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El SAD (servicio de ayuda a domicilio) en huelga. Esperando a Bertín (Godot)
Aunque usted viva en Murcia capital y sea un ciudadano interesado por la actualidad, probablemente ignorará que todas las mañanas, delante del Ayuntamiento de esta, nuestra comunidad, un grupo de trabajadores del servicio de ayuda a domicilio reclama (con una huelga y esa pequeña concentración) que les paguen sus nóminas o que el consistorio haga algo para que la empresa privada que gestiona este servicio les pague (señores del partido gobernante: pónganse a trabajar de una vez).
Puede que los haya visto si se ha tomado un aperitivo por la Glorieta cualquier mañana. Precisamente, tomándose un aperitivo “oficial” estaban los señores políticos pasado Día de la Mujer, cuando un grupo de trabajadoras de este servicio de ayuda a domicilio se presentó queriendo hablar con el Alcalde. No les dejaron.
Arriba estaban ellos, con sus trajes de cóctel y sus corbatas de seda, abajo las mujeres y los hombres pobremente vestidos con sus batas de trabajo, enronquecidos por llevar varias horas gritando sus derechos.
Esta humilde poeta también estaba allí, delante de la puerta del Ayuntamiento, apoyando primero a estos trabajadores y parando después para sumarme, junto con mis compis de CambiemosMurcia al Paro de Mujeres del 8 de Marzo. Luego tenía que participar en una mesa redonda sobre mujer y Literatura, y allí que me fui con mis pelos despeinados, mi camisa de cuadros de franela sudada y arrugada, el maquillaje hecho mixtos y la garganta perjudicada.
Al lado de las otras participantes en la mesa redonda, vestidas para la ocasión con buena ropa (cuidado: no quiero decir que fuera ropa cara ni vistosa, simplemente no estaban sucias, no se habían sentado en el suelo de la Glorieta ni llevaban una hora gritando, al sol, por las trabajadoras), pues a su lado yo parecía una señora de una cierta edad de escasos medios y, francamente, parecía una paleta. De pueblo.
Me recordé a mí misma ese artículo de Antonio Arco en La Verdad, hace dos años, titulado `Esperando a Bertín (Osborne)´ cuando se quejaba de las pintas que tenían unas compañeras, de edad madura, que estaban preparando o esperando el comienzo de un mitin. Decía mi amigo Antonio Arco que, puede que fueran políticas en activo, pero parecían esas marujas de escasos medios y escasa cultura, que ocupan sus tarde-noches en los pueblos en ir a los conciertos de Bertín Osborne o la Pantoja o El Consorcio o etc...
Sí. Yo también parecía (mayor, cansada y arrugada la ropa) una paleta de pueblo insignificante.
Si ustedes van a la Glorieta una mañana a ver la concentración de los trabajadores y trabajadoras del servicio de ayuda a domicilio (SAD) se encontrarán más mujeres como yo. Mujeres de pueblo. Hartas, empobrecidas, enronquecidas.
Ellas también están, como mis compañeras aquellas de CambiemosMurcia, esperando a un Godot que, como en el texto de Becket, no llega, ni va a llegar nunca; porque, sencillamente, los problemas de las mujeres y de los hombres empobrecidos, se la soplan.
He estado reflexionando desde entonces. Tengo en gran aprecio a Antonio Arco y sus palabras me hacen pensar siempre. También tengo muchísimo cariño por las escritoras que me acompañaban en la mesa redonda de mujer y Literatura. Lo cierto es que hace ya bastante tiempo que no me visto con vestidos, ni me tiño el pelo, ni me cuido como antes. Uso camisas de cuadros como los estibadores o como los grunges de los 90.
Soy, a los ojos de las modernas, una roja.
¿Cuál es el aspecto que debe tener una feminista, una roja? ¿Y un hombre moderno, un rojo? ¿Por qué no podemos parecer paletos de pueblo? ¿Acaso no son eso los personajes de `Esperando a Godot´? Vladimir y Estragon, con sus ropas sucias, pardas, una maleta desvencijada y sus arrugas en la piel, ¿no son dos infelices paletos de pueblo?
El escenario que ideó Becket solo queda completo si le ponemos detrás un letrero de Las Vegas, un bingo, el cristo de Monteagudo, un cartel de cualquier verbena popular o la pista (con megatrón*) de la Fabric.
Somos nosotros, hoy, los trabajadores y trabajadoras de España, los que esperamos que un gobierno en dejación de funciones, se ponga a trabajar de una vez.
Pero pasen ustedes por la Glorieta, vean la pequeña pancarta de las trabajadoras de ayuda a domicilio, pídanles que les cuenten el caso, denles una ayuda moral. Acuérdense de ellos dentro de 2 años. Y dentro de 4.
Cristina Morano es escritora, diseñadora gráfica y miembro electo de la Coordinadora de CambiemosMurcia
Sobre este blog
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