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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

¿Por qué no nos movilizamos por la dignidad humana?

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Nunca es tarde para comenzar a luchar y amar, amar y luchar, sin tener en cuenta los resultados de esta lucha. El capitalismo ha hecho que cuantifiquemos los logros y los fracasos y cuando los fracasos se imponen perdemos la esperanza y abandonamos. Cuando no se produce una reacción de gran parte de la sociedad por las reivindicaciones justas, necesarias y razonables, como es, por ejemplo, el trabajo digno o proteger el medio ambiente, nos produce mucha desolación, frustración y desesperanza. Es lógico porque somos humanos y el paso del tiempo nos desgasta y nos produce un cansancio físico y emocional, que nos hace cuestionar, incluido la rabia y el reproche, si seguir luchando desde el compromiso social, por ese mundo más humano y humanizante. Hay una pregunta que nos golpea, produciéndonos mucha zozobra interior y es: si la gente no se moviliza, incluso, apoyan a los que dejan sin futuro a sus hijos e hijas ¿Por qué tengo que hacerlo yo? ¿Por qué me tengo que empeñar en construir ese otro mundo posible, necesario y urgente?

Vivimos en un mundo, en un solo mundo, no hay otro, y lo que hagamos o lo que dejemos de hacer tienen consecuencias. Lo estamos experimentando con el cambio climático, con sequías, inundaciones, contaminación del aire y del agua, incendios. ¿Quién nos iba a decir que se iban a producir incendios en Siberia? Podemos no mirar, no pensar, esconder la cabeza, vivir o sobrevivir cada día sin más visión de futuro, ser indiferentes y hasta apoyar a los que están destruyendo las condiciones de vida, tanto sociales como naturales, pero, nos afecta, porque, insisto, vivimos en un solo mundo, aunque tengamos fronteras físicas y socioeconómicas.

Vivimos en un mundo donde la historia de la humanidad se ha escrito, en una parte importante, con el horror de la violencia y guerras. Deseamos la paz, pero fabricamos conflictos y nos sentimos con el derecho de aniquilar vidas. Todos los que han llegado al poder han ejercido la represión brutal en el nombre de la libertad y de la justicia. Cuando los poderosos se han sentido que pueden encarcelar, torturar y asesinar a los que consideran oponentes, se convierten en seres llenos de odio, de crueldad y dejan de ser humanos.

Pero, junto a estas realidades y otras similares, hay gente, organizaciones y movimientos sociales que siguen luchando, a pesar de todo, y amando. Siguen perseverando y sus vidas son pequeñas luces que iluminan y que son signos de esperanza. Suelo poner el siguiente ejemplo: Cuando se va la luz y encendemos una vela, aunque sea pequeña, ilumina mucho. Las personas que siguen organizándose y luchando son esas velas en la oscuridad.

Hay gente luchando y amando en todos los rincones, en todos los continentes, en todos los países. El hecho de no conocerlos, no significa que no existan. Lo digo por experiencia propia, porque cuando he viajado a algún sitio siempre me he encontrado gente que sigue intentado construir un mundo con humanidad. No es cierto que todas las personas, sin excepción, vayan a lo suyo, a su interés o practiquen el absurdo del sálvese quien pueda, porque los únicos que se salvan son los adinerados y enriquecidos.

Nuestro mundo, nuestra humanidad grita para que nos movilicemos, para que despertemos nuestra conciencia y salgamos de esa anestesia y a apatía social, que ha provocado que los poderes puedan obrar, maniobrar a su antojo, fracturando la sociedad, fragmentando las relaciones sociales, encerrándonos en nuestro propio egoísmo, y llevando al abismo a millones de personas.

Tenemos que movilizarnos por la dignidad humana, por los más empobrecidos, por los que se ven obligados a salir de sus países, por los que son excluidos por tener una discapacidad, por ser mayores, por no tener un trabajo digno, no tienen sanidad ni educación en condiciones… Tenemos que movilizamos porque los productores del odio, las injusticias y las violencias, actúan cada día, porque tienen muchos medios a su disposición.

Nosotras y nosotros tenemos nuestras pequeñas vidas, nuestra creatividad, nuestro sentido de la vida que nos dice que toda persona merece una vida basada en la libertad, en la justicia, en la paz y en la fraternidad. Cada persona tenemos que poner nuestro esfuerzo, trabajo y sacrificio para contribuir al bien común, pero, sabiendo que si algún día tenemos alguna dificultad y problema grave, vamos a encontrar la solidaridad de las personas de nuestro entorno y la protección de las instituciones.

Es verdad, que estamos llegando a destiempo a muchas situaciones, donde ya estábamos advertidos, pero, nunca es tarde para empezar a luchar y amar y ¡ojalá tengamos muchos logros por el bien del ser humano! Pero, si fracasamos o los logros son pequeños o insignificantes, que sintamos, aunque sea con dolor y tristeza, que hemos contribuido por crear un presente y un futuro mejor y eso por sí mismo indica la grandeza, con humildad y sencillez, de las personas que quieren que este mundo sea un mundo de todas y todos, con todas y todos, para todas y todos. Merece la pena luchar.

Nunca es tarde para comenzar a luchar y amar, amar y luchar, sin tener en cuenta los resultados de esta lucha. El capitalismo ha hecho que cuantifiquemos los logros y los fracasos y cuando los fracasos se imponen perdemos la esperanza y abandonamos. Cuando no se produce una reacción de gran parte de la sociedad por las reivindicaciones justas, necesarias y razonables, como es, por ejemplo, el trabajo digno o proteger el medio ambiente, nos produce mucha desolación, frustración y desesperanza. Es lógico porque somos humanos y el paso del tiempo nos desgasta y nos produce un cansancio físico y emocional, que nos hace cuestionar, incluido la rabia y el reproche, si seguir luchando desde el compromiso social, por ese mundo más humano y humanizante. Hay una pregunta que nos golpea, produciéndonos mucha zozobra interior y es: si la gente no se moviliza, incluso, apoyan a los que dejan sin futuro a sus hijos e hijas ¿Por qué tengo que hacerlo yo? ¿Por qué me tengo que empeñar en construir ese otro mundo posible, necesario y urgente?

Vivimos en un mundo, en un solo mundo, no hay otro, y lo que hagamos o lo que dejemos de hacer tienen consecuencias. Lo estamos experimentando con el cambio climático, con sequías, inundaciones, contaminación del aire y del agua, incendios. ¿Quién nos iba a decir que se iban a producir incendios en Siberia? Podemos no mirar, no pensar, esconder la cabeza, vivir o sobrevivir cada día sin más visión de futuro, ser indiferentes y hasta apoyar a los que están destruyendo las condiciones de vida, tanto sociales como naturales, pero, nos afecta, porque, insisto, vivimos en un solo mundo, aunque tengamos fronteras físicas y socioeconómicas.