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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La parálisis de una región que cabe en una frase

Estaba cantado que PP y Vox esperarían al desenlace del 23J para concluir el paripé de sus negociaciones y formar gobierno en la Región de Murcia. Para Feijóo –como para el resto de políticos regionales-, esta comunidad autónoma siempre ha sido la plaza más cómoda para experimentar y tensar determinados límites. Sería imposible que Valencia, Extremadura o Baleares permanecieran sin gobierno durante meses, pero, en el caso de la Región de Murcia –a quien nadie importa, con quien nadie se compromete de verdad-, la dilatación de los tiempos no solo no penaliza sino que hasta causa gracia. Pocos personajes han contribuido más al descrédito de esta esquina de España que López Miras. Bajo su gobierno, nos hemos convertido en un continuado chiste nacional que ha dañado –de un modo todavía impensable- la reputación de esta tierra.

Dentro del tablero en el que Génova juega sus piezas, la Región de Murcia ha adquirido circunstancialmente el papel de “resistance” contra la ultraderecha. Tiene su gracia: la comunidad más conservadora de España, con el mayor porcentaje de voto otorgado a Vox, es la que, sin embargo, quiere pasar ahora como un territorio de libertad que no se somete a las fuerzas tenebrosas de Abascal. Ojalá la negativa de López Miras a que Vox entre en el gobierno fuera real y honesta. Yo sería el primero en aplaudirla. Pero no es jugar a ser un preclaro y aventajado analista declarar que, por desgracia, Vox no constituye para López Miras ni para Feijóo un límite ético que no se puede traspasar. Durante el mitin que la pasada semana ofreció el líder gallego en Murcia, derrochó su floja sintaxis en apoyar la opción de un gobierno del PP en solitario frente a las presiones de los de Antelo. Sin embargo, unas horas más tarde y 70 kilómetros más al norte, en Alicante, el mismo político aplaudió el pacto alcanzado en aquella comunidad con la ultraderecha. Todo es mentira. La Región de Murcia no es la Asturias de Don Pelayo desde la que afrontar la re-centralización del PP y hacer olvidar su viraje hacia la ultraderecha.

La única razón de ser de la fallida sesión de investidura em la Asamblea Regional es otorgar un argumento a Feijóo para defenderse de sus pactos con Vox. Y, concretamente, dicho argumento se tradujo en una frase –soltada a prisa y corriendo- en el 'Cara a cara' que enfrentó a Sánchez y al presidente del PP. Feijóo es consciente de que su talón de Aquiles son los pactos con la extrema derecha, y los peligrosísimos episodios de censura que comienzan a salpicar el mapa autonómico y municipal. Necesitaba un solo caso de confrontación con Vox para desmontar el absoluto de que, ahora mismo, en 2023, PP y Vox se encuentran tan juntos que por momentos resultan indistinguibles. En plena oleada de acusaciones de Sánchez, cuando Feijóo se sintió por una vez contra las cuerdas en un debate que claramente ganó, sacó a relucir el 'caso de la Región de Murcia'. No creamos que se demoró en exceso en él, ni que lo convirtió en una batería de argumentos más o menos sólidos. No. Se limitó a mal construir una frase en medio del ensordecedor ruido. Ya está. Toda la parálisis política en la que vive instalada la Región de Murcia ocupó una frase en el prime time televisivo. ¿Para qué más?

López Miras –cuyo único valor en la estrategia nacional del PP es servir en todo momento como obediente peón- entregó a su superior lo que quería: una triste frase de defensa en un triste debate. Y que quede meridianamente una cosa: no quiero a Vox bajo ningún concepto en un gobierno. No soy de los que piensan que, con la ultraderecha en San Esteban, López Miras se convertirá en una presa fácil para la izquierda. Pero lo que bajo ningún concepto consentiré es que nos tomen por gilipollas y nos quieran hacer tragar con una película que, de tan mala, solo tiene un pase en cualquier sobremesa bochornosa de verano. En una semana los actores se quitarán las máscaras y el “reconquistador” López Miras se mostrará como lo que es: alguien que pactaría con el mismísimo Caudillo con tal de mantener el poder.    

Estaba cantado que PP y Vox esperarían al desenlace del 23J para concluir el paripé de sus negociaciones y formar gobierno en la Región de Murcia. Para Feijóo –como para el resto de políticos regionales-, esta comunidad autónoma siempre ha sido la plaza más cómoda para experimentar y tensar determinados límites. Sería imposible que Valencia, Extremadura o Baleares permanecieran sin gobierno durante meses, pero, en el caso de la Región de Murcia –a quien nadie importa, con quien nadie se compromete de verdad-, la dilatación de los tiempos no solo no penaliza sino que hasta causa gracia. Pocos personajes han contribuido más al descrédito de esta esquina de España que López Miras. Bajo su gobierno, nos hemos convertido en un continuado chiste nacional que ha dañado –de un modo todavía impensable- la reputación de esta tierra.

Dentro del tablero en el que Génova juega sus piezas, la Región de Murcia ha adquirido circunstancialmente el papel de “resistance” contra la ultraderecha. Tiene su gracia: la comunidad más conservadora de España, con el mayor porcentaje de voto otorgado a Vox, es la que, sin embargo, quiere pasar ahora como un territorio de libertad que no se somete a las fuerzas tenebrosas de Abascal. Ojalá la negativa de López Miras a que Vox entre en el gobierno fuera real y honesta. Yo sería el primero en aplaudirla. Pero no es jugar a ser un preclaro y aventajado analista declarar que, por desgracia, Vox no constituye para López Miras ni para Feijóo un límite ético que no se puede traspasar. Durante el mitin que la pasada semana ofreció el líder gallego en Murcia, derrochó su floja sintaxis en apoyar la opción de un gobierno del PP en solitario frente a las presiones de los de Antelo. Sin embargo, unas horas más tarde y 70 kilómetros más al norte, en Alicante, el mismo político aplaudió el pacto alcanzado en aquella comunidad con la ultraderecha. Todo es mentira. La Región de Murcia no es la Asturias de Don Pelayo desde la que afrontar la re-centralización del PP y hacer olvidar su viraje hacia la ultraderecha.