Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.
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“Nunca he sabido muy bien qué hacer con esto de ser blanca y trozo vivo de memoria histórica de un país orgulloso de su pasado colonial, genocida y violador. Mi cultura es de las que se sitúan arriba para mirar hacia abajo a otras con condescendencia, victimismo o desdén”.
Ya ha empezado a rular por redes la cartelería para las convocatorias del 25N por todo el territorio expañol. Me enferma personal y políticamente ver carteles que expulsan de las luchas feministas a las personas trans y a las trabajadoras sexuales. Llevo ya muchos años enfadada con este feminismo hegemónico: asquerosamente biologicista, mayoritariamente hetero, aplastantemente blanco, clasemedieroacomodado, muy muy nazional. Me resulta muy paradójico que hoy, fecha internacional que visibiliza y denuncia las violencias contra las mujeres, sean precisamente mujeres las que arremetan contra otras mujeres y, ni más ni menos, en nombre del feminismo. Hoy se me hincha y me late la vena del cuello más morada que de costumbre. La jerarquización identitaria que posiciona a algunas mujeres por encima de otras en un eje de dominación/subordinación representa un marco teórico político, cuando menos, violento. Una estructura piramidal que coloca a determinadas mujeres en la cúspide de lo que sería un verdadero feminismo para a partir de ahí considerar todo lo demás como no válido es segregacionismo o, dicho de otra manera, una forma de ejercer autoridad y poder unas sobre otras. Y qué casualidad que el perfil de la feminista hegemónica esté tan bien definido, joder. Observen si no los grupos feministas que tienen más altavoz y lideran las fechas fetiche del 8M y del 25N. Bien pijas, bien heteras, bien blancas.
Nunca he sabido muy bien qué hacer con esto de ser blanca y trozo vivo de memoria histórica de un país orgulloso de su pasado colonial, genocida y violador. Mi cultura es de las que se sitúan arriba para mirar hacia abajo a otras con condescendencia, victimismo o desdén. Soy dueña y señora de todos mis prejuicios, legítima heredera de un buen montón de lógicas racistas, por la parte de Europa donde me ha tocado nacer, especializada en islamofobia y antigitanismo. Mi conclusión es esta: nadie piensa sola. Si no leemos, escuchamos o aprendemos de alguna manera de feministas no-blancas, no podremos salir nunca del bucle racista y colonial. Nos falta formación, amiguis, y darle a la sinhueso bien acompañadas. Una opinión sin (in)formación tiene todas las papeletas de ser un prejuicio.
Sirin Adlbi Sibai tituló su libro 'La cárcel del feminismo. Hacia un pensamiento islámico decolonial' y me parece bastante rotundo que alguien decida escribir la palabra ‘cárcel’ al lado de la palabra ‘feminismo’. Si pienso en los disparates epistémicos que se cometen en nombre del feminismo con el tutelaje, ninguneamiento, humillación o desautorización de la capacidad de agencia de otros sujetos políticos (como son las putas, las personas trans y no binarias y, más recientemente, las mujeres del mundo arabo-musulmán) creo que el nivel de violencia alcanzado por ese feminismo (que me asquea profundamente) le hace justicia a la metáfora de la prisión.
Efectivamente, esas formas de feminismo que son excluyentes, racistas, clasistas y asquerosa y supremacistamente blancas distan mucho de ser liberadoras para muchas.
Llegó septiembre y murió Isabel II plácidamente, para sorpresa de nadie, sin ser juzgada y unos días más tarde, enmarcado en el contexto de lucha del pueblo iraní, se volvieron a reavivar los debates en torno al uso del hiyab. Escribía Natalia Andújar Chevrollier en su muro: “Los asesinatos de Mahsa Amini en Irán y Marwa El Sherbini en Alemania tienen que ver con el control de los cuerpos de las mujeres. A Mahsa la han asesinado después de que la policía la detuviera por ir demasiado descubierta y a Marwa la asesinaron por llevar hiyab y ser musulmana. Sobre el doble rasero en función del estatuto de la víctima, según si se adapta o no a nuestras expectativas racistas. Siempre hay que recordar que lo feminista no te quita lo racista.”Wadia N Duhni nos señalaba las incoherencias: “¿Celebráis el derecho a elegir o que se quiten el velo? Y si es lo primero, ¿por qué compartís fotos de mujeres iraníes en minifalda en los 70 como un ”triunfo“, cuando en esa época la policía iraní arrancaba el velo a las mujeres que lo llevaban por la calle?”, y agregaba, recientemente: “Algún día tendremos que hablar de las chicas hijabíes que terminan quitándose el velo por no poder soportar la VIOLENCIA estructural que atraviesa sus cuerpos en Occidente.” Fatima Tahiri advierte sobre el reduccionismo y simplismo que hay detrás de la cuestión velo sí/velo no y nos recuerda que “hay muchas formas de feminismo, tantas como mujeres y esa pluralidad tiene que ser vista también entre las mujeres musulmanas.”Hind El Fadli, integrante de la asociación feminista de mujeres musulmanas G-Chime en Elche, en este artículo nos explicaba por qué las feministas musulmanas no necesitaban que las salvásemos de llevar el velo. Sobre el complejo industrial del salvador blanco (y otra infinidad de cuestiones) publicó recientemente la pakistaní Rafia Zakaria su libro 'Contra el feminismo blanco' con la editorial Continta me tienes un texto del que acompañarse para entender el epistemicidio cometido contra los centros de conocimiento fuera de los circuitos reconocidos de la blanquitud como canon feminista.
Más recientemente, las personas blancas hemos vuelto a inundar nuestras redes sociales de indignación por el mundial en Qatar. Muches se han puesto a asumir el hashtag #boicotaQatar sin haberle dado una vuelta a las lógicas racistas que hay detrás. Mi compañero Imad Boussif publicaba hace unos días en este mismo diario de la hipocresía que supone postear sobre derechos humanos sólo cuando parece que la cosa va de ser trending topic. No hay que irse tan lejos para darse golpes en el pecho por los derechos humanos: en expaña hay vallas y hay CIEs y hay Ley de Extranjería y hay detenciones por perfil racial y hay redadas racistas y hay deportaciones hay jornalerxs maltrabajando y malviviendo mientras se violan a diario derechos humanos. El Mar Mediterráneo sigue acumulando cadáveres que desmienten que migrar sea un derecho. Escribía Farah Gutiérrez: “Os prometo que no puedo con la doble moral que habita en este mundo. Gente famosa que se niega a ir a Qatar por la vulneración de derechos humanos pero oye, cuando se celebró Eurovisión en Israel -estado genocida desde hace 70 años- se volvieron sordas y mudas todas. No sé, la hipocresía de occidente, supongo.” “No somos más que marionetas, instrumentos de la vanidad blanca”, decía la franco-argelina Houria Bouteldja en una obra letal para la fragilidad blanca que se te mete dentro y te estalla como si fuera metralla. Para saber y pensar más sobre el racismo institucional y la islamofobia de Estado que campa a sus anchas dentro de nuestro país, debemos acercarnos a la obra de investigación de Ainhoa Nadia Douhaibi y Salma Amazian, texto que llegó a mis manos gracias a la recomendación de mi amiga mexicana la incombustible Linda Porn, artista, activista, puta y migra a la que no podré nunca agradecer lo suficiente la paciencia que tiene para deconstruirme las mierdas.
Sin duda son altamente generosas las personas que nos comparten sus saberes y conocimientos para ayudarnos a las demás a pensar, pero no se nos puede olvidar nunca que de la ignorancia de una, y de las violencias que de ella se derivan, sólo una es responsable. Ojalá poder algún día celebrar el fin de la violencia de las mujeres contra las mujeres.
Ya ha empezado a rular por redes la cartelería para las convocatorias del 25N por todo el territorio expañol. Me enferma personal y políticamente ver carteles que expulsan de las luchas feministas a las personas trans y a las trabajadoras sexuales. Llevo ya muchos años enfadada con este feminismo hegemónico: asquerosamente biologicista, mayoritariamente hetero, aplastantemente blanco, clasemedieroacomodado, muy muy nazional. Me resulta muy paradójico que hoy, fecha internacional que visibiliza y denuncia las violencias contra las mujeres, sean precisamente mujeres las que arremetan contra otras mujeres y, ni más ni menos, en nombre del feminismo. Hoy se me hincha y me late la vena del cuello más morada que de costumbre. La jerarquización identitaria que posiciona a algunas mujeres por encima de otras en un eje de dominación/subordinación representa un marco teórico político, cuando menos, violento. Una estructura piramidal que coloca a determinadas mujeres en la cúspide de lo que sería un verdadero feminismo para a partir de ahí considerar todo lo demás como no válido es segregacionismo o, dicho de otra manera, una forma de ejercer autoridad y poder unas sobre otras. Y qué casualidad que el perfil de la feminista hegemónica esté tan bien definido, joder. Observen si no los grupos feministas que tienen más altavoz y lideran las fechas fetiche del 8M y del 25N. Bien pijas, bien heteras, bien blancas.
Nunca he sabido muy bien qué hacer con esto de ser blanca y trozo vivo de memoria histórica de un país orgulloso de su pasado colonial, genocida y violador. Mi cultura es de las que se sitúan arriba para mirar hacia abajo a otras con condescendencia, victimismo o desdén. Soy dueña y señora de todos mis prejuicios, legítima heredera de un buen montón de lógicas racistas, por la parte de Europa donde me ha tocado nacer, especializada en islamofobia y antigitanismo. Mi conclusión es esta: nadie piensa sola. Si no leemos, escuchamos o aprendemos de alguna manera de feministas no-blancas, no podremos salir nunca del bucle racista y colonial. Nos falta formación, amiguis, y darle a la sinhueso bien acompañadas. Una opinión sin (in)formación tiene todas las papeletas de ser un prejuicio.