En estos tiempos pandémicos, nos confinamos en nuestras casas aterrorizados por un virus que no conocemos y, sin embargo, los casos de violencia doméstica se han disparados, pues somos portadores de otro virus aún más letal. Un virus que conocemos desde hace mucho tiempo pero que poca gente quiere mirar de frente. Estoy hablando del virus del patriarcado.
Dicho término se posiciona como un ataque hacia los hombres, pues existe una gran parte de la sociedad que no tiene ni pajorera idea de lo que es o lo que significa. Patriarcado no es sinónimo de lo masculino, como feminismo no lo es de matriarcado.
En los últimos años han explotado diversos movientos feministas que aúllan venganza para las mujeres, y en el mejor de los casos, reparación y reconocimiento.
Podríamos decir sin lugar a dudas que uno de ellos es el #metoo.
¿Y qué es el #metoo sino una salida del armario, de un espacio cerrado? El auténtico #metoo sólo busca hablar.
El #metoo puede ser muy ambivalente. Puede empoderar o estigmatizar, e incluso las dos cosas al mismo tiempo.
La mujer que asume hacer pública su historia personal está de alguna manera haciendo una criba brutal de las personas que forman parte de su vida. Creo sinceramente que una mujer puede conocerse mejor a sí misma gracias a esta letra escarlata. Pues las personas que se quedan a tu lado, funcionan como espejos de uno.
También puede ser un arma de doble filo, pues mucha gente sigue el movimiento #metoo como una mera moda. En el momento que Zara empezó a fabricar camisetas con pobres mensajes feministas, más cerca del eslogan que del mensaje, hay algo que huele a chamusquina. Y es que el capitalismo siempre parasitará los movimientos u acciones que tengan resonancia y marquen una tendencia.
Por este motivo, también, conviene preguntarse si esta diferenciación entre los que apoyan y los que no es realmente fiel a la realidad de la mujer que lleva el #metoo como lema que conduce su vida.
En cualquier caso, aunque no tengamos las respuestas debemos plantearnos esto al hacernos las preguntas.
El #metoo tiene, a mi juicio, un problema: no tiene en cuenta a la otra parte.
¿Y qué entendemos por la otra parte? Hombres y agresores. Hombres que han padecido también abusos y que ni siquiera pueden hablar entre ellos, pues su virilidad mal entendida sería puesta en peligro. Agresores que no son más que víctimas de otro antiguos agresores y que han dejado que el vacío se llene de dolor y destrucción.
Hemos llegado a un momento histórico en la sociedad donde la sexualidad tal y como llevamos siglos conociéndola, o decretándola, está completamente patas arriba. Y esto la hostia.
Una fusión entre lo masculino y lo femenino es necesaria. La mujer debe acoger al hombre en su regazo, pues él también ha sido maltratado por la cultura patriarcal. Un hombre que no necesita rebajar a una mujer, ni exorcizar sus virtudes femeninas, lo habrá entendido todo de esta vida.
Estar en contra de que los hombres entren a formar parte del feminismo es un craso error. Asambleas feministas a las que a los hombres se les prohíbe el paso están cayendo en los mismos tipos de errores que los del patriarcado. Estamos hablando aquí de matriarcado. Una auténtica pena pues si queremos combatir el machismo ¿quién mejor que un hombre para hablarnos de él? A los amigos hay que tenerlos cerca, y a los enemigos aún más cerca. Hay que entrar dentro del sistema para hacerlo explotar desde dentro.
Es así como el feminismo se posiciona de forma opuesta y dicotómica. Desgraciadamente, más guerras sólo dan lugar a más guerras. Así no se descansa.
Romper el silencio de la palabra de la mujer no puede significar la exclusión de la palabra masculina. Opino que es por este motivo que muchos hombres no sólo no apoyan, sino que repudian el feminismo actual, sus diversos movimientos, y se escandalizan ante la tendencia #metoo. Ellos se están sintiendo a su vez atacados, pues muy pocos tienen la suerte de entender que ellos no son como sus propios padres, que maltrataron a sus madres y hermanas. Las mujeres de su vida.
Que la virilidad no es machismo y puede expresarse en múltiples facetas. Que la mujer a su vez puede hacer gala de su propio ser masculino sin que su feminidad se vea afectado por ello.
El movimiento #metoo pone por oposición otra letra escarlata en los hombres, y no creo que éste deba ser el cometido. El objetivo debe ser el diálogo y no echar más leña al fuego.
Las mujeres que hemos abrazado este movimiento abrazamos, o yo por lo menos, a los hombres y a nuestros agresores con compasión. Una especie de 'perdónalos señor porque no saben lo que hacen'.
Es cierto que sigue siendo muy duro para una mujer mostrarse tal como es en la sociedad patriarcal. Si una mujer es demasiado inteligente, si no adopta un rol pasivo, es muy fácil que los hombres de a su alrededor la menosprecien de forma inconsciente en la mayor parte de casos.
Una mujer recién violada que se muestra digna y fuerte en su examen médico, que no se deja mecer como si fuera una muñeca mona y a su vez rota, corre el riego de irse por la puerta a coger el metro sola en busca de los ansiolíticos prescritos en vez de ser enviada directamente a un centro de atención para que descanse.
Por innumerables ejemplos como éstos el feminismo se radicaliza y clama venganza.
Tampoco es de extrañar.
Pero debe existir en algún sitio, de alguna manera, un término medio.
Cabe siempre preguntarse por qué, y qué hay detrás de una agresión. Si tratamos a los agresores como monstruos, y los excluimos socialmente, este problema nunca se solucionará, pues nunca entenderemos los verdaderos motivos del silencio que ahoga.
De hecho, es más, la razón por la que se habla no debería ser el señalar al agresor, sino más bien a las agresiones. La conciencia se despierta para que éstas se identifiquen y se haga algo al respecto como remediarlas o prevenirlas en un futuro. Más peligrosos que los agresores son los cómplices, aquellos que miran a otro lado en absoluto estado de negación. El estado de indiferencia, la falta de empatía y diálogo es lo que nos jode la vida. Tanto a hombres como a mujeres.
Pues los hombres también son víctimas. Sí, los hombres también.
Hagámonos un favor como sociedad. Empezemos a usar el #mentoo.