La CUP siempre ha defendido la 'teoría del mambo' y el independentismo parece haberse contagiado de ese espíritu que proclama quererlo todo. Su inexplicable rechazo a los Presupuestos Generales del Estado tumba a un Gobierno, el del PSOE con apoyo de Podemos, que es, con total seguridad, preferido por sus electores muy por encima del Gobierno de las tres derechas. Rufián y el PDCAT prefirieron pedir lo imposible a negociar con responsabilidad un escenario favorable para las partes. Forzaron la máquina para terminar regalando a Santiago Abascal unas elecciones.
Sin embargo, las fuerzas progresistas de ámbito nacional están de enhorabuena. El independentismo les señala la puerta de salida, por lo que nadie podrá hablar de cesiones o traiciones, y ahora, son las derechas con los secesionistas los que bloquean al Estado. Una curiosa pinza política que se opone a la agenda social del Gobierno, impulsada por las condiciones de Podemos.
Tras la votación de hoy, Moncloa tiene un nuevo relato: el independentismo me echa. Podemos, que se ha mantenido fiel al Gobierno, también se puede sumar fácilmente a esta narrativa, que le permite cancelar la hipoteca de mantener un discurso próximo a los del Procès. Estas gentes han preferido que caiga el Gobierno, y las políticas sociales y de diálogo, a buscar un acuerdo. Y ahora son ellos los que tendrán un problema con su electorado, no por haber dejado caer a Pedro Sánchez, sino por poner en serio peligro a la España del progreso.
Se demuestra una vez más que los dos extremos viven encantados con el permanente clima de tensión y crispación. Cada uno, feliz con su bandera, parece no querer pasar página. No les interesa abrir una nueva etapa de convivencia y avance social, porque es mucho más fácil seguir con la política del sentimentalismo cortoplacista que abordar las transformaciones sociales justas que millones de españoles llevan años esperando.
El Partido Popular y Ciudadanos tendrán que explicar por qué dejaron abandonado al Gobierno en manos del independentismo, utilizando la cuestión territorial para hacer una oposición destructiva y poco leal. Es especialmente importante remarcar que la derecha española ha preferido que el independentismo se cargue al Gobierno cuando saben que esto sucede por no plegarse Sánchez a las exigencias de autodeterminación, reivindicación que, todos sabemos, no tiene base jurídica alguna en el actual marco y es de difícil encaje aún cuando pudiéramos diseñar un nuevo ordenamiento.
La política hace extraños compañeros de cama. PSOE y Podemos frente a una derecha cada vez menos institucional y más callejera, que ha encontrado en Rufián y los de Puigdemont su mejor aliado para conseguir aquello que tanto anhelan: elecciones a toda costa y a todo coste. Los españoles juzgarán, pero tienen ante sí –y para alegría de Iván Redondo– un nuevo relato: la izquierda nacional paga el coste de no plegarse ante el independentismo insaciable, y éste, con su irresponsabilidad, acerca a VOX a la Moncloa.
La CUP siempre ha defendido la 'teoría del mambo' y el independentismo parece haberse contagiado de ese espíritu que proclama quererlo todo. Su inexplicable rechazo a los Presupuestos Generales del Estado tumba a un Gobierno, el del PSOE con apoyo de Podemos, que es, con total seguridad, preferido por sus electores muy por encima del Gobierno de las tres derechas. Rufián y el PDCAT prefirieron pedir lo imposible a negociar con responsabilidad un escenario favorable para las partes. Forzaron la máquina para terminar regalando a Santiago Abascal unas elecciones.
Sin embargo, las fuerzas progresistas de ámbito nacional están de enhorabuena. El independentismo les señala la puerta de salida, por lo que nadie podrá hablar de cesiones o traiciones, y ahora, son las derechas con los secesionistas los que bloquean al Estado. Una curiosa pinza política que se opone a la agenda social del Gobierno, impulsada por las condiciones de Podemos.