Se denominan residuos invisibles a la gran cantidad de residuos generados durante el proceso de fabricación de los productos que consumimos. A la huella ecológica producida por ellos, se añade el impacto de las emisiones de dióxido de carbono con un gran el impacto sobre el cambio climático o las emisiones de otros contaminantes a la atmósfera. Una gran parte de los residuos invisibles no se reciclan y terminan en vertederos e incineradoras. Estos residuos industriales se crean a lo largo de la cadena de producción y distribución de cada producto.
Lo que no se ve de un producto, en términos de residuos, es la parte del león de su proceso de producción. Varios ejemplos pueden ser sintomáticos de este problema. Para fabricar un teléfono móvil que pesa menos de 200 gramos, se producen 86 kilos de residuos. Un ordenador portátil genera en su fabricación una huella de 1.200 kg de residuos y emite en torno a 210 kg de dióxido de carbono en su producción. La fabricación de un par de pantalones de algodón genera, aunque no los vea el consumidor, 25 kg de residuos y 6’3 kg de emisiones de CO2.
La Comisión Europea ha celebrado la Semana Europea de la Prevención de Residuos (European Week for Waste Reduction, EWWR), un proyecto plurianual de ámbito europeo, cuyo objetivo es promover la realización de diferentes acciones sobre prevención y gestión sostenible de residuos y concienciar a la población sobre este problema que no se percibe de una manera generalizada.
La gestión de este tipo de residuos produce un impacto significativo sobre nuestro medio ambiente. Es necesario que, para una producción, intercambio y consumo sostenibles, los productos tengan una vida útil más larga, sean más fáciles de reparar y reciclar y, en última instancia, no ser tóxicos el día en que se reciclan. En este contexto de estrategias de minimización de residuos, hay que luchar contra la obsolescencia programada. El aumento de la vida útil de los productos reduce la necesidad de una nueva producción y por lo tanto, la cantidad de residuos producidos durante la fabricación de ellos.
Se produce una paradoja en la relación entre ciudadanía y residuos. Un número grande de personas son conscientes de la cantidad de desechos para reciclar y relativamente pocos tienen información de los residuos generados durante la producción de los bienes que consumimos. La ciudadanía no tiene una información contrastada sobre los residuos generados por la extracción de recursos, transporte, producción de combustibles y electricidad, fabricación de productos y dispositivos, etc.
Las actitudes preventivas, en la generación de residuos, son el primer paso en la jerarquía la gestión de residuos. Reducir el consumo de estos productos y dispositivos innecesarios lleva aparejado una reducción drástica de los residuos invisibles y por lo tanto una menor huella ecológica. Al prevenir la producción de residuos e incrementar la reutilización, los beneficios medioambientales aumentan. Un problema específico, en este contexto, son los residuos debidos al uso del plástico de usar y tirar que los fabricantes han introducido en la cadena de consumo, por puro interés económico. También, la ropa, es uno de los productos que menos se recicla. Todos los años generamos una cantidad inmensa de residuos de ropa que termina quemada o en los vertederos.
Necesitamos hacer visible este despilfarro para poder tomar decisiones sostenibles al elegir qué producto comprar y asumir la responsabilidad de nuestra huella ecológica. Hacer que lo invisible sea visible para más personas también invita a los consumidores a practicar un consumo más sostenible. Todos podemos tomar medidas para reducir los residuos invisibles. Consumir productos locales, disminuye los residuos y reduce la huella de carbono de éstos. Prolongar la vida útil de los productos reutilizándolos y reparándolos, comprando de segunda mano, alquilando y compartiéndolos son acciones que disminuyen, de una manera drástica, los residuos invisibles.
Los resultados de estas acciones nos muestran que existen grandes beneficios sociales y ambientales al producir y consumir menos bienes y utilizar los productos de manera más eficiente; porque es posible reducir el despilfarro general de nuestra sociedad y disminuir la huella ecológica de nuestro consumo. Desde los poderes públicos y desde la sociedad civil hay que promover un cambio en los patrones de consumo, apostando por modelos de producción y consumo distintos, con estilos de vida más sostenibles.
Se denominan residuos invisibles a la gran cantidad de residuos generados durante el proceso de fabricación de los productos que consumimos. A la huella ecológica producida por ellos, se añade el impacto de las emisiones de dióxido de carbono con un gran el impacto sobre el cambio climático o las emisiones de otros contaminantes a la atmósfera. Una gran parte de los residuos invisibles no se reciclan y terminan en vertederos e incineradoras. Estos residuos industriales se crean a lo largo de la cadena de producción y distribución de cada producto.
Lo que no se ve de un producto, en términos de residuos, es la parte del león de su proceso de producción. Varios ejemplos pueden ser sintomáticos de este problema. Para fabricar un teléfono móvil que pesa menos de 200 gramos, se producen 86 kilos de residuos. Un ordenador portátil genera en su fabricación una huella de 1.200 kg de residuos y emite en torno a 210 kg de dióxido de carbono en su producción. La fabricación de un par de pantalones de algodón genera, aunque no los vea el consumidor, 25 kg de residuos y 6’3 kg de emisiones de CO2.