En una secuencia mítica de Los Simpsons al señor Burns le explican tras su chequeo en la clínica Mayo que es el hombre más enfermo de los EEUU, pero que sus muchas enfermedades se bloquean entre ellas. Esto bien podría hacerlo indestructible, como piensa él, o hacer que las más ligera brisa pudiese matarle, como le advierte su doctor.
A veces pienso que eso es exactamente lo que le ocurre al Partido Popular, los innumerables escándalos de corrupción de los que son protagonistas, los nefastos resultados de sus políticas, sus mentiras descaradas, la incompetencia de muchos de sus líderes… El volumen de podredumbre es tal que resulta inasumible, la sociedad no está preparada para valorar en su justa medida cuan enfermo está el PP. Y por eso puede que sea indestructible o que una ligera brisa pueda hacerlo derrumbarse como un castillo de naipes en el momento menos esperado.
La semana pasada fue ejemplar en este sentido. El lunes por la noche traía la demostración de que los líderes del PP no tienen ningún problema para mentir descaradamente: en el debate a siete Pablo Casado había utilizado, siendo totalmente consciente de ello, un gráfico manipulado sobre el gasto social durante la legislatura 2011-2015 –todavía no ha pedido perdón por ello. El martes por la tarde nos permitió constatar de nuevo la incompetencia de los líderes del partido y su poco aprecio por la libertad de expresión al pedir el cierre de la web satírica rajoypresidente.es, sustituida inmediatamente por otra con el desternillante nombre de esawebdelaqueustedmehabla.com. Y llegamos a la noche escuchando al ministro del interior pedir al director de la oficina antifraude de Catalunya que sacase trapos sucios de sus rivales políticos.
Un manejo antidemocrático de los aparatos del Estado y de su posición de poder que debiera haberle costado la dimisión o airadas protestas por todo el país. No sólo no ocurrió ni lo uno ni lo otro sino que además el electorado los ha premiado con mejores resultados electorales. El PP parece indestructible.
Debemos aceptar que por el momento el suelo electoral del PP ronda los siete millones largos de votos. Si descartamos a los grupos sociales cuyos intereses ha defendido real y tradicionalmente el PP y que no han creído que C’s pudiese ocupar de la noche a la mañana ese espacio, nos sigue quedando un número muy importante de votantes que lo son contra sus propios intereses y a pesar del volumen de escándalos que afectan al PP. Se me podrá preguntar qué es eso de “sus intereses”, argumentar que no existe tal cosa como los intereses objetivos de un grupo, no pretendo entrar en una disquisición demasiado intrincada así que recurriré al ejemplo que Terry Eagleton utiliza en su magnífica obra Ideología, una introducción, el autor inglés nos pide que imaginemos un grupo social llamado “esclavo de galeras en la proa de estribor” cuya misión consiste en remar durante quince horas y elogiar al emperador mientras son azotados, Eagleton con toda la sorna de la que es capaz explica que este grupo tiene intereses objetivos innegables, no manías ni caprichos, empezando por abandonar la galera lo antes posible.
Esto desde luego no significa que el tercer esclavo de galeras en la proa de estribor tenga que llegar de forma automática o mecánica a esa conclusión, ni que sea estúpido si no lo hace. Que esto ocurra o no dependerá de los mecanismos de control físico e ideológico y del papel que por ejemplo pueda jugar la Liga de Esclavos de Galeras Evadidos.
Por supuesto que la ideología juega un papel imprescindible en esto, aunque volviendo a Eagleton, como la halitosis, sólo la reconozcamos en los otros, el problema es que desde la derecha se gana la batalla ideológica (el interminable combate por la hegemonía cultural) a través de discursos de seducción y miedo que funcionan muy bien esgrimidos desde una posición de poder y control real sobre los medios de comunicación: “el país de los emprendedores” frente al “país de los bolivarianos”; el “estamos saliendo de la crisis” frente a “cualquier cambio nos hará retroceder”. Sin embargo, desde la izquierda se debe dar esta batalla desde la razón, la formación y la solidaridad, la seducción ha funcionado excelentemente para atraer a votantes ideológicamente de izquierdas decepcionados con las contradicciones del PSOE, pero parece haber tocado techo e incluso rebotado.
Los mayores éxitos en el combate por la hegemonía no los ha ganado Podemos, sino la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y lo ha hecho precisamente a base de pedagogía, lucha y mucha solidaridad. En el imaginario colectivo el derecho a la vivienda ha superado al derecho a la propiedad de los bancos, hasta tal punto que en el terreno del discurso (y sólo en el del discurso) incluso el PP se ha apuntado a este carro. Quizá no han leído a Laclau, pero en el PP saben apropiarse de elementos del discurso contrario, resignificarlos y usarlos para mantener la hegemonía.
Por seguir con los símiles bélicos, la guerra relámpago de Podemos ha conquistado importantísimos espacios, provocando un terremoto que ha despertado y agitado las tradicionales trincheras de IU que si no amenazaban al poder establecido sí habían permitido mantener estructuras esenciales de lucha y organización. Ahora el reto es consolidar las posiciones, crear redes y fortalecer las diferentes organizaciones para trabajar en las líneas de lucha, solidaridad y formación. El mundo de lo racional y el pensamiento, frente al de lo irracional y los sentimientos de la campaña electoral como estrategia para seguir conquistando terreno.
Estar preparados para la derrota es tan importante como estarlo para la victoria. Superado el golpe, la izquierda debe volver a ser conscientes de que no ganará ninguna elección sólo en la campaña, antes y ahora sigue siendo necesario construir redes y organizaciones populares, es una carrera de fondo y desagradecida, pero ineludible, esa será la brisa, no tan ligera, que acabe con el PP.