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Ofensas ¿menores?

En muchas ocasiones, las personas que no nos adscribimos a ninguna religión organizada tenemos que afrontar hechos que entran en conflicto con nuestros sentimientos, con nuestras creencias más íntimas. Cuando se hace la declaración de la renta y tenemos que elegir entre marcar la casilla de la Iglesia católica o no. Cuando un alumno, al matricularse, debe expresar por escrito su elección o no de que se le imparta religión y cuál de ellas. Cuando un miembro de las Fuerzas Armadas ha de solicitar a sus superiores que le eximan de asistir a un acto religioso.

Cuando nos vemos obligados a reclamar que retiren los símbolos confesionales de una institución o centro público, debiendo formular una demanda al respecto. Todos ellos son momentos en los que se contraviene el mandato constitucional de que “Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias” (Art. 16.2, Constitución Española, 1978).

El mes pasado, los cristianos de Murcia acudieron a un ritual que este grupo religioso acostumbra a celebrar los domingos, más conocido como misa, “en desagravio a la Virgen” (la mayúscula es de los organizadores), cuya imagen había sido usada por la revista Mongolia en un cartel. A esta celebración asistió la Consejera de Cultura y Portavocía, Noelia Arroyo, así como otras personalidades. A la entrada del local de celebración (templo), Arroyo, esclafó a los periodistas: “esto [la misa] no ofende a nadie”.

No, la realización de actos dentro de la legalidad o de la ética no ofende a nadie, de modo que ¿por qué se sintieron ofendidos los creyentes por un cartel publicitario?

Y nosotros, los no creyentes, ¿permanecemos indiferentes ante los rituales de las confesiones? ¿Cómo nos enfrentamos a estas “ideas religiosas descompuestas” (Baroja), cómo superamos la decepción de comprobar que siglo tras siglo, para paliar la terrible “hambre de infinito” (Lautreamont) las religiones organizadas nos ofrezcan reglas para vestir, guerras violentísimas, actos heredados del paganismo o imágenes pintadas?

(Hace una semana, una parte de los católicos de Callosa del Segura impidieron que se quitara el monumento franquista aduciendo que era un símbolo religioso ¿Por qué lo permitieron sus párrocos? ¿No estaban cometiendo pecado de idolatría?)

Catalogada dentro de los pensadores de derechas, María Zambrano tendría mucho que decir a este respecto. Su línea de pensamiento, paralela al existencialismo de Sartre, buscaba curar la soledad del ser volviendo a unirse (re-ligare) con una plenitud que trascendiera el ego y convocara lo humano más allá de sí mismo, entretejido con los Otros.

Esta concepción de imanencia se opone radicalmente al pesimismo existencial de Baroja, para el cual la ausencia o muerte de Dios constituía un vacío irrellenable y fatalista que lleva al ser humano a la inacción y a la desgracia. Para Baroja el ser vivo no vale nada, necesita “pelearse” con un ente superior que le trascienda. Para Zambrano, cualquier ser, en presencia de si mismo y del Otro, se halla en presencia de lo divino. (No exactamente, estoy resumiendo).

Naturalmente, durante el franquismo, fue María la que tuvo que salir corriendo. El nacional-catolicismo que Miss Canarias 36* traía, no hubiera permitido que la elegancia de pensamiento de Zambrano permaneciera viva en España.

La religiosidad de Zambrano (como la de Bernanos, o la de Green) no admite idolatrías ni vírgenes melindrosas. El dios de Zambrano no cura el alma con rezos a-sentidos (es decir, desprovistos de sentimientos, recitados de memoria, como hacen también judíos, musulmanes o budistas); no acepta el culto público (sepulcros blanqueados), ni necesita pisos de lujo en Madrid, ni protege a los malvados (si alguno de vosotros ofendiera a uno solo de estos niños…)**

Poco tiene que ver este tipo de creencia con la que mantienen la mayoría de creyentes confesionales de hoy en día, ocupados en salvar tallas de madera y perseguir a las mujeres que abortan (cristianos), expulsar a sus legítimos habitantes de una supuesta ciudad sagrada (judíos) o en matar a todo aquel que les contradiga (musulmanes), cuando no de evadirse del mundo viviendo a costa de sus paisanos (budistas… y curas de todo tipo).

 A la tumba de María Zambrano, en Vélez Málaga, siguen llegando los gatos. Esto no es un milagro. Es porque los gestores del cementerio les echan de comer allí cerca. Eso no es lo importante. Lo importante es la razón por la que les ponen comida: porque en el pueblo todos saben que Zambrano adoraba a estos animales.

Entonces, ¿por qué los rituales hueros, por qué el infantilismo o la violencia? Basta mirar esa pequeña tumba blanca, nunca solitaria, siempre acompañada de seres sin edad y sin desdicha, para asegurar el gozo de saberse humano y allí estarse, dejando pasar las horas, al amparo de la Belleza y de la Sabiduría.

*Miss Canarias 36: Francisco Franco en la correspondencia entre Sanjurjo y Mola, previa al golpe de estado del año 1936. Le apodaban así porque como Franco no se decidía si por apoyar a la República o si por apoyar a los golpistas, constantemente todo el mundo le llamaba y le pedía posicionarse, como a las misses, que les sacan en cualquier revista de moda hablando de lo que sea. Es curioso este dato porque confirma la posterior muerte por fashion victim de Sanjurjo: metió tanta ropa en el avión que le trasladaba al puesto de mando del levantamiento que no pudo remontar el vuelo.

**¿Recordais al papa Juan Pablo II, acogiendo a Maciel en sus brazos?

*Cristina Morano es Escritora, diseñadora gráfica y miembro de la Coordinadora de Cambiemos Murcia

N. de la A.: Desde CambiemosMurcia nos sumamos a la red de municipios laicos propuesta por la Asociación Europa Laica, y presentamos iniciativas legales para que las organizaciones religiosas realicen el paso legal normal (presentar una solicitud en tiempo y forma) si quieren obtener dinero (hoy en día, a las asociaciones relacionadas con las religiones se les da dinero de todos los españoles porque sí, sin preguntar siquiera si lo necesitan).

En muchas ocasiones, las personas que no nos adscribimos a ninguna religión organizada tenemos que afrontar hechos que entran en conflicto con nuestros sentimientos, con nuestras creencias más íntimas. Cuando se hace la declaración de la renta y tenemos que elegir entre marcar la casilla de la Iglesia católica o no. Cuando un alumno, al matricularse, debe expresar por escrito su elección o no de que se le imparta religión y cuál de ellas. Cuando un miembro de las Fuerzas Armadas ha de solicitar a sus superiores que le eximan de asistir a un acto religioso.

Cuando nos vemos obligados a reclamar que retiren los símbolos confesionales de una institución o centro público, debiendo formular una demanda al respecto. Todos ellos son momentos en los que se contraviene el mandato constitucional de que “Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias” (Art. 16.2, Constitución Española, 1978).