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¿Perseguir por “ofensas a los sentimientos religiosos”? ¿Condenar? No en mi (nuestro) nombre

Como creyente siento una gran preocupación e indignación al ver cómo personas o colectivos presentan denuncias en los juzgados por supuestas “ofensas a los sentimientos religiosos” que terminan en condenas.

Uno puede sentir que una escena, una fotografía o un chiste pueden ser de mal gusto, incluso uno puede sentirse herido personalmente por algo que considera un humor desagradable o una crítica fuera de lugar; pero todo esto entraría en una valoración personal sin una transcendencia judicial y sin rasgarse las vestiduras, pues hay que reconocer que existe un humor religioso de mucha enjundia y muy positivo.

Sin olvidar que ¡cuántas veces ofendemos desde las religiones! Por ejemplo, a los gays y lesbianas, contra quienes se ha ejercido una gran violencia, incluso, hasta causar la muerte. ¿Por qué vamos de ofendidos cuando nosotros ofendemos tanto de palabra y acción?

Con motivo del carnaval se ha emitido un comunicado conjunto de la Federación de Comunidades Judías de España, la Conferencia Episcopal Española, la Comisión Islámica y la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas donde se expresa que existe una impunidad y una tolerancia incomprensible a las ofensas de los sentimientos religiosos. Incluso se dice que desde las leyes se tiene que actuar, es decir, perseguir judicialmente y condenar a aquellas personas que atenten contra los referentes religiosos, los referentes sagrados. Es triste esta postura porque ¿dónde queda el perdón y la reconciliación?

No entiendo, en lo que me afecta, que haya personas o entidades que vayan al juzgado y se les olvide lo que dice el Padrenuestro: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Se alienta el rencor y el odio, y, en cambio, ¿no sería mejor hacer una reflexión en voz alta e interpelar o buscar un espacio de encuentro para el diálogo?

Pero, hay una reflexión más profunda y que ya traté cuando escribí mi carta abierta a Wyoming y es la que se refiere a qué se entiende por ofensa a los sentimientos religiosos. Lo cierto es que se ofende a los sentimientos religiosos cada vez que se atenta contra la dignidad del ser humano, cuando se pisotean sus derechos, cuando se les explota y se le oprime, cuando rechazamos a los refugiados y a los inmigrantes, cuando vendemos armas y provocamos la guerra, cuando humillamos a personas y colectivos, cuando no defendemos la igualdad entre el hombre y la mujer.

¿Cuántas ofensas hemos hecho a las mujeres desde la religión? Incontables y aún seguimos despreciándolas y las consideramos inferiores al hombre. Se ofende a los sentimientos religiosos cuando se desahucia a una familia, cuando se produce la violencia machista, cuando asesinamos, cuando se produce una violación, cuando provocamos el hambre, la desnutrición, cuando creamos una sociedad de parados y precarios, cuando no existen pensiones justas, cuando nuestros mayores mueren solos, cuando concentramos las riquezas en pocas mano y no hay una distribución de las riquezas, cuando se encierra la libertad, cuando destruimos el planeta, cuando somos racistas o xenófobos y rechazamos a los empobrecidos (aporofobia), cuando abusamos de los menores, cuando se tortura, cuando se violan los derechos humanos, la corrupción, el control de los medios de comunicación para manipular y mentir y un largo etcétera. Podría indicar más situaciones que son una ofensa para los sentimientos religiosos, para lo más sagrado, que es la vida y su dignidad.

Por eso, en mi nombre y en el de más gente, aunque seamos minoría, no queremos que se denuncie y se persiga a las personas por hacer uso de la libertad de expresión, sea buena o mala la calidad de su humor. Y también queremos pedir perdón por el sufrimiento que estemos causando porque estamos centrados en nosotros mismos, en nuestro poder y en la complicidad con los poderosos en vez de estar al lado de la gente para aliviar el sufrimiento humano, para denunciar las causas de las guerras y las injusticias, la crueldad de las élites sociales, económicas, financieras y militares.

Como creyente siento una gran preocupación e indignación al ver cómo personas o colectivos presentan denuncias en los juzgados por supuestas “ofensas a los sentimientos religiosos” que terminan en condenas.

Uno puede sentir que una escena, una fotografía o un chiste pueden ser de mal gusto, incluso uno puede sentirse herido personalmente por algo que considera un humor desagradable o una crítica fuera de lugar; pero todo esto entraría en una valoración personal sin una transcendencia judicial y sin rasgarse las vestiduras, pues hay que reconocer que existe un humor religioso de mucha enjundia y muy positivo.