Hoy 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. “De la Mujer Trabajadora”, según la antigua usanza, pero convendremos que eso de “mujer trabajadora” es pleonasmo, es redundante: en el ámbito laboral y en el ámbito doméstico trabaja, organiza, negocia, gestiona, colabora, ama, lucha, intermedia, y todo ello con mano izquierda y con mano derecha. Que vivan las mujeres, pero que vivan vivas, libres, unidas por la libertad.
La primera convocatoria del Día de la Mujer tuvo lugar en 1911 en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza extendiéndose su conmemoración, desde entonces, a numerosos países. En 1977 la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas proclamó el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. En este día se conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona. Es fiesta nacional en algunos países.
En España las mujeres ganaron su derecho al sufragio en 1931 durante la Segunda República. Luego, claro, llegaron unos que definían a la mujer según “su esencia y destino natural”: la mujer era esposa, madre y custodia de los valores espirituales. Se prohibió el matrimonio civil, la contracepción y el divorcio. La legislación, inspirada en el Código de Napoleón, comparó a la mujer casada con menores de edad. Entonces se decía aquello de “mi marido me pega… lo justo” y eso era lo “normal”. Cosas veredes.
Y así hasta que poquito a poco la mujer volvió al ámbito público, casada o soltera, volvió el derecho al divorcio, se legalizó el matrimonio civil, se alentó la coeducación, se permitió la contracepción, se legalizó el aborto y, fíjense, hasta se permitió que la mujer tuviera su propia cuenta en el banco y que no necesitara la firma del marido, del padre o del tutor legal para sacar dinero. ¿Les parece lejano? Pues fíjense que fue hace tan solo unos años y, en términos históricos, hace cuatro días.
La celebración de este año llega con PP y VOX colando en la agenda política el aborto y la ley de violencia de género; ya saben, “esos hombres que se portan mal”. La celebración del 2019 después del éxito absoluto de la convocatoria del 2018. La celebración de este año llega también con la discusión del lenguaje inclusivo aún candente, que está muy bien, pero convengamos que el lenguaje inclusivo no es usar, ellos y ellas, muchachas y muchachos, y poner arrobas. Eso es una iniciativa muy válida como toda búsqueda por la equidad, para atenuar el sexismo que tiene el idioma, pero es una fórmula equivocada. Incluir de verdad no es cambiar letras, es respetar a las mujeres, no violarlas, no maltratarlas, no perpetuar un patriarcado heteronormativo, conseguir que no sientan miedo cuando salen a correr, cuando caminan solas por las calles, no cuestionar su capacidad.
Seguro que quedan cosas por hacer, metas por fijarse y objetivos por lograr pero, por lo pronto, por favor, celebremos el Día de la Mujer de la forma más sencilla: recordándolas a ellas (a sus madres, sus hermanas, sus compañeras, sus amigas...), muéstrenles su cariño, aprecio y agradecimiento. Hagan de este 8 de marzo un homenaje y una reivindicación: ¡Que vivan las mujeres!
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