Existe una “delgada línea” entre la inclusión y la exclusión social. Esto lo constatamos hace unos días mi amiga y compañera con la que ando en mis 'excursiones de denuncia' por Cartagena y yo.
Esta vez nos tocó ir a los terrenos ocupados por la antigua fábrica de Peñarroya. Paisaje apocalíptico, como después de una guerra, eso es lo que hay allí. Muy cerquita de todo, del Puerto, del Faro Verde, de la ruta por la que pasan cientos de personas haciendo deporte, o simplemente andando, buscando salud en su tiempo libre. La subida al San Julián está integrada en ese paisaje que parece de después de una guerra, monte que marca mi vida, pues en él mataron los sueños de mi abuelo, preso y muerto en vida por la represión franquista. Pero esa es otra historia. Hoy os voy a hablar de Peñarroya y del Hondón y Zinsa en Torreciega. Hoy os voy a hablar de pobreza y contaminación en Cartagena.
Creíamos estar preparadas para lo que íbamos a ver, pero nos dimos cuenta de que no era así cuando nuestro corazón empezó a latir más deprisa de lo normal y la garganta y la nariz nos empezó a picar de manera sospechosa.
Montañas de estériles del color del asfalto y muchas más montañas de escombros. Naves y almacenes de todo tipo, grandes, muy grandes, pequeños, todos en fase de derrumbe. Colañas de madera carcomidas y caídas, pilotes de hormigón en el suelo, ventanas sin cristales, maleza creciendo entre los escombros, árboles creciendo como una selva en una civilización perdida, esponjas, trapos, todos negros… y amianto, amianto en los techos rotos, amianto en el suelo hecho añicos, amianto en el aire.
Y de pronto una cuerda con ropa colgando y de pronto un trozo de suelo limpio, una escoba fabricada con un palo, y de pronto una puerta con un hilo por llave, y de pronto entre la devastación y la degradación vimos a una mujer, una mujer que apareció como un rayo de luz, limpia, joven, bien vestida. “Antes dormíamos en una tienda de campaña, debajo de los árboles, pero nos tuvimos que ir de ahí, las ratas se comían la ropa”, nos contaba la mujer. Sin ingresos dignos, sin trabajo, y para colmo sin una percepción clara del riesgo que corre su vida al vivir en un ambiente tan degradado.
“Ambientes degradados, dan lugar a personas degradadas”. Arrastramos una tremenda crisis del sistema, en donde la contaminación y la exclusión social se dan la mano.
Y la desgracia es que, en Cartagena, Peñarroya no es el único ejemplo de que la pobreza y la contaminación se dan la mano o en el que las personas no perciben el riesgo para la salud que implica pasear, jugar o vivir encima de un terreno altamente contaminado.
En el Hondón, donde hace décadas se ubicaba la empresa de Potasas, declarado por el Consejo de Seguridad Nuclear como uno de los seis terrenos con radioactividad en nuestro país, he visto a personas sin techo, con sus casas a cuestas, preparar su cama para dormir debajo de los grandes pilotes de hormigón de la autovía, justo al lado de las balsas de piritas.
En la antigua fábrica de Zinsa, en Torreciega, los niños y jóvenes han montado un 'club' con sofás, sillones y mesas, donde se reúnen alrededor de unos colchones viejos amontonados en los que practican 'parkour'. Dan saltos y hacen piruetas entre arsénico, cadmio, mercurio y zinc. También los vecinos y gente de otros barrios, utilizan los terrenos declarados como contaminados por la Comunidad Autónoma, como 'ruta del colesterol'. Así la llaman para hacer sus caminatas diarias.
Y en la Sierra Minera, me cuentan los vecinos, que desde muy pequeños su juego preferido era ir a las balsas abandonadas, llenas de estériles de las minas, llena de metales pesados, a revolcarse con el agua y el barro. Recientemente han llegado a mis manos, fotos de unos chavales con una colchoneta, navegando dentro de los 'lagos ácidos' que pueblan la Sierra Minera, y que tan impunemente abandonaron sin restaurar los que explotaron nuestra tierra hasta dejarla baldía y cargada de veneno.
“Entre los indicadores del declive económico destacan el deterioro del medio ambiente y la desintegración social”. Eso lo estudié en mi preciosa carrera de Trabajo Social, algo que estoy comprobando 'in situ' en estos años en los que ejerzo un cargo público en el Ayuntamiento de Cartagena.
Y lo peor de todo es que se sabe. Es que se tiene conocimiento. es que está denunciado por los vecinos. Es que el Ayuntamiento y el Gobierno Regional juegan a la pelota con la vida de la gente. Y lo peor es que son décadas de abandono. Y lo peor es que nunca llega la recuperación económica a los de abajo, y la mejora no llega a nuestro medio ambiente, y por ende no llega la integración social de miles de personas, millones, en el mundo.
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