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¿Qué pasa en Turquía?

Turquía se ha puesto patas arriba. En cuestión de horas, la senda de la política internacional del Gobierno de Ankara tomó un rumbo, cuanto menos, controvertido. Lo que días antes no suponía una amenaza directa a la seguridad del país, se ha convertido en el enemigo a combatir, cueste lo que cueste. Más aún: la alianza de Turquía con Estados Unidos en la guerra contra el Estado Islámico se enmarca en un contexto de inestabilidad política.

Las pasadas elecciones del 7 de junio no dieron al Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), los votos necesarios para gobernar en mayoría, y el presidente, Recep Tayip ErdoÄŸan, no pudo llevar a cabo sus planes de instaurar una república presidencialista. Como consecuencia, la política turca gira a día de hoy alrededor de la negociación. El 31 de agosto es la fecha límite para formar un Gobierno de coalición. Si esto no se lograse, ErdoÄŸan convocaría nuevas elecciones generales.

El que sí consiguió un resultado más que satisfactorio fue el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), la formación pro-kurda e izquierdista que, con un 13% de los votos, impidió la continuidad del AKP como partido mayoritario en el Parlamento.

Da la casualidad, además, de que esta repentina cruzada del Estado turco se dirige no sólo contra ISIS, sino también contra territorio kurdo. Los bombardeos sobre bases del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) comenzaron el 25 de julio y no tienen visos de atenuarse. El proceso de paz entre el Estado y el PKK, considerado grupo terrorista por Washington, es ya cosa del pasado.

Unos cuantos, como el Gobierno de Estados Unidos, ven las acciones militares como una respuesta efectiva y necesaria ante las afirmaciones kurdas que acusan a Ankara de colaborar con los fundamentalistas islámicos. Esta creencia estuvo detrás, por ejemplo, del asesinato de dos policías turcos el pasado 26 de julio.

Selahattin DemirtaÅŸ, el líder del HDP, se sitúa en el otro bando; en el de los que creen que la unión de Turquía a la lucha contra el Estado Islámico es una simple excusa para atacar a los separatistas kurdos. De esta forma, con la secular táctica de sembrar el caos, el AKP y ErdoÄŸan lanzarían un mensaje a los votantes: ya veis lo que pasa sin un gobierno en mayoría. Si no se alcanzase la coalición necesaria y se celebrasen de nuevo unas elecciones, parte de los ciudadanos que votaron al HDP podrían retirarle su apoyo.

Mientras tanto, en Estambul se recomienda evitar las zonas turísticas, aglomeraciones y los viajes en transporte público por peligro de ataque terrorista. Tres situaciones casi inevitables en el día a día de los que trabajamos aquí. Sea la alerta necesaria o no, las semanas venideras prometen ser decisivas para el devenir de un país que no termina de lograr la estabilidad que pretende.

Turquía se ha puesto patas arriba. En cuestión de horas, la senda de la política internacional del Gobierno de Ankara tomó un rumbo, cuanto menos, controvertido. Lo que días antes no suponía una amenaza directa a la seguridad del país, se ha convertido en el enemigo a combatir, cueste lo que cueste. Más aún: la alianza de Turquía con Estados Unidos en la guerra contra el Estado Islámico se enmarca en un contexto de inestabilidad política.

Las pasadas elecciones del 7 de junio no dieron al Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), los votos necesarios para gobernar en mayoría, y el presidente, Recep Tayip ErdoÄŸan, no pudo llevar a cabo sus planes de instaurar una república presidencialista. Como consecuencia, la política turca gira a día de hoy alrededor de la negociación. El 31 de agosto es la fecha límite para formar un Gobierno de coalición. Si esto no se lograse, ErdoÄŸan convocaría nuevas elecciones generales.