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Quién iba a pensar que la derecha identificaría tan bien esos canales de difusión para colar mensajes criptonazis en los memes que desayuna tu tía Mari Carmen
Nota del autor: Si te llamas Manolo te pido perdón de antemano, sois simples víctimas de la aleatoriedad.
Hay un señor en mi barrio, barrigón, patizambo y terraplanista. Pasea a un bulldog al que lleva a rastras mientras mira su móvil; lo hace todo el tiempo: el tipo camina siempre por mi calle arrastrando a ese perro feo como un demonio y con la vista clavada en la pantalla, la espalda encorvada, el cuello tieso y la barbilla enterrada en su papada borbónica. Cuando pasea a solas por la calle, puedo escucharlo a él y al perro respirar y jadear al unísono como Veltesta y Protesta, o más bien como Ortro, porque de guardianes de las puertas del inframundo tienen poco; ambos se coordinan hasta para rascarse el trasero. Manolo Fulanitez [nombre real] tiene Facebook y por razones que desconozco, somos amigos™, así que puedo ver su muro. Más que muro, tapia, si os soy sincero.
Manolo postea a diario y yo lo leo cada dos semanas, en mis visitas bisemanales para postear mis reportajes. Cosas del SEO. ¿Sabíais que hay una cuenta llamada “Orgullosos de ser españoles”? Es como el gran grupo de WhatsApp familiar en la que todos los miembros son tu cuñado, todos odian a Pedro Sánchez y, por lo que sea, todos están preocupadisimos por España. Dicen que nos vamos a la mierda. El tipo es discreto. Comparte, pero no comenta. Esas páginas de Facebook, según recuerdo, eran poco más que cuentas de apoyo a Rafa Nadal y a la Patrulla Águila; inocentes clubs de amigos de la nación, el manantial del que brotaban los memes de Piolín dando los buenos días. Quién iba a pensar que la derecha identificaría tan bien esos canales de difusión para colar mensajes criptonazis en los memes que desayuna tu tía Mari Carmen. Como voyeur de lo decadente y lo desagradable, a veces pierdo la tarde como quien lee Wikipedia revisando una por una sus publicaciones de los últimos días. Por lo visto los aficionados al chemtrailing han alcanzado cierto consenso y han entendido que, si llaman al SEPRONA para denunciar las avionetas, empieza a llover. Aquí entra en escena Enrique de Diego; para quien no lo conozca, un genio:
Mi vecino, al igual que don Enrique, están convencidos de que una llamada al 062 es más efectivo que rezarle a San Isidro Labrador; una especie de uberización friki del clima llevada a cabo por señores de mediana edad con una nula capacidad de entender el mundo que les rodea. Decía Alfredo Pascual que la derecha ha conseguido capitalizar la rabia de estos al compartir el vídeo de un tipo berreando -no he encontrado otra palabra más precisa- contra el presidente del Gobierno por la subida de los tipos de interés. La derecha no es didáctica, aboga por el libre albedrío y porque cada cual construya y entienda la realidad a su antojo: ya se encargará más tarde de agrupar a esos merluzos en un mismo acuario. Lo explica maravillosamente bien Noel Ceballos en 'El Pensamiento Conspiranoico' (Arpa Ediciones, 2021) y hace hincapié en cómo unas palabras sacadas de contexto o una simple coincidencia pueden poner a alguien en el ojo tuerto del huracán del misterio. “¿Qué vemos cuando pensamos en Bill Gates?”, comienza diciendo. Ensayo maravilloso, por cierto.
La timeline de mi vecino es el tablón de anuncios de un manicomio, una tormenta de ideas de las mayores sandeces nunca dichas; un gazpacho de errores científicos, palabras en mayúsculas y fotografías de nubes y estelas de reactor. El tablón te habla, y te llama idiota. No estás a su altura, así que ríndete y amárrate y bebe del pilón de este conocimiento que sólo has tardado dieciséis minutos en encontrar. Desborreguízate viendo este vídeo de un asirio hablando en pársel y cuyos subtítulos probablemente no coincidan con lo que el tipo está diciendo; vamos, que lo mismo el señor está hablando de bricolaje para exteriores y jardines y tú creyendo que te está dando la ubicación exacta del arca de Noe.
Yo me pregunto qué interés tendrán las élites de Washington en silenciar a Juan Ramón, vecino de Villanueva de Albutartas empeñado en que el Papa Francisco es un lagarto espía marxista leninista judìo. El QAnon español no lleva cuernos de búfalo pero sí piel de toro, con olor a cuero y sudor, como el vestuario de un equipo de rugby en el tercer tiempo. A Manolo se le ve venir, porque está a un café de una neurosis incapacitante, pero el problema viene cuando tu querido tío Manuel te manda una solicitud de amistad en Facebook y descubres que en realidad tu tío Manuel se llama Manolo y mientras pasea a su bulldog baboso lleva a cabo una cruzada contra los poderes del Estado Profundo. Me pregunto qué opinará el perro al respecto.
Nota del autor: Si te llamas Manolo te pido perdón de antemano, sois simples víctimas de la aleatoriedad.
Hay un señor en mi barrio, barrigón, patizambo y terraplanista. Pasea a un bulldog al que lleva a rastras mientras mira su móvil; lo hace todo el tiempo: el tipo camina siempre por mi calle arrastrando a ese perro feo como un demonio y con la vista clavada en la pantalla, la espalda encorvada, el cuello tieso y la barbilla enterrada en su papada borbónica. Cuando pasea a solas por la calle, puedo escucharlo a él y al perro respirar y jadear al unísono como Veltesta y Protesta, o más bien como Ortro, porque de guardianes de las puertas del inframundo tienen poco; ambos se coordinan hasta para rascarse el trasero. Manolo Fulanitez [nombre real] tiene Facebook y por razones que desconozco, somos amigos™, así que puedo ver su muro. Más que muro, tapia, si os soy sincero.