Tras la victoria de Vox en las pasadas generales en la Región de Murcia, la última encuesta del CEMOP confirma la sensación de que buena parte del electorado murciano vive una deriva reaccionaria. Dicha encuesta señala que un 20% de la población es favorable a terminar con las autonomías (a pesar de ser algo tan inconstitucional como la secesión catalana) y un 46% opta por mantenerlas, pero devolviendo las competencias en educación y sanidad. Malos tiempos para el autonomismo.
Estamos ante la expresión de una realidad que viene gestándose desde hace décadas, fruto de la preponderancia del discurso conservador en nuestra sociedad, algo que no es nuevo, basta recordar el 58% de votos obtenido por Valcárcel en 2007 o los ocho diputados de diez que se llevó el PP murciano en las generales de 2011. Pero una cosa es que haya una innegable hegemonía de derechas, que en la Región de Murcia dio comienzo en 1995, y otra que se imponga un discurso abiertamente reaccionario, situaciones ambas entre las que no existe una correlación automática por mucho que Vox sea una evidente escisión del electorado popular. Un buen ejemplo al respecto es Galicia, donde el partido ultraderechista no ha cosechado éxito alguno a pesar de ser una comunidad igualmente conservadora. Entonces, ¿por qué en la Región de Murcia sí se ha producido?
Ya apuntamos en otro artículo publicado en este mismo diario la importancia que en ello tiene el modelo económico murciano, con el papel fundamental de una agroindustria explotadora tanto de mano de obra inmigrante como de recursos naturales (algo que no se da en Galicia), así como también la experiencia de 24 años de valcarcelismo, tan distintos a los del PP gallego. Y es que durante este periodo se ha promovido en nuestra tierra una conciencia regional muy poco elaborada, en donde, al mismo tiempo que se afirmaba una superficial “murcianía” –más retórica que real-, en la práctica, la divulgación de nuestra historia, cultura o patrimonio común era poco menos que ciencia ficción (siendo algo prácticamente desconocido para amplias capas de la sociedad), optando incluso por torpedear la confianza en el propio Estado de las autonomías por mero electoralismo, explotando las supuestas cesiones a Cataluña cada vez que podían, como con la conocida campaña del Agua Para Todos. De esta manera, la defensa de los intereses de los murcianos no se ha vehiculado a través del ejercicio de nuestro derecho constitucional a la autonomía político-administrativa y la valoración del hecho autonómico, que hubiera sido lo lógico, sino incidiendo en una crítica a las mismas autonomías, identificando los intereses de la Región de Murcia con los de una determinada idea de España, como si fueran la misma cosa, lo cual ha traído consecuencias evidentes.
Quizás Valcárcel sabía muy bien lo que se hacía, ya que una población más pendiente de España que de lo local, más interesada por las ocurrencias de Carod-Rovira en Cataluña que por lo que Antonio Cerdá perpetraba con nuestro Mar Menor, es campo abonado para conseguir un electorado al que le interesa poco la política cercana, y en consecuencia, se muestra acrítico con la gestión de San Esteban (por puro desconocimiento), consiguiendo reelecciones con facilidad en conjunción con las efectivas redes clientelares.
Pero tampoco nos engañemos, una cosa es que el PP valcarceliano haya moldeado una conciencia regional superficial y muy conectada con un españolismo antiautonómico, y otra que no exista una conciencia regional o que ésta no haya existido nunca, explicación a la que muchos analistas se abonan machaconamente, olvidando tanto la memoria del poderoso federalismo murciano de otros tiempos como los datos de diversas encuestas al respecto. Y es que el CIS de 2015 así como el propio CEMOP de 2018 señalan que una inmensa mayoría de la población se siente tan murciana como española (un 83%), existiendo incluso más población que se considera “sólo española” en Aragón (un 16%) o en la Comunidad Valenciana (un 21%) que en la Región de Murcia (un 8,8%), sentimiento éste mucho más conectado con el nacionalismo español.
Esto evidencia que se puede contar con un sentimiento de pertenencia regional y al mismo tiempo estar en contra de las autonomías, al no ser elementos incompatibles si esa identidad regional es del tipo de la que el PP murciano ha promovido irresponsablemente durante más de dos décadas y media.
Tras la victoria de Vox en las pasadas generales en la Región de Murcia, la última encuesta del CEMOP confirma la sensación de que buena parte del electorado murciano vive una deriva reaccionaria. Dicha encuesta señala que un 20% de la población es favorable a terminar con las autonomías (a pesar de ser algo tan inconstitucional como la secesión catalana) y un 46% opta por mantenerlas, pero devolviendo las competencias en educación y sanidad. Malos tiempos para el autonomismo.
Estamos ante la expresión de una realidad que viene gestándose desde hace décadas, fruto de la preponderancia del discurso conservador en nuestra sociedad, algo que no es nuevo, basta recordar el 58% de votos obtenido por Valcárcel en 2007 o los ocho diputados de diez que se llevó el PP murciano en las generales de 2011. Pero una cosa es que haya una innegable hegemonía de derechas, que en la Región de Murcia dio comienzo en 1995, y otra que se imponga un discurso abiertamente reaccionario, situaciones ambas entre las que no existe una correlación automática por mucho que Vox sea una evidente escisión del electorado popular. Un buen ejemplo al respecto es Galicia, donde el partido ultraderechista no ha cosechado éxito alguno a pesar de ser una comunidad igualmente conservadora. Entonces, ¿por qué en la Región de Murcia sí se ha producido?