Ahora que tanto preguntas por los orígenes de todo, de dónde vienen los principios de las cosas, por qué tanta incertidumbre, por qué las cosas son ciclos y qué es eso de la energía y dónde va cuando se transforma; ahora que creces, puedo contarte algunas cosas más. Tus abuelos que murieron dejaron una energía a través del calor de sus cuerpos que nunca podrá recuperarse con la misma intensidad, pero estará transformada en algo. Eso es la entropía. Y es lo que imposibilita recuperarlos; pero debes saber encontrar esa energía porque ahora tiene otras formas.
Háblame más, decías. Vale.
He leído mucho sobre la energía, pero de otro modo, mi territorio es el teatro y conforme avanzo por él, más veo que es una manera de penetrar en la vida e intensificar sus sombras, destilar el espíritu de las cosas que ocurren en ella. Pero todo lo que hago lo he aprendido. También aprendí mucho de tu abuelo, me hizo apreciar la espiritualidad del mundo sin tener que asociarla a una religión. Él sentía curiosidad por la complejidad del mundo, ponía de relieve aquel pensamiento tan lejano que no compartía para poder estudiar sus componentes y entender a qué se debía, no le era indiferente nada de eso. Conocí de cerca a tu abuelo, se llamaba Juan Miguel Molina. Salvando todas las distancias y los pensamientos, Miguel, como le gustaba que le llamaran, compartía de fondo una idea que dejó escrita en libros y de otra manera, Eugenio Barba -un antropólogo teatral-, ambos trataban de erigir una fortaleza con muros de viento, donde era posible entrar, transitar y dialogar con lo desconocido, con lo opuesto incluso, pero al mismo tiempo ese lugar también era refugio contra el tiempo.
A tu abuelo le faltó eso, tiempo. Tiempo para seguir buscando ideas fuera de los límites del pensamiento común establecido. Y pese a que le faltó tiempo, todavía pasará mucho hasta que nosotros podamos siquiera rozar algunas de esas ideas. Un ser humano leal a su palabra y al legado que recibió. La fuerza de su ejemplo proviene de las motivaciones que lo impulsaron a separarse de las prácticas de su época, de iniciar caminos desconocidos que, llevasen a donde lo llevasen, siempre los consideraba punto de partida de otra cosa. Debemos ser epígonos de nuestros antepasados decía; una tradición que yo recojo de de las lecturas que hice de Grotowski -otro hombre con mayúsculas de la Historia del Teatro- y que nunca conocí pero reconocí como maestro.
Hay que habitar la casa de nuestros antepasados, observar bien los secretos y las acciones que ahí hubo. Prenderle fuego a todo eso y entrever en el humo del incendio un sentido global que será solo nuestro. Debes estar atento y no perder el flujo de esa energía que se desató con la muerte de tu abuelo; haré de guía: busca en lo oriental, pues los antiguos filósofos chinos y expertos en medicina ya constataron que existía una energía que se podía manifestar tanto a nivel psicológico y espiritual como físico, lo llamaron “qi”, un constante flujo, cuyo ciclo de materia/no materia varía constantemente. Dentro de las prácticas teatrales orientales, en Japón, existe una muy especial llamada Kabuki. El kabuki es una explosión de energía y belleza en la que se expresa con el cuerpo y los sentimientos la alegría de vivir. Profundizando más en esto, te diré que los actores, en este arte, trabajan para conseguir la presencia pura: un actor que representa su propia ausencia. Es asombroso poder ver a alguien que está pero que representa no estar; con tu abuelo ocurre lo contrario: no está, pero la energía que liberó representa su presencia.
Ahora que tanto preguntas por los orígenes de todo, de dónde vienen los principios de las cosas, por qué tanta incertidumbre, por qué las cosas son ciclos y qué es eso de la energía y dónde va cuando se transforma; ahora que creces, puedo contarte algunas cosas más. Tus abuelos que murieron dejaron una energía a través del calor de sus cuerpos que nunca podrá recuperarse con la misma intensidad, pero estará transformada en algo. Eso es la entropía. Y es lo que imposibilita recuperarlos; pero debes saber encontrar esa energía porque ahora tiene otras formas.
Háblame más, decías. Vale.