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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Pactos de la vergüenza

Casi dos meses tras las elecciones del 26 de mayo seguimos con la cara descompuesta ante los acontecimientos y declaraciones que se suceden en materia de negociaciones para formar gobierno en la Región de Murcia. Cuesta creer que un partido que se hace llamar “liberal de centro” no haya estado a la altura para frenar las intenciones de un partido de ultraderecha, que es finalmente el que sale más victorioso en sus propuestas, siendo una clara minoría parlamentaria. Pero, sobre todo, siendo en su conjunto un fósil ideológico que no va a traer a esta región otra cosa más que atraso en políticas sociales, y pérdidas infinitas de tiempo mientras elaboran sus listas negras.

De éstas, las políticas sociales, una de las que más les altera es la Igualdad, o lo que ellos llaman “ideología de género”, con ese lenguaje opusiano salido de alguna cloaca intelectualoide que no ha comprendido todavía que es imposible evolucionar como sociedad sin el esfuerzo de todos para superar la herencia cultural machista que nos asola, que se ha cobrado la vida de más de mil mujeres en 15 años, que llena los juzgados de juicios por violencia de género, y las ciudades y pueblos de mujeres maltratadas, violadas, menores huérfanos y familias desoladas; que ha provocado el intento de suicido de cientos de jóvenes LGTBI que ven su integridad violentada por la LGTBIfobia, dentro y fuera de las aulas, en sus propias familias, o en su vecindario. El feminismo, que ellos lo imaginan con cuernos y rabo, o como señora montada en una escoba surcando el cielo, les resulta el enemigo a combatir, como si éste fuera a cargarse los cimientos de su dogmática estructura social y familiar. La lucha que los y las activistas LGTBI mantenemos a diario para hacer de este mundo un lugar más seguro para todas le supone una amenaza a su sacrosanto estilo de vida cisheteronormativo, de papá, mamá y familia numerosa. Como si éste fuera incompatible con el resto de modelos de vida.

Es decir, no han comprendido la palabra “libertad”, no han comprendido la riqueza de la diversidad, no la tienen asumida en su pensamiento unidireccional, ni ven la necesidad de proteger a las personas más vulnerables. No ven la presión que ejercen, ni el daño que provocan, defendiendo con esa vehemencia la moral y la ética que quieren proteger, frente a los principios de las libertades y los Derechos Humanos.

Se nos han colado en las instituciones, con esos discursos malintencionados, falsarios y exentos de empatía social. Pero lo peor no es esto, lo peor es quienes les han dado legitimidad a esos discursos cargados de odio. Y aquí es cuando han llegado las mesas de negociación: yo te doy, tú me das. Yo ignoro tu insensibilidad, tú a cambio me proporcionas el poder que me falta. Y peor aún, siempre disfrazando la intención.

En política hay que estar avispado para no caer en la mezquindad. La grandeza se mide en la genialidad de llegar para todos, y la bajeza en la traición. Traición primero a quien te ha elegido, y segundo, a todos aquellos a los que ignoras y sacrificas.

Los acuerdos alcanzados entre un partido que lleva 24 años gobernando esta Región, con resultados visibles (estamos entre las regiones más deprimidas en todos los aspectos: pobreza, precariedad laboral, sanidad, educación, cultura, políticas medioambientales, igualdad), un nuevo partido que desea llevarnos de regreso a la época más oscura de nuestro país, y un partido supuestamente moderno que quiere liderar las libertades, es el resultado más ejemplar de lo que significa estar exento de grandeza política. Dejar de lado al partido más votado, que, apuesta por la regeneración y el progreso, únicamente por una visión diferente sobre el modelo de gravación de impuestos para entregarse al conocido rancio abolengo regional es lo más patético que hemos vivido en esta Región en mucho tiempo.

Querían doblegar a Ciudadanos, hacerles sentar en una mesa y negociar. De premio algunos cargos comprometidos con lo pactado. Lo han conseguido. Y los otros, los otros son los de siempre: rezando para que alguna Virgen nos traiga desarrollo.

Enhorabuena, las ventas nos van a salir carísimas: cuatro años más de lo mismo, aunque paguemos menos impuestos (que está por ver).

Las personas que apostamos y luchamos por la igualdad ni siquiera estamos sorprendidas, estamos alarmadas, y a ver cómo perdonamos. Se va a hacer infumable esta legislatura.

Casi dos meses tras las elecciones del 26 de mayo seguimos con la cara descompuesta ante los acontecimientos y declaraciones que se suceden en materia de negociaciones para formar gobierno en la Región de Murcia. Cuesta creer que un partido que se hace llamar “liberal de centro” no haya estado a la altura para frenar las intenciones de un partido de ultraderecha, que es finalmente el que sale más victorioso en sus propuestas, siendo una clara minoría parlamentaria. Pero, sobre todo, siendo en su conjunto un fósil ideológico que no va a traer a esta región otra cosa más que atraso en políticas sociales, y pérdidas infinitas de tiempo mientras elaboran sus listas negras.

De éstas, las políticas sociales, una de las que más les altera es la Igualdad, o lo que ellos llaman “ideología de género”, con ese lenguaje opusiano salido de alguna cloaca intelectualoide que no ha comprendido todavía que es imposible evolucionar como sociedad sin el esfuerzo de todos para superar la herencia cultural machista que nos asola, que se ha cobrado la vida de más de mil mujeres en 15 años, que llena los juzgados de juicios por violencia de género, y las ciudades y pueblos de mujeres maltratadas, violadas, menores huérfanos y familias desoladas; que ha provocado el intento de suicido de cientos de jóvenes LGTBI que ven su integridad violentada por la LGTBIfobia, dentro y fuera de las aulas, en sus propias familias, o en su vecindario. El feminismo, que ellos lo imaginan con cuernos y rabo, o como señora montada en una escoba surcando el cielo, les resulta el enemigo a combatir, como si éste fuera a cargarse los cimientos de su dogmática estructura social y familiar. La lucha que los y las activistas LGTBI mantenemos a diario para hacer de este mundo un lugar más seguro para todas le supone una amenaza a su sacrosanto estilo de vida cisheteronormativo, de papá, mamá y familia numerosa. Como si éste fuera incompatible con el resto de modelos de vida.