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Murcianos incorregibles y ese Gorguel que los trastorna

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El puerto de Cartagena, técnicamente Autoridad Portuaria de Cartagena (APC), que pidió al Instituto Oceanográfico (IEO) la redacción del preceptivo (y vinculante) Estudio de Impacto Ambiental (EIA) sobre el pretendido nuevo puerto en El Gorguel, no está conforme con sus conclusiones porque lo descalifican, y en consecuencia su presidenta y otros partidarios de la obra han dado rienda suelta a su malestar, alarmados por la (insalvable) dificultad con que tropiezan.

Estaba previsto, porque ambientalmente ese puerto es una aberración, así que de nuevo hemos de encontrarnos con la estulticia militante, los episodios grotescos y los personajes insumisos del espectáculo que no cesa. La reacción más “contundente” se la ha tribuido doña Yolanda Muñoz, como primera autoridad portuaria que es, claro, gran partidaria del proyecto y, como le pega a su carácter, tan autoritario como imprudente, ha lanzado, como perlas de su sabiduría político-ambiental, las primeras tonterías de esta nueva fase, más divertida que las anteriores, del fantasmal puerto de contenedores, honra y prez de la (futura) economía murciana, que no sabe cómo salir de sus sombras si no es proyectando disparates, agrediendo al medio ambiente y presionando a la tribu política.

Pues dice la señora Muñoz que el informe del IEO “no es taxativo” (¡ele!), por lo que “no dice que no se pueda hacer” (¡genial!), ya que el IEO “sólo informa de posibles hipótesis de afección” (normal: se trata de un proyecto), y de la “solución” ya se encargará la APC “con el procedimiento legal medioambiental procedente”; un procedimiento que esta presidenta parece ignorar que está constituido, básica y determinantemente, por ese Informe negativo que, legalmente, imposibilita el proyecto. Sus palabras son de sainete, porque no es lo mismo un informe ambiental positivo que introduce medidas correctoras a posteriori del visto bueno, para que el proyecto sea viable definitivamente (que es la trampa y la indecencia a las que recurren muchos de esos estudios) que uno claramente negativo, que obliga a empezar de nuevo y a rediseñar el proyecto, si es que sus promotores insisten en llevarlo a cabo.

En el caso del puerto de El Gorguel, los obstáculos ambientales existentes, y considerados, son de fondo (nunca mejor dicho) y de envergadura, que irán aumentando en la medida que continúe ese empeño desdichado, como es de esperar: los factores ambientales tenidos en cuenta por el IEO no son exhaustivos, aunque sí suficientes, y la protección de ese litoral irá incrementándose en la valoración de los ecologistas, único grupo murciano que, una vez más, mantiene la sensatez en una región gobernada por vándalos ambientales.

El caso es que siguen sumándose los dislates respecto de este puerto, desde que hace un decenio (o más) la privilegiada mente del entonces presidente de la APC, Adrián Viudes, lo concibiera y lo vinculara a su gloria futura como gestor de una institución que marchaba sola (pese a sus esfuerzos por maltratar a los trabajadores del puerto y por deteriorar su carácter público). Don Adrián, con todo y con eso sigue dándole vueltas al proyecto y, como este no avanza, ataca a todo el mundo por incompetente o cobarde, recordándonos su encomiable gestión y olvidando que ya él mismo se enfrentó a una oposición y una crítica que, aunque las menospreciara con su bien conocida arrogancia, siguen rigiendo y valorándose.

Y a doña Yolanda y la corte de corifeos que siguen mareando la perdiz hay que recordarles que ese proyecto está impugnado y recurrido en tiempo y forma, que quienes lo denunciaron -diversas entidades ecologistas- le tienen declarada la guerra y que ahí surge otro importante obstáculo con el que la APC debiera contar, por más que esté dispuesta a modificar el proyecto y, sobre todo, a encargar un nuevo estudio ambiental a un organismo que se les allane y ría la gracia. Todo esto, por si no lo saben, va en detrimento del proyecto, su intención y su justificación, así como del empeño de sus promotores, que ya están tardando en abandonarlo.

Una vez más hay que advertir de las insidias de esos empresarios murcianos siempre dispuestos a beneficiarse de los dineros del Estado, que en este proyecto serían las contratas, subcontratas y los incrementos de presupuesto, sin que les importe demasiado que ese puerto resultara deficitario o ruinoso. Ya le tengo dicho al procónsul Albarracín, de la CROEM montaraz: si tan necesario cree que es el puerto del Gorguel para Murcia y España, es decir, si tan seguro está de su futuro éxito económico, que se pongan a la obra él y sus amigos (los siempre heroicos empresarios murcianos) y, en buena lógica liberal, dejen de lado al Estado.

Que predicarles a estos irresponsables que lo urgente es reducir el comercio exterior en general y el tráfico portuario en particular, es tarea inútil y tediosa.

El puerto de Cartagena, técnicamente Autoridad Portuaria de Cartagena (APC), que pidió al Instituto Oceanográfico (IEO) la redacción del preceptivo (y vinculante) Estudio de Impacto Ambiental (EIA) sobre el pretendido nuevo puerto en El Gorguel, no está conforme con sus conclusiones porque lo descalifican, y en consecuencia su presidenta y otros partidarios de la obra han dado rienda suelta a su malestar, alarmados por la (insalvable) dificultad con que tropiezan.

Estaba previsto, porque ambientalmente ese puerto es una aberración, así que de nuevo hemos de encontrarnos con la estulticia militante, los episodios grotescos y los personajes insumisos del espectáculo que no cesa. La reacción más “contundente” se la ha tribuido doña Yolanda Muñoz, como primera autoridad portuaria que es, claro, gran partidaria del proyecto y, como le pega a su carácter, tan autoritario como imprudente, ha lanzado, como perlas de su sabiduría político-ambiental, las primeras tonterías de esta nueva fase, más divertida que las anteriores, del fantasmal puerto de contenedores, honra y prez de la (futura) economía murciana, que no sabe cómo salir de sus sombras si no es proyectando disparates, agrediendo al medio ambiente y presionando a la tribu política.