Hasta que no se haga público en junio el primer barómetro del CEMOP los murcianos no sabrán con exactitud cómo se empieza a dibujar el nuevo cuadro político de la Región, pero de la escucha activa de la calle se pueden extraer ya varias sensaciones generalizadas que, si se mantienen en el tiempo, pueden convertirse en presagios.
La primera de esas sensaciones generalizadas es que el PP se desplomará en mayo de 2019, acusado de un liderazgo débil y una ruptura de los grandes relatos mantenidos por Valcárcel desde 1995. Ese desplome, que incluso les podría dejar por debajo de los resultados de Calero en 1991 –17 escaños–, no está claro que se compense directamente con el auge de Ciudadanos. A nadie se le escapa que la invención de Ciudadanos responde a una cuidadosa estrategia para no romper el statu quo y es que da igual lo que pierda el PP en favor de la marca catalana si la suma de ambos partidos llega a 23 diputados y los populares son primeros, pero en el perfecto matrimonio entre naranjas y populares se ha interpuesto el veterano Alberto Garre con su nuevo partido Somos Región, ubicado en el centro-derecha regionalista. Los seguidores del ex Presidente parecen no estar dispuestos a ser una empresa pantalla del PP, por lo que parte del voto popular que se les fugue no se pondría a disposición de “Fer”, ni siquiera de otro candidato, en un eventual acuerdo de gobierno. Este es el peor escenario para San Esteban: si no suman con Ciudadanos lo perderán todo. Y también es un escenario delicado para Ciudadanos, que tendría que elegir entre la irrelevancia política o la apuesta por un gobierno de cambio, al que repetidamente ha declarado su alergia patológica. No les bastará con surfear en la ola nacional a los de Miguel Sánchez –parece que por poco tiempo– para crecer por encima del efecto circunscripción única, o dicho de otra forma, para alcanzar los ideales 8 escaños.
Mientras tanto, el PSRM se ve colocando a Conesa de Presidente con el apoyo de Somos, mientras que Podemos debería confiar a la buena imagen de sus líderes regionales una campaña autonómica que, de medirse en términos nacionales, sería condenatoria. Eso sí, aunque Podemos no mejore sus resultados puede multiplicar su relevancia política si sus 5, 6 ó 7 escaños son imprescindibles, como parece, para formar una nueva mayoría. En ese momento se tendrá que enfrentar al previsible veto de Garre y a la oposición del sector crítico regional a posibilitar cualquier cambio si no es máximo, algo parecido a la encrucijada que mantuvo en vilo la XI legislatura de España. Por el Podemos es el único partido que, previsiblemente, presentará ante la ciudadanía el mismo candidato que en 2015, una continuidad que puede jugar a su favor en una campaña donde, salvo PP y C´s, se pedirá el voto en clave regional.
Un cambio de gobierno
Los cambios de gobierno obedecen en política a que la cosa va mal o a que la cosa va muy mal. En este caso, y solito, López Miras ha enmendado su último año de gestión reconociendo que a sus consejeros les faltaba “gancho”. Especialmente dura ha sido la autoenmienda generada sobre Francisco Jódar y la política hídrica, conocedores los estrategas populares de que el campo se les va y de que, sin esas bases, es imposible la victoria. La respuesta ante la languidez ha sido una apuesta por el pasado y por perfiles poco políticos, una salida de difícil justificación racional. La vuelta de Fernando de la Cierva podría ser asimilable a un nombramiento por Pedro Sánchez de Alfonso Guerra como Secretario de Organización del PSOE. De la Cierva representa, además, la Murcia de Polaris World, una etapa tan acabada como lamentable. Junto al rescate de lo vintage se vuelve a observar la falta de apuesta por perfiles propios del sector para áreas tan importantes como Turismo y Cultura, que a partir de ahora dirigirá una abogada conocida por sus trabajos sobre ciberseguridad.
Es muy cuestionable, además, acometer un cambio ya no de consejeros sino de estructura organizativa –con todo lo que ello supone– a menos de 1 año de las elecciones y cuando solo ha pasado 1 año del último cambio. Un capricho inútil e infantil que generará parálisis administrativa y confusión en la CARM, jugando como si de pelotas de fútbol se tratara con competencias estratégicas como Medio Ambiente, Cultura y Turismo, que parecen meros adornos en manos del Presidente. Caprichos políticos.
Una vuelta (pretendida) a 2004
El ya famoso tweet de Pedro Sánchez impactó en Princesa como un meteorito. El Secretario General socialista ha declarado querer “poner fin a los trasvases”, una afirmación tan apresurada como desafortunada. De las posteriores declaraciones, que han intentado arreglar el “regalazo” que hizo Pedro al PP murciano, se ha podido concluir que la apuesta del PSOE es un modelo menos dependiente de la interconexión entre cuencas y más favorable a la desalación, alternativa sensata que de haberse desarrollado en sus días habría disminuido el impacto del colapso hídrico. Transitar hacia un nuevo modelo de gestión del agua, con cambios en la oferta y también en la demanda, no debe implicar en ningún caso “poner fin a los trasvases”, que siguen siendo necesarios en el nuevo modelo.
Este grave error de los socialistas no puede servir al PP para sacar rédito pues es el propio PP el que defiende, desde el Ministerio de Agricultura hasta Aragón, una concepción negativa de la política trasvasista. El enfrentamiento territorial y el dirigir la ira contra los socialistas servía mientras ZP estaba en Moncloa y ellos no podían demostrar nada, pero ahora que Rajoy ha tenido tiempo suficiente para traer “Agua para Todos” y, no solo no lo ha hecho, sino que con su gobierno ha habido “Menos Agua que Nunca”, los círculos populares deberían más que criticar, retuitear las palabras de Sánchez, muy en línea con los hechos de Tejerina. Ya no les vale el agua y no nos cansamos de repetirlo.
Hasta que no se haga público en junio el primer barómetro del CEMOP los murcianos no sabrán con exactitud cómo se empieza a dibujar el nuevo cuadro político de la Región, pero de la escucha activa de la calle se pueden extraer ya varias sensaciones generalizadas que, si se mantienen en el tiempo, pueden convertirse en presagios.
La primera de esas sensaciones generalizadas es que el PP se desplomará en mayo de 2019, acusado de un liderazgo débil y una ruptura de los grandes relatos mantenidos por Valcárcel desde 1995. Ese desplome, que incluso les podría dejar por debajo de los resultados de Calero en 1991 –17 escaños–, no está claro que se compense directamente con el auge de Ciudadanos. A nadie se le escapa que la invención de Ciudadanos responde a una cuidadosa estrategia para no romper el statu quo y es que da igual lo que pierda el PP en favor de la marca catalana si la suma de ambos partidos llega a 23 diputados y los populares son primeros, pero en el perfecto matrimonio entre naranjas y populares se ha interpuesto el veterano Alberto Garre con su nuevo partido Somos Región, ubicado en el centro-derecha regionalista. Los seguidores del ex Presidente parecen no estar dispuestos a ser una empresa pantalla del PP, por lo que parte del voto popular que se les fugue no se pondría a disposición de “Fer”, ni siquiera de otro candidato, en un eventual acuerdo de gobierno. Este es el peor escenario para San Esteban: si no suman con Ciudadanos lo perderán todo. Y también es un escenario delicado para Ciudadanos, que tendría que elegir entre la irrelevancia política o la apuesta por un gobierno de cambio, al que repetidamente ha declarado su alergia patológica. No les bastará con surfear en la ola nacional a los de Miguel Sánchez –parece que por poco tiempo– para crecer por encima del efecto circunscripción única, o dicho de otra forma, para alcanzar los ideales 8 escaños.