Con el corazón encogido mientras llegan las imágenes de lo sucedido, uno repasa los wasaps esperando que la gente que conoces esté bien, mientras piensas que vamos a tener que aprender, y mucho, para que esto no vuelva a suceder.
Podrán ustedes creer o no en el cambio climático, podrán no saber qué es una DANA, aunque les suene el nombre; la corriente en chorro o el impacto que tiene sobre el clima que las temperaturas del Mediterráneo superen los 20 grados. Lo que sí tengo claro es que los mapas del tiempo con los que yo aprendí ya no sirven para estudiar en el hoy, y que estamos viviendo un cambio acelerado donde estas lluvias son cada vez más frecuentes. Esta es una realidad a la que nos tenemos que acostumbrar.
En esta región, hay zonas donde sus habitantes, cada vez que ven una alerta, sienten que el corazón se les encoge y colocan los tablachos a la espera de que la lluvia, esta vez, no haga tanto daño como la anterior. La angustia se apodera de ellos, y cada nuevo aviso meteorológico se convierte en un recordatorio de que el clima ha cambiado y que debemos adaptarnos a esta nueva normalidad. La incertidumbre acecha en algunas partes de esta región donde se vive con la esperanza de que las lluvias no traigan consigo más desgracias. En este contexto, la conciencia sobre el cambio climático y sus efectos se vuelve más urgente. Es fundamental que entendamos estos fenómenos no solo como eventos aislados, sino como parte de un patrón global que nos afecta a todos.
No es momento ahora, con el corazón encogido por las noticias, de decir mucho, pero sí quizás sea el momento de reflexionar para aprender que, en el Levante con alerta, ni se debe ir al colegio ni al trabajo. La seguridad de nuestros niños y trabajadores debe ser la prioridad. No sé si eso deberá escribirse en alguna ley nacional; eso lo dejo para quienes han de evaluar catástrofes y, sobre todo, para quienes han de prevenirlas. Es crucial que se actúe sobre el urbanismo, planificando el futuro de nuestras ciudades y delimitando cuáles deben ser las mejores acciones para que esto no vuelva a suceder. La experiencia adquirida debería guiarnos en la creación de protocolos claros que garanticen la seguridad de la población. No podemos permitir que las lecciones aprendidas se olviden ante la inminente llegada de una nueva tormenta. Cada decisión debe ser pensada con cuidado, considerando cómo puede impactar en la vida de las personas y en la infraestructura de nuestras comunidades. La planificación no solo es una cuestión de previsión, sino de responsabilidad hacia quienes habitamos estas tierras. Solo así podremos enfrentar el futuro con la confianza de que hemos tomado las medidas necesarias para proteger a nuestra gente.
Espero que podamos llegar a varios acuerdos. El primero es agradecer la labor de la AEMET en sus avisos, que son fundamentales para preparar a la población ante situaciones de emergencia. En segundo lugar, es esencial reconocer el papel que las Confederaciones están desempeñando en la elaboración de mapas de inundación a 10, 100 y 500 años. Estos mapas deben ser tomados en serio y no pueden, como ha sucedido en ocasiones anteriores, transformarse en un elemento de debate político. Aquí, la prioridad debe ser salvar vidas, evaluando los riesgos e identificando las áreas clave más propensas a sufrir este tipo de situaciones.
En tercer lugar, es crucial mejorar la coordinación. Esto implica no solo una respuesta rápida y eficaz en momentos de crisis, sino también una planificación adecuada desde el punto de vista urbano. Debemos desarrollar infraestructuras resilientes que nos permitan superar situaciones adversas. La construcción de drenajes eficaces, la creación de espacios verdes que absorban el agua y la implementación de sistemas de alerta temprana son solo algunas de las medidas necesarias. Todos estos esfuerzos pueden ayudar a mitigar el impacto de fenómenos climáticos extremos. Solo a través de la colaboración y un enfoque preventivo podremos enfrentar los desafíos que nos plantea el cambio climático y construir un futuro más seguro para todos.
Entre tanto, solo nos queda tener nuestros corazones encogidos y dar nuestro más sentido pésame a nuestros vecinos y hermanos de la Comunidad Valenciana.
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