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Puro Teatro

Al seguir la actualidad política española tras el 20D, me acompaña de fondo la caribeña voz de la Lupe, quien cantaba aquello de “teatro, lo tuyo es puro teatro, estudiado simulacro...”.

La sofisticada representación mediática a que queda reducida la política en estos tiempos del cólera informativo, no cesa de crear emocionantes escenarios a gusto de exigentes consumidores de ficciones televisivas. Las enrevesadas tramas políticas, sus inesperados finales, han de competir con culebrones y esas trepidantes series a que está hoy habituada la clientela.

El sainete de pactos, contapactos, requiebros y amagos promete conducirnos a un inexplorado final. Aunque sólo lo promete, pues barrunto que el final de este 'sarao' está decidido desde el inicio. Y a tenor de diversas vicisitudes y reacciones, la representación puede envolverse en tres paqueticos que llevan por distintas vías al mismo punto.

Aquí no se respetaron nunca las formas de la poética clásica. Primero fueron simpáticos pasos y entremeses; luego llegó Lope de Vega con su “Arte nuevo escribir comedias”, y pasamos así por comedias de capa y espada, sainetes, obras de enredo, teatro de variedades, zarzuelas y revistas, sin olvidar astracanadas y esperpentos.

Toda ficción dramática ha de ajustarse al esquema Planteamiento-Nudo-Desenlace. El planteamiento nos lo dio el resultado de las elecciones pasadas. Sin embargo, el desenlace simula quedar abierto dentro de unos márgenes que respeten unidad de acción, espacio y tiempo. En el nudo se arremolinan múltiples amagos por aquí y por allí. El concepto de verosimilitud, troncal en la poética aristotélica, se estira hasta límites inauditos.

Se representa por un lado una opción sensata, a gusto de los muñidores del poder en este país. El problema es que ésta no cuenta con la simpatía mayoritaria del electorado y precisa de la connivencia de un PSOE que se resiste a suicidarse políticamente. Por otro, hay una opción de cambio favorecida por una audiencia siempre ávida de emociones, pero inaceptable para los promotores teatrales. Es por ello que la trama que conduce al nudo y desenlace previamente acordado, ha de buscar enrevesadas cabriolas que hagan aceptable el inevitable final, al tiempo que preserven la dignidad del histórico PSOE.

Sería cómodo para los guionistas de esta obra que Podemos asumiera el papel que pretenden otorgarle: el de una izquierda irredenta, prisionera de viejos gestos y ropajes. Sin embargo, los 'jodíos' se resisten, no aceptan que la trama les arrincone. Toca pues echar mano de complejos recursos escénicos que desacrediten su opción a ojos del publico. Todo final alternativo necesariamente ha de abocar al caos.

La doncella popular permanece secuestrada en una recóndita mazmorra. Su apuesto paladín socialista está presto a traicionarla, acosado por inefables tentaciones. Como personajes de Luigi Pirandello, los díscolos actores podemitas porfían en busca de otro guión, de otra obra, de otro autor. Aquí reaparecen, “Deus ex machina”: Venezuela, los Ayatolahs, Torquemada, el diablo cojuelo, los calostros de la virgen y hasta una teta disecada de Agustina de Aragón.

¡Podemos propone gobierno al atribulado Pedrito!, se avecina el fin del mundo. Suenan las trompetas del apocalipsis, baja el Ibex, sube la prima de riesgo, se frena la ficticia recuperación, se desmiembra el país, pierde mi Atleti. Los custodios del vellocino de oro aportan todos su granito al lúgubre escenario que se cierne sobre el país. En un último e inesperado giro de la obra, una vez convenientemente acojonado el público, vuelve la cordura y los barones del PSOE se imponen al díscolo Pedrito. Retorna Mariano I el deseado o quien oportunamente fabriquen para la ocasión.

Si el personal no pareciera suficientemente asustado, siempre queda la segunda opción: repetir las elecciones cuando los sondeos garanticen un resultado conveniente.

Existe incluso un tercer desenlace con dos variantes, si el país sigue sin amedrentarse. En una se permite un gobierno de Pedro y Pablo, una vez acordado y controlado su fracaso en diferido. Tras unos meses de acoso y derribo por cielo, mar y tierra; elecciones y órdago popular a la grande, ya nadie recordaría aquellos hilillos de la corrupción.

En la otra variante se amagaría con un gobierno débil PSOE-C's y abstención popular. Le permitirían teatralizar de cara al gallinero dos o tres rojerías; como abolir leyes que dan por amortizadas: LOMCE y Mordaza. Su tiempo estaría siempre bajo la férula del IBEX y cuando al cabo de un año considerasen allanado el camino para la victoria electoral, volveríamos al desenlace del guión marco: urnas y abrumador retorno al redil popular.

El único problema que veo a esta representación en tres desenlaces conducentes a un mismo resultado, es que sus muñidores y maestros de ceremonias no pasen de ser diletantes aprendices de brujo; que el pueblo español no se comporte como un mero consumidor de ficciones televisivas; y que las fuerzas desatadas de la historia les pasen finalmente por encima.

Al seguir la actualidad política española tras el 20D, me acompaña de fondo la caribeña voz de la Lupe, quien cantaba aquello de “teatro, lo tuyo es puro teatro, estudiado simulacro...”.

La sofisticada representación mediática a que queda reducida la política en estos tiempos del cólera informativo, no cesa de crear emocionantes escenarios a gusto de exigentes consumidores de ficciones televisivas. Las enrevesadas tramas políticas, sus inesperados finales, han de competir con culebrones y esas trepidantes series a que está hoy habituada la clientela.