Para todas esas personas que niegan la pertinencia del feminismo porque opinan que no existe el machismo y que por tanto tampoco existe la cultura de la violación, reproducimos aquí las palabras textuales del actual entrenador del Rayo Vallecano femenino, Carlos Santiso, en un audio de hace cuatro años en un grupo de WhatsApp: “Este 'staff' es increíble, pero nos faltan cosas. Nos falta, sigo diciéndolo, hacer una como los de la Arandina. Nos falta que cojamos a una, pero que sea mayor de edad para no meternos en jaris y cargárnosla todos juntos. Eso es lo que une a un cuerpo técnico y a un equipo. Mira los de la Arandina, que iban directos al ascenso. Buen domingo, chavales”. Hay que recordar que en el caso de la Arandina tres jugadores fueron acusados de violar a una chica de 15 años en 2017.
Lo que propone Carlos Santiso para dar cohesión al equipo es justamente violar en grupo a una mujer, evitando que sea menor de edad. ¿Por qué esta delicadeza inesperada, ante la propuesta de un acto brutal? Porque sabe que habla de una agresión, sabe que habla de un delito, pero si la víctima es mayor de edad siempre pueden decir, como suelen hacer, que hubo consentimiento. Cuando lo que hay es intención de agredir porque dice “nos la cargamos entre todos”, no “la seducimos entre todos”. O sea, la intención de violentar no puede ser más evidente. Pero también sabe que, si la cosa se desmadra y llega la denuncia y el juicio, siempre contará con jueces comprensivos que encuentren jolgorio donde hay violación, como ocurrió en el de La Manada.
También hay que decir que cuando ellos hablan de consentimiento lo hacen de forma protocolaria, en realidad no les importa que la mujer diga que sí o diga que no. La alusión al consentimiento es una mera formalidad, un trámite, una justificación. Por otra parte, según esta lógica patriarcal siempre hay consentimiento porque cómo va a negarse una mujer al deseo masculino, cómo va a decir que no. Carlos Santiso lo deja claro: cogemos a una y nos la cargamos. Y ya está.
Una violación múltiple es una celebración machista donde se pone de manifiesto la fratría masculina patriarcal en toda su extensión. El entrenador da una explicación muy gráfica: “Eso es lo que une a un cuerpo técnico y a un equipo”. Lo que une es la violencia sexual en grupo. Lo que une es ejecutar juntos un rito de masculinidad cuyo mensaje es: somos hombres y lo que nos define es que podemos violar a una mujer, y podemos hacerlo juntos porque así se refuerza nuestro espíritu de grupo, nuestro reconocimiento entre iguales. En este acto nos miramos unos a otros, nos reconocemos como hombres, en este acto nos distinguimos del ser inferior, la mujer, que es la que está siendo sometida a nuestro capricho. Los hombres que actúan así se miden entre ellos, poniendo de manifiesto su capacidad de someter y usar a su antojo aquello que les enorgullece no ser: mujeres.
Con todo ese desprecio hacia las mujeres, asombra que este sujeto esté entrenando precisamente un equipo femenino. ¿Ha dimitido Carlos Santiso al hacerse públicas estas gravísimas palabras? Pues claro que no. Ha dimitido Jorge Blanco, el preparador físico del equipo, que ha dejado su puesto por “principios y valores” al no poder estar en la misma institución que “ciertas personas”. Cosa que le honra porque la fratría patriarcal suele ser más fuerte que la voluntad de algunos hombres. Y la fratría se extiende en múltiples ramificaciones. Hay fratría en la sentencia de un juez que ve jolgorio donde hay violencia. Porque él comprende lo que hacen esos hombres y por qué, y no ve ningún delito porque él haría otro tanto. Hay fratría en las palabras del periodista que dice: “A ver, ha pedido perdón, ha dicho que fue una broma y que debería quedar en el olvido, qué más queréis” sin pensar que en esas palabras subyace una intención de agredir: la enunciación es previa a la acción. Hay fratría en los comentarios del político de derechas que ve una exageración el casus belli generado ante unas palabras, que, así y más graves las ha pronunciado él mismo muchas veces. La fratría masculina es el paraguas bajo el que se protegen algunos hombres, prestándose comprensión entre sí ante cualquier agresión a una mujer. Los demás hombres deben romper esa fratría y hacer como el preparador físico, Jorge Blanco: desvincularse y dejar solos a los que agreden o tienen intención de hacerlo.
0