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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Moderación y centralidad

El gobierno PP-Vox en la Región de Murcia ya es una realidad. Habrá que agradecerle a Alberto Nuñez Feijóo el hecho de haber vendido la Región de Murcia a la ultraderecha a cambio de una investidura imposible, fallida, una performance perversa con extremos daños colaterales. Nunca lo olvidaremos. Resulta cuanto menos cínico que, desde Génova, se intente aplacar los ánimos de los barones regionales por los coqueteos con Junts bajo el argumento de que el PP no puede quedar arrinconado en sus alianzas con Vox. Y así sucede porque, mientras se aplica esta capa de maquillaje de partido dialogante y abierto, la praxis expresa otra realidad: la de que el PP gobierna en cinco comunidades autónomas con el apoyo de la extrema derecha. Todo lo demás es palabrería y un grosero manejo del arte de la prestidigitación.

Toda vez que se ha traspasado el fatídico umbral que no se ha atrevido a cruzar la derecha europea, al PP solo le queda la opción de vender el diabólico producto de la mejor manea posible. Y así, en la Región de Murcia, durante su misma sesión de investidura, López Miras ya administró la primera dosis de la píldora tranquilizadora que pretende rebajar el miedo social a la radicalización: el recién formado Gobierno se guiará por el sendero de la “moderación y la centralidad”. Se trata de la nueva contraseña destinada a abrir la puerta del gueto ultra y a situar al ejecutivo de PP-Vox en un espectro sociológico amable y luminoso. “Moderación y centralidad” funciona como una suerte de “orfidal discursivo”: trata de calmar la ansiedad y de anular la respuesta crítica de la población mediante la generación de un propicio estado de somnolencia. También opera como una fórmula automotivacional: a base de repetirla continuamente, sus creadores pretenden interiorizar que pactar con Vox es hacerlo con un partido de centro-derecha que en nada cuestiona los fundamentos mismos de la democracia. Poco tiempo le ha faltado a la maquinaria de propagación del PPRM para repetir con disciplinado empeño este mensaje arcoíris que aspira a colorear los próximos cuatro años en blanco y negro.

Cuando el mismo día que te nombran presidente con el apoyo de la ultraderecha, se afirma impertérrito que el gobierno resultante será moderado y centrado es que tienes el absoluto convencimiento de que la ciudadanía es estúpida y te va a comprar el discurso. Y puede que así sea. Para mucha gente, el filofranquismo se ha convertido en un mal menor con tal de desalojar a Sánchez y los suyos de las instituciones. Como me comentó, una vez, un simpatizante de Vox, en Twitter: “Hay cosas por encima de la democracia”. Y, para desgracia del espíritu de la Constitución, existe un tanto por ciento nada despreciable del electorado que piensa en tales términos. Si la reconducción del futuro aciago que aguarda a la Región de Murcia con la ultraderecha en el poder hay que fiarla a un proceso de contestación social, podemos esperar sentados.

La fórmula “moderación y centralidad” es un insulto a la inteligencia. Para empezar, el simple hecho de pactar un gobierno con la ultraderecha es un acto de radicalidad que, hace no mucho, hubiera resultado imposible de imaginar. Pero es que si, además, lees el pacto de gobernabilidad firmado por ambos partidos te encuentras con alusiones al “pin parental” y con renuncias –como la de eliminar el concepto de “violencia machista”- que precisamente no suponen un alarde de moderación y centralidad, sino de todo lo contrario. Las noticias generadas por los gobiernos de PP y Vox en otras comunidades autónomas solo invitan al pesimismo y a la certeza de que, en nuestra Región de Murcia, vienen tiempos de regresión y de políticas agresivas y en conflicto con la igualdad y la diversidad. Démosle unas semanas a este gobierno salido de la isla del dr. Moreau, y comprobaremos el grado de moderación y centralidad que lo inspira.   

El gobierno PP-Vox en la Región de Murcia ya es una realidad. Habrá que agradecerle a Alberto Nuñez Feijóo el hecho de haber vendido la Región de Murcia a la ultraderecha a cambio de una investidura imposible, fallida, una performance perversa con extremos daños colaterales. Nunca lo olvidaremos. Resulta cuanto menos cínico que, desde Génova, se intente aplacar los ánimos de los barones regionales por los coqueteos con Junts bajo el argumento de que el PP no puede quedar arrinconado en sus alianzas con Vox. Y así sucede porque, mientras se aplica esta capa de maquillaje de partido dialogante y abierto, la praxis expresa otra realidad: la de que el PP gobierna en cinco comunidades autónomas con el apoyo de la extrema derecha. Todo lo demás es palabrería y un grosero manejo del arte de la prestidigitación.

Toda vez que se ha traspasado el fatídico umbral que no se ha atrevido a cruzar la derecha europea, al PP solo le queda la opción de vender el diabólico producto de la mejor manea posible. Y así, en la Región de Murcia, durante su misma sesión de investidura, López Miras ya administró la primera dosis de la píldora tranquilizadora que pretende rebajar el miedo social a la radicalización: el recién formado Gobierno se guiará por el sendero de la “moderación y la centralidad”. Se trata de la nueva contraseña destinada a abrir la puerta del gueto ultra y a situar al ejecutivo de PP-Vox en un espectro sociológico amable y luminoso. “Moderación y centralidad” funciona como una suerte de “orfidal discursivo”: trata de calmar la ansiedad y de anular la respuesta crítica de la población mediante la generación de un propicio estado de somnolencia. También opera como una fórmula automotivacional: a base de repetirla continuamente, sus creadores pretenden interiorizar que pactar con Vox es hacerlo con un partido de centro-derecha que en nada cuestiona los fundamentos mismos de la democracia. Poco tiempo le ha faltado a la maquinaria de propagación del PPRM para repetir con disciplinado empeño este mensaje arcoíris que aspira a colorear los próximos cuatro años en blanco y negro.