Para el análisis que proponemos, como vemos en el título, se parte de dos premisas. En primer lugar, el municipio de Murcia padece carencias serias en el ámbito de lo político-institucional. Dicho de otra manera, las instituciones tienen al frente a personas que se han atrincherado para beneficiar a unos cuantos, de por sí ya muy poderosos, a costa de bloquear iniciativas o demandas vecinales necesarias para la calidad de vida de los residentes en nuestro municipio. Las movilizaciones de la Plataforma Pro-Soterramiento han ayudado enormemente a visibilizar ese escenario, pero podría echarse mano de innumerables ejemplos.
Y, la segunda de las premisas es que, los dos partidos clásicos de las últimas décadas, PP y PSOE no son una alternativa para superar esas carencias, como tampoco lo es un partido que, como Cs, pese a aparecer más recientemente, ha comulgado desde el principio con esa dinámica de burocratismo, inmovilismo y política del “sacaloquepuedas”.
Por dar un breve repaso a lo más destacado de estos últimos años, diremos que el alcalde del PP, viéndose en minoría en el consistorio, no ha tenido el menor reparo en afirmar que las decisiones del pleno del ayuntamiento no le vinculan, es decir, que si un día se acuerda “blanco” en un pleno, él no tendría ningún problema en hacer “negro” y quedarse tan tranquilo. Y lo triste es que esto se está dando a menudo para que ninguno de los atropellos históricos de su partido a la ciudad puedan ser revertidos, pese a ser una anomalía antidemocrática asombrosa y sin precedentes.
Por otra parte, vemos que quien le sigue en cuanto a número de concejales en el ayuntamiento y vocales en las juntas municipales, el PSOE, es en muchas ocasiones el aliado necesario para el continuismo de todo lo malo que ese mismo partido prometía que trataría de cambiar. De hecho, son ya varios los años en los que, gracias al PSOE, el PP saca adelante unos presupuestos que ahondan en la precariedad vital de muchos vecinos y en el saqueo de las arcas públicas a través de ese “capitalismo de amiguetes” que el PP lleva a cabo en la contratación pública desde siempre.
Y en lo que respecta a los pedáneos socialistas, en lugar de ser una tarjeta de presentación que permita albergar esperanzas de algo mejor ante una hipotética victoria del PSOE, nos encontramos frecuentemente con que muchos de ellos dan prioridad a su propia imagen (una suerte de “populismo cutre de pueblo”, me decía una vez un vecino) y a sustituir las redes clientelares anteriores por otras en torno a ellos (en lugar de suprimirlas de raíz, como sería exigible), omitiendo cualquier medida política local de cierto calado, es decir, quizás no sean lo mismo que los pedáneos del PP, pero tampoco hay demasiada diferencia. De hecho, su labor en la defensa y recuperación de servicios esenciales atacados por el PP en la Costera Sur, como por ejemplo, el transporte público, está siendo más bien blanda, por no decir inoperante en algunos casos. No en vano, las iniciativas más notorias de estos últimos años en las pedanías gobernadas por el PSOE, como por ejemplo, el festival AlSur o la cobertura de material escolar a todos los alumnos de colegios públicos de algunas pedanías, han venido de la mano de vocales de Ahora Murcia o Cambiemos. Y de ciertos compromisos adoptados con estas formaciones para recibir el apoyo necesarios para liderar las juntas municipales, como la puesta en marcha de presupuestos participativos, “si te he visto, no me acuerdo”.
Y tanto lo uno como lo otro, es decir, tanto las políticas apolilladas del PP como las del PSOE según convenga, se sustentan en Ciudadanos en última instancia. Los naranjas se presentan como adalides de la regeneración democrática pero, nada más lejos de la realidad, sólo son una especie de crupieres que van repartiendo las cartas, ya sea al PP en el ayuntamiento, o al PSOE en las pedanías y otros ámbitos, a cambio de que le hagan hueco para participar en esas “partidas” o “timbas”, que no dejan de ser las mismas de las últimas décadas. Sin la aportación de Cs, nada de lo anteriormente criticado seguiría siendo posible porque faltaría la muleta necesaria para sostenerlo.
Frente a lo anterior, ¿qué alternativa debemos construir? Ésta es la cuestión principal, y parece ser que algunos miembros de Podemos e IU ya están tratando de darle respuesta en reuniones furtivas. Pues bien, antes de hacer la casa por el tejado, recordemos elementos que deber ser tenidos muy en cuenta en ese proceso de auto-respondernos.
A mucha gente no le gustará (y con motivo) que, como en el pasado, se cometa el error de configurar una futura candidatura municipal sobre aquello que nos deslegitima y nos desacredita frente a la sociedad: las lógicas de partido, fracción y cuotas de reparto del poder institucional, las cuales siempre causan el perjuicio de relativizar las líneas rojas del ideario político y diluyen la dimensión democrática y de base que define a un verdadero municipalismo, tal y como comenzamos a entenderlo allá por 2014.
Hace unos meses, un miembro de la formación morada opinaba en privado que, para las elecciones de 2019, hacía falta comenzar por encontrar un liderazgo carismático para, después, estructurar la candidatura en torno a él. Sin embrago, pensar así es un error colosal. Sorprende ver que, a veces, se pasa por alto la importancia de centrar esfuerzos en levantar un proyecto político con vocación de conformar una mayoría social amplia en Murcia, no sólo una coyuntural mayoría de papeletas en la urna, sino de murcianos y murcianas concienciados en construir, sentir y defender como propio algo radicalmente diferente al pésimo panorama sociopolítico que viene habiendo desde hace tanto tiempo.
Por tanto, la agenda política, además de por los compañeros de Ahora Murcia y Cambiemos Murcia, es fundamental que esté participada por los movimientos sociales y vecinales de nuestra ciudad, por los trabajadores y trabajadoras de los servicios públicos, por los destinatarios de las políticas sociales, y siempre abierto a ensanchar su base social. Ése y no otro debe ser el punto de partida.
Elaboremos y extraigamos nuestro discurso social desde los barrios y pedanías, desde la voz de los trabajadores/as (especialmente, los más precarios), desde los movimientos sociales. A partir de ahí, la agenda programática podrá entonces subir a los despachos de los grupos municipales y de los partidos, éste es el camino, no el inverso. Metafóricamente, debemos querer construir desde la plaza del ayuntamiento algo que cuente con un respaldo mayoritario, y no desde el balcón del consistorio un mero contrato de adhesión para los que miran desde abajo. Debemos, tomando como punto de partida el meritorio trabajo municipal desarrollado hasta este momento por Cambiemos y Ahora Murcia, configurar un espacio todo lo amplio posible que acoja a todas las capas populares de la sociedad murciana dotándolas de un instrumento con arraigo en esas raíces políticas y movimientistas.
Habremos de tener presente que, la pluralidad en un espacio político destinado a aglutinar amplias mayorías, lejos de ser una anomalía, es tan legítima como necesaria. Pero no sólo eso, sino que una correcta integración de distintas sensibilidades, se transformaría en una fortaleza para todo el colectivo por su mayor capacidad de aprovechar sinergias, integrar alianzas heterogéneas y extender las virtudes del proyecto a más sectores de la ciudadanía local.
En base a ello, pasemos a otra pregunta importante: ¿cuál debe ser nuestra aspiración? Algunos dirán que gestionar mejor (qué menos), de hecho, ésta será de nuevo la promesa del resto de partidos en la próxima campaña electoral. Pero sólo eso no debe ser suficiente. Aunque es cierto que cualquier cosa sería mejor que seguir con gente como el señor Ballesta o el señor Roque Ortiz al frente del ayuntamiento, sabemos que, en el medio y largo plazo, el mero “gobernismo” no colmará nuestras expectativas, puesto que el PSOE ya estaba para eso, y somos conscientes de que su propuesta, desde hace mucho tiempo, nos genera frustración y no nos sirve. No olvidemos que la crisis orgánica y de representación política abierta años atrás en el panorama político de todo el Estado, hizo que, por diversos motivos que no pretenden ser desarrollados por este modesto análisis, PP y PSOE fueran tachados de opciones políticas incapaces de acometer cualquier giro mínimamente rupturista para responder a las demandas de un amplio grupo de población intergeneracional desencantado con el “neocanovismo” (turnismo liberal/conservador) vigente hasta ese momento. Ése fue el momento de la aparición en escena de municipalismos como el que ahora tenemos pendiente consolidar en Murcia. Por tanto, tener un perfil político propio y sin complejos, sin que se nos equipare con una versión (aunque pudiera ser la mejor de ellas) de aquello a lo que queremos superar, no sólo es recomendable, sino vital para no ser engullidos por una dinámica institucional hecha a medida para la reproducción endogámica del bloque PP-PSOE-Cs.
Dicho lo anterior, también ha de tenerse presente que, cuando se construye una propuesta política valiente, ambiciosa e impugnatoria de la podredumbre institucional, el mayor problema que se presenta es hacer frente a las contradicciones que el propio marco institucional y económico impone a quienes pretenden cambiar el status quo y las verdaderas relaciones de poder. Ésta no es una cuestión baladí, puesto que, lo que mueve a muchos ciudadanos a interesarse por un municipalismo ilusionante en nuestra ciudad, no es contar unas líneas programáticas pulcras pero sin medios para ser fiel a las mismas cuando se presente un contexto amenzante, sino que lo que se reclama es que ese programa pueda materializarse llegado el momento a pesar de las trabas que seguro existirían, es decir, que pueda ser tangible, al menos en líneas generales.
Por ello, es preciso mantener una posición institucional que mantenga permanentemente un cordón umbilical que le una con su base social y vecinal, para que ambas se retroalimenten. De lo que se trata es de ser un movimiento político que, desde el municipalismo y la democracia local, vaya abriendo la puerta progresivamente a una mayor cohesión social en el municipio y una mayor igualdad de oportunidades entre los vecinos, capaz de contar con un modelo político-económico que genere bienestar.
Si nos conformamos con algo que no pretenda cambios en las relaciones de poder económico y en la estructura socioeconómica murciana, a la larga, la inercia de cualquier alternativa municipalista se verá arrinconada por la dinámica perversa que actualmente empapan las instituciones locales murcianas, fruto de décadas de corruptelas generalizadas, y terminará por estar condenada a convertirse en vulgar, a caer en lo decepcionante. Sería ingenuo pensar que actores de peso como las grandes empresas contratistas, las constructoras que tanto se han lucrado años atrás, las redes clientelares fuertemente asentadas, los medios de propaganda y “desinformación”, etc., se quedarán de brazos cruzados viendo perder sus privilegios sin poner todas las trampas posibles para asfixiar, por ejemplo, la aplicación de un programa político que albergara un proceso de remunicipalizaciones ambicioso o un urbanismo sostenible que protegiera nuestro patrimonio natural. Son muchos los intereses que estarían en juego, y es necesaria una base social que respalde ese proyecto ante los ataques y la confrontación a la que sería sometido. Tenemos ejemplos cercanos: Acciona, empresa perteneciente al Ibex 35, se lo puso tremendamente difícil hace un año a Cambiemos Molina cuando esta formación trató de lograr una gestión 100% pública de Sercomosa, finalmente no se consumó esa remunicipalización; o qué decir de las resistencias del PSOE y otras formaciones para acabar con la privatización del agua en Cartagena, pese a ser un compromiso adoptado con Cartagena Sí Se Puede.
Otro motivo por el que también es necesario contar con una base social sólida desde el principio, es estar preparados para asumir los conflictos institucionales que surgirían tras cualquier cambio estructural de envergadura. Y es que, a los ataques de determinados agentes reseñados en el párrafo anterior, habría que añadir la hostilidad que las administraciones autonómica y estatal desplegarían hacia un proyecto político con un cariz ambicioso en lo que a ruptura con lo anterior se refiere, como el que nuestra alternativa municipalista podría aspirar a poner en marcha en una ciudad importante como es Murcia. Zaragoza en Común, Ahora Madrid o Barcelona en Común podrían dar fe de todo lo anterior por vivirlo en carne propia.
Por tanto, una de las claves es comenzar por hacerse fuerte dotándose de una mayoría amplia de vecinos que esté comprometida con el modelo municipalista que se construya. Nada que ver con concurrir a las elecciones desde la simple lógica del marketing político, para después estar condenado a normalizarse cuando el contexto se complique. Tenemos que aprovechar la oportunidad de aprender de las experiencias municipalistas de otras ciudades, tanto de sus aciertos como de sus errores. Esta vez, no dejemos pasar la oportunidad que se nos brinda. Como seres humanos, tenemos el derecho a equivocarnos, pero no tendría justificación obstinarse a reiterar los mismos errores de 2015 una vez más.
En conclusión, el camino a recorrer pasa por un munipalismo que recoja lo mejor de ahora Murcia y Cambiemos, pero que tenga vocación de construir una herramienta mucho más amplia y capaz de catalizar e integrar las contribuciones desde todas las esferas sociales posibles de la ciudad, especialmente, de las movilizadas. Hagámoslo, es el momento propicio para ello.
*Quique Saura es Laboralista y miembro del Círculo Podemos-Costera Sur