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La mejor tierra del mundo

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Los trágicos acontecimientos del pasado fin de semana (aprovecho estas líneas para transmitir mi pésame a los familiares y amigos de las víctimas), han provocado que la Región de Murcia vuelva a abrir los informativos de medios nacionales e internacionales. Y nuevamente, como en anteriores ocasiones, no para bueno.

Esto me ha vuelto a recordar una reflexión que de cuando en cuando me ronda por la cabeza, y que hoy voy a aprovechar para compartir con los lectores. Mis adelantadas disculpas si a alguien no le parece oportuna: ¿somos los murcianos unos farfulleros y unos chanchulleros?, o permítanme que reformule la pregunta, ¿lo somos en mayor medida que el resto de los españoles?, ¿o estamos en la media nacional en la escala de fuleros y pillos?

Y es que el cúmulo de negligencias, descuidos o presuntas corruptelas, exceden en mucho de lo que se pudiera considerar medianamente razonable.

El hecho de que pasadas poco más de 24 horas de los terribles y luctuosos sucesos de las discotecas de las Atalayas, nos enteráramos de que las discotecas no contaban con licencia desde octubre del pasado año. Y no solo eso, sino que en el expediente obrara una orden de cierre, que nadie sabe por qué, no se ejecutó. Nos vuelve a retraer a episodios del pasado. Y más aún, si cabe, cuando uno de los abogados de los locales ha declarado que este no es un hecho aislado, sino que hay decenas de locales en las mismas circunstancias.

Podríamos traer a colación multitud de ejemplos:

Como el terremoto de infausto recuerdo en Lorca, en el que se derribaron edificios que hacía un cuarto de hora que se habían construido al albur del boom inmobiliario.

Hablando del boom, recuerdo que en nuestra Región con cualquiera que te encontraras por la calle te dabas cuenta de que se había convertido en promotor. Y no resultaba raro que a los cinco minutos de recepcionar la nueva vivienda, esta adoleciera de innumerables vicios de construcción, de humedades o de grietas. Aunque cuando los compradores iban a reclamar a los responsables, normalmente se encontraban con que estos eran insolventes, o tenían empresas interpuestas con algún pobre desgraciado como testaferro.

Podríamos hablar también del Mar Menor. Qué les voy a contar que ya no sepan. Baste recordar como uno de los múltiples ejemplos, cuando en 2021 la Fiscalía tuvo que demandar al Gobierno Regional por no perseguir este a las empresas que contaminaban el Mar Menor. El Ministerio Público requirió a la Consejería de Agua, Agricultura y Medio Ambiente de la Región de Murcia para que actuara contra las empresas contaminadoras, y este hizo caso omiso, cuando no miraron para otro lado.

Luego, bien que nos echamos todos las manos a la cabeza cuando los episodios de anoxia del Mar Menor dan la vuelta al mundo. Pero, ¿podrían haber sido evitables?.

O la desaladora de Escombreras: uno de los episodios mas desconocidos, y sin embargo mas vergonzosos, y que nos está costando a los murcianos más de 600 millones de euros. Se trató de una presunta trama en la que se pretendía recalificar 180 millones de metros cuadrados para construir unas 250.000 viviendas a lo largo y ancho de la geografía regional, cambiando el modelo socioeconómico de la Región. Para ello se ideo un organismo, como el Ente Público del Agua, para sortear la Ley de Aguas, que exigía un informe preceptivo de la Confederación Hidrográfica del Segura para el abastecimiento de agua de los nuevos desarrollos urbanísticos. Firmándose así un total de 26 convenios urbanísticos, que comprometían a los municipios de manera artificial una cantidad de agua, tres o cuatro veces superior a la que podía producir la planta desaladora.

Hablando de la desoladora, quizás algún día les cuente la historia de cómo 'desapareció' de la mesa de mi despacho la documentación de la comisión de investigación, casualmente la tarde anterior a la comparecencia más importante. Aunque bien pensado, mejor que no, me temo que no se lo iban a creer.

Por no hablar de la Cerrichera, o del episodio e las vacunas, cuando un número indeterminado de personas se vacunaron de manera ilegal en nuestra Región, saltando nuevamente a las primeras planas de los informativos nacionales, sin que aquello se haya investigado.

O el sainete de los tránsfugas. Esta Región ha contado en la última legislatura con cuatro tránsfugas en el Consejo de Gobierno, y siete en la Asamblea Regional. Y lejos de provocar escándalo, vergüenza u oprobio, los trans se paseaban por la Región inaugurando actos y eventos. A mí, particularmente, me recordaban a aquel rey de la fábula que andaba desnudo entre la multitud. Aunque en esta Región la gente no parecía querer verles la desnudez.

No hay una concesionaria municipal sin varios apellidos idénticos al del concejal de turno en nómina, ni una oposición en la que no se hable de dedazo. En esta Región siguen moviendo los hilos los mismos de siempre. De hecho, no podrás acceder al ascensor social sin el visto bueno del establishment. Por contra, los del mérito y capacidad, los brillantes, que los hay y muchos, se tienen que buscar la vida fuera. Y si deciden quedarse, les toca comprobar cómo su talento no les sirve para ocupar los puestos que detentan unos ninis con padrino.

Por tener tenemos hasta un aeropuerto sin apenas tránsito y que nos cuesta ojo de la cara, cuando hubo que cerrar otro con varios premios internacionales. Y una concesionaria de ambulancias, a la que cuando le dieron la concesión, no contaba con ambulancias.

Somos unas de las comunidades con mayor porcentaje de economía sumergida, en este sentido, recuerdo cuando trabajaba como abogado, que una vez en un Congreso nos contaron que la Región de Murcia estaba a la cabeza de fraude a las compañías aseguradoras.

Otro día hablaremos de las casas de apuestas.

Una vez, una persona muy conocida me dijo en Madrid, que Murcia era la pequeña Sicilia. Me dio que pensar. Aquí se ha tapado siempre todo. La omertá.

Yo creo, para terminar con este totum revolutum de clientelismo, omisiones, silencios, desidia y corrupción, que “la mejor tierra del mundo” tiene graves lagunas. Y a pesar de que es verdad que se vive muy bien, y se come mejor (aunque muy caro), y que los murcianos somos unas personas muy afables y acogedoras, en algo estamos errando. No sé si es estructural o una cuestión de educación.

En definitiva. La pregunta que me hago con frecuencia, no sin mucho dolor, es ¿es la de Murcia, una Región fallida, trufada de políticos incompetentes, de nepotismo, de chanchullos y de compadreo?

Los trágicos acontecimientos del pasado fin de semana (aprovecho estas líneas para transmitir mi pésame a los familiares y amigos de las víctimas), han provocado que la Región de Murcia vuelva a abrir los informativos de medios nacionales e internacionales. Y nuevamente, como en anteriores ocasiones, no para bueno.

Esto me ha vuelto a recordar una reflexión que de cuando en cuando me ronda por la cabeza, y que hoy voy a aprovechar para compartir con los lectores. Mis adelantadas disculpas si a alguien no le parece oportuna: ¿somos los murcianos unos farfulleros y unos chanchulleros?, o permítanme que reformule la pregunta, ¿lo somos en mayor medida que el resto de los españoles?, ¿o estamos en la media nacional en la escala de fuleros y pillos?