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La Sansón: una grúa histórica con libro y un libro con premio

Pruebas de velocidad e inmersión del submarino D3 en 1953
3 de diciembre de 2024 06:01 h

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¿Puede una simple grúa albergar un libro de historia? Un conjunto flotante de viejos hierros remachados en el puerto de Cartagena con un gancho en lo alto que sirve para meter y sacar estructuras, motores, chimeneas y todo tipo de cachivaches que llevan los barcos, ¿puede llenar eso un libro de historia de 175 páginas? ¿Se puede hacer la historia de una máquina? ¿Tiene eso enjundia, sentido, molla suficiente? ¿Interesará esto a alguien?

José Manuel Chacón Bulnes (arquitecto), Diego Quevedo Carmona (alférez de navío) y José Ibarra Bastida (historiador) creímos que sí, unimos fuerzas en el año 2020, nos pusimos a recopilar información, investigar y escribir esa historia y he aquí el resultado: la Fundación Alvargonzález, radicada en Gijón, en la VIII edición de sus premios nacionales de historia naval ha galardonado con el accésit “Romualdo Alvargonzález” a la obra “La grúa flotante Sansón. 64 años de historia: 1929-1993”, en un acto que ha tenido lugar el jueves 28 de noviembre en la librería náutica Robinson de Madrid.

La grúa Sansón era un enorme artefacto singular que estuvo activa en Cartagena entre 1929 y 1993. Se trata de una célebre grúa flotante de más de treinta metros de altura que hoy es ya un emblema urbano. Nuestra Torre Eiffel cartagenera. Una bella máquina icónica y con personalidad propia que estuvo a punto de desaparecer y que fue convertida en patrimonio industrial de la ciudad al ser salvada in extremis por la Autoridad Portuaria de un insensato intento de desguace. Afortunadamente, en la actualidad es un monumento preservado en una de las rotondas del puerto en el barrio de Santa Lucía. La Grúa Sansón llevaba ese nombre porque era costumbre bautizar a las grúas flotantes en muchos lugares del mundo con nombres de gigantes mitológicos: en puertos españoles, alemanes, norteafricanos, panameños o nórdicos había y hay grúas flotantes gigantescas antiguas y modernas con esos nombres: Sansón, Ajax, Atlas, Titán, Gulliver, Thialf, Sleipnir, Goliath…

El libro sobre la historia de la grúa contiene un estudio sobre el avanzado diseño tecnológico de esta máquina de imponentes capacidades, su fabricación en los astilleros valencianos de la Unión Naval de Levante en 1929, su traslado a Cartagena y un abundante material fotográfico que ilustra las andanzas de esta prodigiosa máquina flotante en sus 64 años de actividad dentro y fuera del puerto de Cartagena. Fueron innumerables los servicios prestados por la grúa a la Armada, al puerto, a la empresa Bazán, a la refinería y a otras entidades. Desde servicios convencionales de carga y descarga hasta pruebas de inmersión de submarinos, asistencia a la construcción naval, construcciones de muelles y espigones, rescates de buques, accidentes de navegación y diversas peripecias.

El texto se completa con una entrañable entrevista a Mariano Vidal, el último gruísta de la Grúa Sansón que a sus 90 años de edad y desde su residencia de ancianos nos rememoró las actividades, vivencias y anécdotas varias en sus 25 años de servicio ininterrumpido al frente de este artefacto flotante capaz de elevar 120 toneladas de peso a 25 metros de altura. El momento de la entrevista fue especialmente emocionante, porque ese hombre daba el toque humano a una historia que no sólo es tecnológica, industrial o militar, pues la grúa flotante tenía la consideración de buque con tripulación de marineros (hay gente que hizo la mili en ella) y era una unidad más de la Armada Española. El viejo Mariano hablaba de la grúa con un cariño desmedido, como si esa máquina fuera una hija suya a la que hubiera tenido que enterrar, como un jinete hablando de su yegua, como una persona a la que se le hubiera muerto una mascota.

Tras dos décadas y media a los mandos de la Grúa Sansón, este maestro naval jubilado con ínfulas de auténtico capitán se emocionaba al contarnos el final de su barco único con tintes fúnebres: “El día que la tuve que llevar al Espalmador para el desguace y bajé por última vez la pluma al suelo sentí que se me moría algo mío. La última maniobra fue cuando la llevamos allí donde desguazaban los barcos, en el Espalmador. A inclinar la grúa. Y oí el último suspiro de la grúa Sansón. Hicieron así los motores: bam, bam, bam, bam. Y el último suspiro”, nos decía con lágrimas en los ojos. “Esa grúa yo la quería mucho. Esa grúa nunca tuvieron que darla al desbarate”. Tras grabar en video la entrevista, tuve que buscar la palabra en el diccionario, “desbarate”: “casi de balde”. Se iba a vender a precio de chatarra. Así de antigua era la grúa, la hermosa historia que contamos y su orgulloso protagonista que nos hablaba de ella con palabras de hace ochenta o cien años. A la grúa la salvó de los sopletes que ya estaban encendidos la intervención providencial de un historiador que pasaba por allí una mañana de 1993, Iván Negueruela, director entonces del Museo Nacional de Arqueología Submarina, quien paró su coche y se bajó para impedir aquel crimen con una sola frase: pero ¿qué estáis haciendo?

La máquina grande y el hombre pequeño que la gobernaba. O al revés. La Grúa Sansón tenía proporciones de animal mitológico y era casi un ser vivo, una jirafa o un elefante de hierro que se movía dentro y fuera de la dársena apareciendo en casi todas las imágenes del puerto de Cartagena en el siglo XX. A lo que más se parecía Mariano Vidal dentro de su grúa con sus palancas era a Koji Kabuto al mando de Mazinger Z contra el Doctor Infierno en aquellos dibujos animados japoneses de los años setenta. Salvo que la inofensiva Grúa Sansón era un gigante lento y eficiente y nunca mató a nadie, ni el bueno de Mariano tampoco usaba pistola de rayos fotónicos ni decía “puños fuera” o “fuego de pecho”. Y además, las fotos de la Grúa Sansón no eran de colores chillones de dibujos japoneses, pues son todas de un nostálgico blanco y negro, salvo las de sus años finales.

El libro de la grúa Sansón es, anécdotas aparte, un libro serio y riguroso de historia tecnológica, naval e industrial, con la inclusión de todos sus croquis, planos y especificaciones técnicas, además de numerosas fotos de operaciones diversas, y ha tenido que esperar varios años para nacer. Ha sido un parto largo, pero a los tres padres de la criatura la espera nos ha merecido la pena y, finalmente, será publicado por la Fundación Alvargonzález viendo la luz en los primeros meses de 2025.

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