La Región de Murcia, en particular, y el Sureste peninsular, en general, son zonas muy vulnerables a los efectos del cambio climático especialmente en sus bosques y masas forestales. La sequía ha arrasado 700.000 árboles en las zonas forestales de nuestra tierra. Para la Subdirección General de Montes, la escasez de lluvias y las altas temperaturas son las claves para explicar la grave situación que están viviendo los bosques.
La Consejería de Medio Ambiente ha identificado 622 zonas afectadas por la sequía en la Región, unas 20.000 hectáreas, lo que supone el 6,5 por ciento de las más de 308.000 que componen la superficie forestal arbolada, afecciones que van a aumentar. Describe que los territorios en los que más incide el cambio climático y la sequía son la franja costera, la zona prelitoral y el Valle del Segura.
El catedrático de Ecología, Miguel Ángel Esteve, señala que los modelos de cambio climático estiman una disminución de entre el 30% y el 70% de las masas forestales en la Región durante los próximos cincuenta años. Las cifras oficiales del último año hidrológico nos dan precipitaciones de 137 litros por metro cuadrado, lo que supone una disminución significativa de un 57% de lluvias e incluso, en algunas zonas, estas cifras son mucho mayores.
Mientras tanto, solo se ha ejecutado el 24% del presupuesto destinado al Plan de Acción Forestal de la Región de Murcia 2017-2021. La escasa actividad del Gobierno regional y de los ayuntamientos, dentro de sus competencias, dejan vulnerables a nuestros bosques ante el cambio climático y la sequía.
Esta situación supone un incremento de la aridez por aumento de las temperaturas, precipitaciones más variables y la ausencia de lluvias suficientes, así como el ascenso de la temperatura media. Todos estos procesos afectan a la humedad del suelo, una variable de la que dependen la vegetación y las masas arbóreas que se ven afectadas por este estrés hídrico.
La pérdida de masa forestal provoca un efecto negativo que afecta otras plantas, hongos y animales. Los árboles, arbustos y matorrales tienen un papel esencial en los ciclos del carbono, el agua, la regulación del clima y la formación de los suelos. Un daño asociado es la incidencia de plagas de especies perforadoras o defoliadoras que se están multiplicando y que pueden afectar a árboles que están sanos. También los incendios forestales pueden provocar la fragmentación y disminución de las áreas forestales. Con el aumento de las temperaturas y de la sequedad del suelo, que llevan aparejadas el cambio climático, aumentará el riesgo de incendios forestales y la superficie quemada por los mismos.
El nuevo período va a suponer un aumento de los efectos climáticos extremos, entre otros, lluvias torrenciales y sequías más extensas en el tiempo. Se van a producir cambios geográficos en altura y latitud de especies regionales, una disminución significativa de los bosques en zonas más al sur y extinciones locales de las especies más vulnerables.
El Gobierno central y regional han puesto en marcha un plan para paliar los efectos en las masas forestales de nuestra tierra en el contexto actual de sequía extrema, una de las más graves del último medio siglo; pero todavía nos encontramos con medidas tímidas e incipientes que no dan una respuesta, a medio plazo, a la drástica disminución que se está produciendo.
Es necesaria una política y gestión forestal que plantee medidas concretas de adaptación a los niveles de sequia estructural y cambio climático y la diversificación de elementos y de prácticas en nuestras masas forestales que debe llevar aparejados un presupuesto suficiente para afrontar el problema. Para ello, deben adoptarse aquellas técnicas selvícolas compatibles con la conservación de la biodiversidad y que mejoren la respuesta de nuestros montes al cambio climático. Resulta importante la cuidadosa selección de la procedencia de las semillas en las repoblaciones para una gestión adecuada de la diversidad genética.
Hay que potenciar el desarrollo y aplicación de los modelos de crecimiento forestal, especialmente los basados en procesos fisiológicos, para prever las respuestas del bosque a cambios ambientales y diseñar y aplicar patrones de gestión adecuados. La importancia de los bosques y masas forestales autóctonos es fundamental en la lucha contra los efectos perniciosos del cambio climático y la sequía. Las masas forestales son la principal vía de captación del agua de lluvia y la garantía de que se almacena de forma correcta.
La Región de Murcia, en particular, y el Sureste peninsular, en general, son zonas muy vulnerables a los efectos del cambio climático especialmente en sus bosques y masas forestales. La sequía ha arrasado 700.000 árboles en las zonas forestales de nuestra tierra. Para la Subdirección General de Montes, la escasez de lluvias y las altas temperaturas son las claves para explicar la grave situación que están viviendo los bosques.
La Consejería de Medio Ambiente ha identificado 622 zonas afectadas por la sequía en la Región, unas 20.000 hectáreas, lo que supone el 6,5 por ciento de las más de 308.000 que componen la superficie forestal arbolada, afecciones que van a aumentar. Describe que los territorios en los que más incide el cambio climático y la sequía son la franja costera, la zona prelitoral y el Valle del Segura.