Interinas e interinos nos llaman. Yo, sin embargo, me considero una “exterina” porque me siento más fuera que dentro del sistema educativo. Las decisiones políticas que han tomado al respecto el Gobierno nacional y regional van encaminadas a que los docentes interinos seamos como el lince ibérico: una especie en peligro de extinción.
La situación del personal interino siempre ha estado asociada a la inestabilidad y a tener que hacer peripecias para poder conciliar la vida profesional con la familiar; pero lo que estamos sufriendo en los últimos años nos ha llevado a la más absoluta precariedad. Precariedad que anunciaron como medidas extraordinarias y temporales a causa de “la crisis”, pero que se ha instalado en el sistema y ha venido para quedarse. Entre esas medidas encontramos, por ejemplo, el aumento de ratio, es decir, tener más alumnas y alumnos por clase; el aumento de la carga lectiva del profesorado y no cubrir las bajas de los docentes hasta pasados 15 días, como mínimo.
Todo ello se ha traducido en nuestra región en la pérdida de más de 3000 puestos docentes en estos tres últimos años; aulas masificadas; que el profesorado no pueda atender adecuadamente al alumnado con necesidades educativas específicas y que se prive a las/os alumnas/os de un derecho constitucional, como es el derecho a la educación, si su profesor o profesora se encuentra enfermo/a.
Pese a ello, los docentes hemos demostrado profesionalidad y el compromiso que tenemos con esta profesión que amamos, garantizando así una enseñanza de calidad para nuestro alumnado. Y ese sobresfuerzo ha ido acompañado de una contundente protesta en las calles. Hemos denunciado públicamente cómo nuestros gestores públicos, con estas decisiones, están torpedeando vilmente la enseñanza pública.
Hay quienes pueden pensar que nuestras movilizaciones son exclusivamente un conflicto laboral que tenemos los docentes con la administración. Les garantizo que no es así. El conflicto laboral existe, es evidente, pero nuestras movilizaciones van más allá. Luchamos para que el lema “Escuela pública de tod@s para tod@s de calidad” sea una realidad, gobierne quien gobierne. Los servicios públicos deben ser garantizados por cualquier gobierno, sin importar la ideología del partido político que esté en el poder.
A todo ello las/los “exterinas/os” tenemos que sumarle que nos hayan quitado el derecho a cobrar el verano o que tengamos que depender de cómo nos vaya en la lotería de las oposiciones para trabajar o no, por un injusto sistema de rebaremación de las listas de interinidad.
¿Por qué haciendo el mismo trabajo que cualquier docente definitivo no tenemos derecho al mismo salario? ¿No sirve de nada la experiencia laboral? ¿Cómo puedo plantearme ser madre si tengo que estar año sí año no preparándome para un examen complejo que me garantice poder trabajar? ¿Qué priorizo? ¿Maternidad y arriesgarme a no trabajar? Llega a ser irónico que el mismo partido que saca a muchos de sus dirigentes a echarse la foto en manifestaciones de la familia nos obligue a decidir entre ser madres o seguir desarrollando nuestra actividad profesional.
Me siento fuera del sistema que han creado. Como ya he dicho, me siento una exterina. Y me pregunto qué he hecho mal para llegar a esta situación. Licenciarme y seguir formándome en mi especialidad y en pedagogía para tener más recursos didácticos con los que garantizar a mis alumnas/os una educación de calidad. Regalar a la administración ocho años de incansable servicio. Aprobar hasta en tres ocasiones las oposiciones. Y todo esto, ¿para qué? Para sentirme fuera del sistema.
Por una parte lo entiendo. Yo no pinto nada en el sistema educativo que están montando. Yo concibo la educación como un derecho universal, que garantice una formación integral y la igualdad de oportunidades de los futuros ciudadanos. Mi objetivo es formar ciudadanos y ciudadanas libres con capacidad de reflexión. No pinto nada en una educación encaminada a la privatización, que segrega por sexo y que deja en el currículo como marginales a las materias artísticas o de segundo idioma. Un sistema educativo que tiene como único objetivo formar mano de obra barata y crear a ciudadanos dóciles que no se pregunten nada.
Por eso no echaré de menos al ministro Wert. Solo espero que se lleve con él su LOMCE porque ha quedado patente a lo largo de estos años que la comunidad educativa rechaza su contrarreforma.
Tampoco confío en la capacidad de diálogo y de consenso del futuro presidente Pedro Antonio Sánchez. A base de imposiciones hemos llegado a esta situación injusta e insostenible. Espero que Ciudadanos sea fiel a su código ético, y si lleg el caso, no deje gobernar a personas imputadas por corrupción.
Decía Floriano hace unos meses que les había faltado un poco de piel. Yo más bien creo que les ha sobrado rostro. Hay que tener la cara bien dura para incumplir su programa electoral y justificarlo todo con el mantra de estos cuatro años “la herencia recibida”.
Me gustaría terminar recordando a nuestros gobernantes que el pueblo español despertó el 15M, hace cuatro años, y que el cambio está cerca. Un cambio no de colores, ni de caras, un cambio de paradigma y de replantearnos como ciudadanas y ciudadanos la sociedad que queremos. Por ello, pueden seguir inventando leyes mordazas y demás formas de intimidación, pero como dijo el gran Pablo Neruda, “no podrán detener la primavera”.
Interinas e interinos nos llaman. Yo, sin embargo, me considero una “exterina” porque me siento más fuera que dentro del sistema educativo. Las decisiones políticas que han tomado al respecto el Gobierno nacional y regional van encaminadas a que los docentes interinos seamos como el lince ibérico: una especie en peligro de extinción.
La situación del personal interino siempre ha estado asociada a la inestabilidad y a tener que hacer peripecias para poder conciliar la vida profesional con la familiar; pero lo que estamos sufriendo en los últimos años nos ha llevado a la más absoluta precariedad. Precariedad que anunciaron como medidas extraordinarias y temporales a causa de “la crisis”, pero que se ha instalado en el sistema y ha venido para quedarse. Entre esas medidas encontramos, por ejemplo, el aumento de ratio, es decir, tener más alumnas y alumnos por clase; el aumento de la carga lectiva del profesorado y no cubrir las bajas de los docentes hasta pasados 15 días, como mínimo.