Este 9 de junio es el día de la Región de Murcia y de nuevo las Marchas por la Dignidad y el Plan de Choque Social convocan a manifestarse porque otra región es posible y necesaria.
Se trata de soñar una Región donde las condiciones sociales y económicas permitan vivir con dignidad, donde podamos saborear la vida sin amenazas y sin miedo al futuro, porque tendremos la seguridad que si pasamos momentos de dificultad vamos a recibir esa solidaridad justa y llena de ternura a la misma vez.
Se trata de soñar una Región de humanidad que sea la suma de la justicia social, la libertad como realización personal y la fraternidad, que es el encuentro de personas que son diversas y diferentes, al tiempo que vivimos en unidad y comunión porque nadie es mejor que nadie. En la diversidad y en la diferencia aprendemos que la vida está llena de matices y de colores que hace que las personas podamos aprender desde el conocimiento y el abrazo.
Se trata de soñar para que crear lo que se ha llamado la cuidadanía. El ser humano es vulnerable, interdependiente y ecodependiente y, por tanto, se pone en el centro de esta nueva configuración social la vulnerabilidad y los cuidados y todo lo demás debe girar alrededor de esto: el trabajo, la política, la sanidad, la educación, la sanidad, el ocio, la educación, la economía etc. Se trata de poner los cuidados en el centro de todas las relaciones sociales, laborales, políticas y económicas. Es un modelo que pone el acento en los lazos que nos vinculan entre las personas y con la naturaleza. Es un modelo que dice que somos vulnerables, pero no debemos ser vulnerados; es una modelo que dice que somos frágiles, pero no debemos tener vidas precarias. En definitiva, no sobrevivimos sin los cuidados de los demás. Queremos soñar una Región desde la cuidadanía.
Los sueños tienen sus pesadillas, en este caso, son el odio al diferente, a quien tiene otra nacionalidad; las personas que tienen un trabajo precario, las que está ahogadas en la economía sumergida. Son las pesadillas de esas personas mayores que sienten que son apartados de la vida y que no reciben las ayudas de la dependencia. Son las pesadillas que reflejan la destrucción del Mar Menor, del poco cuidado a la naturaleza. Son las pesadillas que vemos una sanidad pública cada vez más deteriorada y una educación pública que se pretende convertir en gueto. Son las pesadillas que ven a mujeres violentadas por la violencia machista y por la discriminación en todos los ámbitos. Son las pesadillas que ven cómo miles de familias sufren desahucios y sin alternativa habitacional. Son pesadillas que ven cómo hay pobreza, como hay un 25% de desnutrición infantil. Podemos añadir alguna más.
Pero, hay una pesadilla más: ese pueblo que se resigna, se hace sumiso y apoya a quien les deja sin futuro porque piensa que no podemos soñar y que hay que conformarse y echamos la culpa de todo a personas más débiles que nosotros, incluso llegando a criminalizarlas, cuando las causas están en la codicia y la avaricia de los acaudalados y grandes capitales. No lo decimos con desprecio ni enfado, aunque con mucha incomprensión, no lo entendemos, y con mucho dolor, y no por ello perdemos la esperanza en el pueblo. Nos duele ese pueblo que se hace cómplice y no acaba de despertar.
Son pesadillas que no queremos que acaben con nuestros sueños porque esos sueños han de convertirse en realidad porque queremos que nuestros compromisos perseveren en el tiempo, superando los momentos de desánimo, para que haya esperanza para la gente de nuestra Región y nuestro país.
A pesar de todo, seguimos caminando.
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