarán a su proyecto estrella, Murcia Río, es decir, a una superficie muy pequeña en relación al total del municipio. Ese plan contrasta, sin embargo, con el afán arboricida del consistorio murciano (y de otros ayuntamientos), que no dudan en privar de arbolado a calles enteras.

La desaparición de árboles monumentales es otra lacra en la Región de Murcia. En los últimos meses han sido talados dos de ellos, un almez en Blanca y el llamado “fresno de Los Tapones”, en Cieza. Recordemos que se denominan árboles monumentales aquellos ejemplares y conjuntos arbóreos que por sus características excepcionales de edad, porte u otro tipo de acontecimientos históricos, culturales, científicos, paisajísticos, de recreo o ambientales sean merecedores de medidas de protección y conservación específica. En nuestra región hay catalogados 324 árboles de ese tipo, muchos de ellos en mal estado. Desde el año 2000 hasta la actualidad, más de 40 árboles monumentales han muerto por causas debidas a la acción del ser humano.

Sin embargo, los árboles son unos perfectos aliados para luchar contra el cambio climático. Está demostrado que en las zonas con un arbolado bien desarrollado y con las especies adecuadas, la temperatura de las ciudades desciende entre un 20% y un 40%, pudiendo reducirla ente 2º y 8ºC, disminuyendo la necesidad de usar aires acondicionados que calientan aún más el ambiente. Además, son captadores de CO2, hasta 150 kg/año por cada ejemplar, y productores de oxígeno y proveen refugio para muchas especies animales como gorriones, autillos, mariposas, etc.

Una ciudad que mantenga en buenas condiciones a su arbolado, sobre todo los de gran porte, sin tener que llegar al extremo de talarlos por falta de cuidados, y que, lejos de disminuir la superficie plantada, aumente las zonas verdes con especies de árboles autóctonos como olivos, cipreses, algarrobos, granados, moreras…, es una ciudad que previene los efectos del cambio climático al tiempo que crea un entorno agradable para sus habitantes. La oposición de los vecinos y vecinas a esas talas indiscriminadas demuestra que es un tema crucial que no debe ser tomado a la ligera por las instituciones.

Con agosticidad y alevosía se talaron hace unos días dos ejemplares de jacarandas, por iniciativa del Ayuntamiento, en la ciudad de Murcia, ante la mirada impotente y la indignación de los vecinos, que veían cómo árboles que estaban ahí desde hace décadas, proveyendo de sombra y de un entorno verde al barrio, eran arrancados del suelo sin piedad, aduciendo que existía “un riesgo de caída de ramas”. Esa tala no es la única que se ha realizado en nuestra región. Recientemente, la oposición en el ayuntamiento de Cartagena denunciaba la “desastrosa” política de talas indiscriminadas en ese municipio. Otro tanto ocurría en Lorca el año pasado, con la tala de una treintena de árboles de gran porte en el centro de la ciudad, también denunciada por los partidos en la oposición y los grupos ecologistas.

Aunque se alegan razones de enfermedades de los árboles, no es la primera vez que se observa que, junto a algún ejemplar que sí puede sufrir problemas, muchos de los árboles talados están en perfectas condiciones de salud, y que decenas de árboles sanos son eliminados junto a otros enfermos, siendo sustituidos mayoritariamente por naranjos de pequeño porte (en Murcia hay más de 15.000 ejemplares de naranjos que producen anualmente 640 toneladas de naranjas bordes no comestibles y que le dan un aspecto ajardinado y poco natural a las calles). Comprobamos año tras año cómo el arbolado de nuestras calles y plazas son sustituidos por terrazas de bares y restaurantes que se extienden como hongos, ocupando el espacio público hasta tal punto que se le hace difícil al transeúnte pasar, en algunos casos, entre las mesas y sillas. Además, las nuevas plazoletas que crecen junto a los edificios de nueva construcción suelen carecer de arbolado, siendo meros espacios enlosados sin vida.