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La otra revolución francesa

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La candidata de la extrema derecha, Marine Le Pen, obtuvo este domingo un resultado histórico en las presidenciales francesas, con casi un 24 por ciento de los sufragios, frente al ganador de esta primera vuelta, el centrista Emmanuel Macron, que alcanzó el 27,6 por ciento. En el país vecino, la derecha tradicional, la del general De Gaulle, y de Chirac, Sarkozy o Fillon, ha sido fagocitada por la Agrupación Nacional (antes Frente Nacional), obteniendo en estas elecciones menos de un 5 por ciento con su apuesta por Valérie Pécresse, presidenta del consejo de la región parisina. Ahora Los Republicanos se enfrentan a una complicada situación financiera -deben un préstamo bancario de 5 millones de euros que solicitaron para la campaña-, ya que no recibirán dinero del Estado por no haber superado ese umbral.

En mayo de 2002, Francia vivió la segunda vuelta de sus elecciones presidenciales con el gaullista Jacques Chirac y el ultraderechista Jean-Marie Le Pen, líder del Frente Nacional, y auténtica revelación en esos comicios. Dos semanas antes, la primera vuelta había deparado un sorprendente resultado, dejando en la cuneta al candidato socialista Lionel Jospin. Chirac obtuvo entonces casi el 20 por ciento de los votos y Le Pen casi el 17 por ciento, con apenas 800.000 sufragios de diferencia. De cara a la segunda vuelta, los partidos a izquierda y derecha se movilizaron a favor del candidato gaullista. Ello, a pesar de que sobre el exalcalde de París pesaran graves acusaciones de corrupción.

En esos días, hubo quien acuñó un mensaje que animaba a la ciudadanía a votar incluso con la nariz tapada: Vota a un delincuente, no a un fascista. Chirac arrolló en la segunda vuelta a Le Pen con el apoyo de gaullistas, giscardianos y liberales, así como de socialistas y comunistas. Obtuvo el 82 por ciento de los votos frente a algo menos del 18 por ciento de su rival.

La hija de Le Pen, Marine, se hizo en 2011 con la dirección del partido fundado por su padre en 1972. En las presidenciales de 2012 quedó tercera, en la primera vuelta, tras el socialista François Hollande y el republicano Nicolas Sarkozy, con casi el 18 por ciento del voto. Pero sería en 2017 cuando igualaría la gesta de su progenitor, pasando a la segunda vuelta frente a Emmanuel Macron, tras obtener el 21,3 por ciento de los sufragios. En la pugna decisiva, el candidato centrista la derrotó (66,1 por ciento), si bien Marine Le Pen rozó el 34 por ciento de los votos.

De cara a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2022 -que tendrá lugar el domingo, 24 de abril-, la derecha republicana, los socialistas, los ecologistas, e incluso los comunistas, aunque no lo hayan dicho aún abiertamente, apoyarán a Macron. El candidato de la Francia Insumisa, Jean Luc Mélenchon, que se ha quedado pisándole los talones a madame Le Pen, ha cortocircuitado desde la izquierda al Partido Socialista como lo ha hecho la líder de la Agrupación Nacional con los antiguos gaullistas: fagocitándolo hasta reducirlo a un ridículo 1,74 por ciento cosechado por Anne Hidalgo. Una serie de televisión, Baron Noir, emitida entre 2016 y 2020, ya retrataba fielmente el canibalismo al que se ha venido sometiendo en estos años la izquierda francesa, dividida en media docena de opciones este domingo.

En España deberíamos sacar conclusiones de todo esto. También la derecha, en continuo coqueteo con Vox. Lo más inmediato es la toma de posesión, tras su investidura, del popular Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León, donde el concurso de la extrema derecha es fundamental para formar gobierno. Las cesiones del PP hacia la formación de Abascal apuntan a que esta última tiene intención de marcar la pauta al nuevo Ejecutivo, del que forma parte. En comunidades autónomas como la de Murcia, Vox lleva tiempo dispuesto a poner en tela de juicio la hegemonía del PP, en el poder desde 1995. 

En Francia, la derecha tradicional (Los Republicanos) y el Partido Socialista apenas han sumado en esta consulta un 7 por ciento de voto en conjunto. Estos dos bloques preponderantes desde la Segunda Guerra Mundial, naufragaron frente a nuevas opciones emergentes. En el caso de Marine Le Pen, esta ha moderado su discurso para rozar ese 24 por ciento de respaldo electoral el pasado domingo. Capta votos no solo del espectro de la derecha sino también desde la izquierda descontenta. Es un aviso a navegantes sobre lo que puede pasar en nuestro país, donde el PP acaba de dar su entrada oficial a la extrema derecha en un Ejecutivo, aunque lo intente difuminar evitando que pasen por ese trago los flamantes dirigentes del partido, no asistiendo a la ceremonia de la vergüenza y alegando problemas de agenda, mientras sus homólogos europeos contemplan la escena entre el asombro y el estupor. En Valladolid no se lleva la moda de París, que dijo alguno.

La candidata de la extrema derecha, Marine Le Pen, obtuvo este domingo un resultado histórico en las presidenciales francesas, con casi un 24 por ciento de los sufragios, frente al ganador de esta primera vuelta, el centrista Emmanuel Macron, que alcanzó el 27,6 por ciento. En el país vecino, la derecha tradicional, la del general De Gaulle, y de Chirac, Sarkozy o Fillon, ha sido fagocitada por la Agrupación Nacional (antes Frente Nacional), obteniendo en estas elecciones menos de un 5 por ciento con su apuesta por Valérie Pécresse, presidenta del consejo de la región parisina. Ahora Los Republicanos se enfrentan a una complicada situación financiera -deben un préstamo bancario de 5 millones de euros que solicitaron para la campaña-, ya que no recibirán dinero del Estado por no haber superado ese umbral.

En mayo de 2002, Francia vivió la segunda vuelta de sus elecciones presidenciales con el gaullista Jacques Chirac y el ultraderechista Jean-Marie Le Pen, líder del Frente Nacional, y auténtica revelación en esos comicios. Dos semanas antes, la primera vuelta había deparado un sorprendente resultado, dejando en la cuneta al candidato socialista Lionel Jospin. Chirac obtuvo entonces casi el 20 por ciento de los votos y Le Pen casi el 17 por ciento, con apenas 800.000 sufragios de diferencia. De cara a la segunda vuelta, los partidos a izquierda y derecha se movilizaron a favor del candidato gaullista. Ello, a pesar de que sobre el exalcalde de París pesaran graves acusaciones de corrupción.