Ni desfiles militares, ni una raza, ni un destino. Mi patria es el Mar Menor y sus legiones los cientos de miles de vecinos y visitantes, que añoran su recuperación. Mi bandera una puesta de sol en sus orillas. Nuestras hazañas no están en ningún nuevo mundo. Nos basta con recuperar en todo su esplendor este paraíso nuestro, tan inmediato.
Mientras en otras latitudes se suceden las marchas castrenses, en la memoria de la Región de Murcia el 12 de octubre ha tomado otro cariz. Para nuestra gente, el día de la Hispanidad será también siempre el día de conmemoración del mayor ecocidio de su historia. Un día como hoy de hace un año, el Mar Menor escupió a sus orillas un holocausto de peces y crustáceos. Cayó a la lona noqueado después de años de maltratos. Acorralado por la especulación urbanística, envenenado por 300.000 toneladas de nitratos, acuchillado por la espalda, mientras el Gobierno regional lleva 25 años mirando para otro lado.
La pregunta solo puede ser: ¿ha cambiado algo desde entonces? La respuesta es desoladora: si algo ha cambiado, lo ha hecho para peor. Nuestra patria sigue en estado de sitio, atacada por los primeros que deberían defenderla.
El 22 de julio el Mar Menor sufrió una nueva traición. PP, PSOE, Ciudadanos y Vox sellaban el Pacto del Nitrato en la Asamblea Regional. Lo que debía ser una Ley de Protección del Mar Menor acabó por convertirse en una ley para proteger a las multinacionales de la agroindustria y sus prácticas contaminantes. Carta blanca a 170 kilos de nitratos anuales por hectárea. Y a eso tienen el cuajo de llamarlo “agricultura sostenible de precisión”.
Que la (ultra)derecha anteponga los millonarios beneficios de unos pocos al patrimonio natural de todos los murcianos es ya una costumbre. Pero lo del PSOE de Diego Conesa merece un capítulo aparte: ¿tú también, hijo mío? La propia ministra de Transición Ecológica tuvo que rectificar el disparate de sus compañeros de partido en Murcia, imponiendo la restricción total de nitratos en la zona 1, tal y como pedía Podemos.
Llegó el verano y ha seguido el asedio. Uno de los pocos aspectos positivos de la Ley de Protección del Mar Menor era la obligación de colocar barreras vegetales en las fincas para reducir las escorrentías y frenar los arrastres de nitratos. Para burlar la ley durante los meses de julio y agosto se han producido movimientos de tierras a escala nunca vista en el campo de Cartagena. Las aguas nunca pasarán por esos filtros verdes, porque están siendo desviadas de las fincas.
Lo que hemos visto allí esta semana nos ha dejado sin palabras: motas de más de un metro de altura, algunas encementadas. Brazales y canales de drenaje improvisados, para sacar el agua de las explotaciones agrícolas a las carreteras. Vías convertidas en auténticas ramblas de asfalto, que llevarán los arrastres de las próximas lluvias directas contra los municipios ribereños y el Mar Menor. Cualquiera puede darse una vuelta por la RM-F26 y comprobarlo.
La pasividad de todas las instituciones vuelve a ser pasmosa. Ni la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente del Gobierno regional de López Miras. Ni la Confederación Hidrográfica del Segura y la Comunidad de Regantes del campo de Cartagena. Ni los alcaldes de la zona, socialistas (Los Alcázares), populares (San Javier) o independientes (Torre Pacheco). Es imposible que no sepan lo que está ocurriendo a la vista de todo el mundo. En esta hora decisiva, sin embargo, en lugar de hacer cumplir la ley, han decidido hacerse cómplices, reos de sedición.
El Mar Menor está de nuevo solo ante un peligro inminente. Nuestra patria está en peligro y la única medida de salvación pública que podría conjurar esta amenaza de manera urgente es declarar todo el Mar Menor parque natural. Una medida que anteponga su preservación sobre cualquier otro interés particular. Desde Calblanque a San Pedro del Pinatar, incluyendo espacios que aún no están protegidos e integrando los pueblos de su ribera de forma respetuosa. Los Alcázares, Los Urrutias, San Javier…necesitan ese reconocimiento que le dé también un impulso a un nuevo modelo de turismo sostenible.
Ahora es el momento de demostrar el verdadero patriotismo, algo que va mucho más allá de colgar la bandera en el balcón. No hay tiempo para más excusas, cuando lo que urge es defender el bien común. La alternativa es muy clara. Patria o muerte. O defendemos el Mar Menor todos a una o seremos la generación que certifique su fallecimiento.