Lo que ocurre en el área de Educación de la Región de Murcia desde que se desató la pandemia, hace ya casi un año, parece una broma de muy mal gusto. Una broma que, a muchos, les costará el futuro y a otros tantos dejará malparados, con enormes dificultades para recuperarse. A la mayoría, nos dejará una cruda sensación de abandono, desidia e indolencia. Y esto que pudiera parecer coyuntural, sumado a un sistema educativo público denostado, con 25 años de continuos vapuleos, puede ser mortal.
Y es que no solo falta liderazgo en la respuesta que el sistema educativo murciano debe dar ante esta complejísima situación, sino que, además, faltan recursos, ganas y ese espíritu de cuidado de lo público que, sin lugar a dudas, es esencial para poder seguir creciendo como sociedad.
Esto basta para dibujar la oscura situación en la que nos encontramos, con los peores datos de fracaso y abandono escolar temprano, con las mayores tasas de desigualdad de nuestro país y a la cola de todos los indicadores de calidad de nuestro sistema público de Educación. Unido a la terrible crisis sanitaria que afrontamos, con una completa ausencia de medidas educativas que amortigüen los efectos colaterales en nuestro alumnado, el resultado es devastador.
El Gobierno regional no solo no ha invertido en esta cuestión, sino que tampoco ha sabido utilizar la ingente cantidad de millones que ha enviado el Gobierno de España para hacer frente a los retos formativos de la pandemia. Así, tenemos la exclusividad en la medianía educativa, con una atención recortada que deja, sin parangón en el resto del país, a nuestros alumnos en casa de uno a tres días semanales, con una semipresencialidad que no hará más que engordar las listas de chavales alejados del sistema y abandonados a su suerte.
Desde el Partido Socialista llevamos meses denunciando este despropósito y advirtiendo del negro escenario que, día a día, se va dibujando en nuestra Región. Pero no escuchan. Quienes nos gobiernan, quienes tienen la responsabilidad de cuidar de nosotros, están ocupados en vacunarse antes que nuestros mayores y enfermos o en seguir regalando privilegios a las empresas del juego, pues parece que los más de 7 millones de euros anuales que les bonifican en impuestos que todos los murcianos dejamos de percibir, no son suficientes para agradar a un sector que está siendo la ruina de miles de jóvenes.
Y están en eso y nada más, porque en plena tercera ola, en la que abanderamos el índice de contagios, hospitalizados y fallecidos del país, el gobierno regional en pleno ha metido la cabeza debajo de la tierra y sin más explicaciones nos han dejado solos. “Sálvese quien pueda” -han pensado-, “que nosotros tenemos que salvar el Gobierno”, cueste lo que cueste, caiga quien caiga, se quede quien se quede por el camino. Y es que, sin paliativos, no hay nadie al mando.
Tanto es así, que desde hace semanas la consejera de Educación está en paradero desconocido. Con la comunidad educativa en pleno clamando auxilio, quien tiene la responsabilidad de ordenar todas aquellas medidas que garanticen la salud y la seguridad de escolares, docentes y resto de agentes educativos, se ha vendado los ojos y ha preferido esperar a que pase la tempestad sin mover ni un solo dedo. El problema es que la tormenta está durando demasiado y tiene unas magnitudes fuera de todo orden. Y, desde luego, su indolencia se ha vuelto imperdonable.
¿Dónde están los desdobles, los docentes que faltan, los medidores de CO2, los filtros HEPA, los test a docentes y alumnado o las alternativas digitales en caso de cuarentenas o puntuales confinamientos? ¿Dónde está la empatía con los cientos de miles de murcianos que cada día pasan por las aulas de nuestra Región? ¿Dónde está el sentido del deber?
Personalmente, sigo sin dar crédito. Jamás había visto tal cosa, tal deslealtad con la ciudadanía, tal ruindad y poco crédito. Si en la peor situación el capitán abandona el barco, más vale que no vuelva cuando amaine el vendaval, porque para entonces, el capitán no tendrá legitimidad alguna.
Va siendo hora de que alguien le diga a Esperanza Moreno que ha perdido toda credibilidad y que el mejor favor que le puede hacer a nuestro sistema educativo es dejar el cargo a quien tenga la valentía de afrontarlo con la seriedad y el rigor que merece. Después de esto, ya no le queda nada que demostrar.
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