El pasado 27 de enero se celebró en la Facultad de Economía de la Universidad de Murcia la festividad de Santo Tomás de Aquino. Una ceremonia donde se premia la excelencia académica (Premios Extraordinarios de Grado y Doctorado), se reconoce a quienes cumplen un cuarto de siglo contratados por la institución, y donde la universidad tiene ocasión de encontrarse frente a frente con las familias de quienes celebra de una u otra forma. A ellos se suman un cortejo de togados y togadas con su nota de color, una lección magistral, la entrega de un premio a los valores universitarios y el imprescindible cierre con el Gaudeamus Igitur. El pasado lunes no podía ser menos. Y con motivo del 250 aniversario del nacimiento de Beethoven, fueron algunas de sus marchas militares las que pusieron la banda sonora al acto. (Lo sé, no somos una academia castrense ni la música militar pudiera ser la más acertada elección en estos momentos –a mí, como a George Brassens y Paco Ibáñez, la música militar nunca me supo levantar-, pero donde hay patrón no manda marinero…)
“La universidad española no tiene espera”, acertó a decir el rector ante su auditorio en la clausura del acto. Y para quienes pudieran pensar que así arrancaba a reclamar al gobierno regional, ante el Consejero de Universidades allí presente, una mejor financiación para nuestra institución, una rebaja de las tasas académicas, un “vamos allá con esa bonificación del 99% que les prometí a mis estudiantes”… todo quedó en agua de borrajas. No iban por ahí los tiros. En lugar de aprovechar la ocasión, desvió la atención. Y lo hizo proyectando toda respuesta a nuestras necesidades en el Gobierno de Pedro Sánchez. Y así, afirmó confiar en que “el nuevo Ministerio de Universidades active de inmediato diferentes iniciativas de reforma muy demandadas”, y habló de la inestabilidad del personal de administración y servicios y del personal docente e investigador, y del acceso a la universidad con independencia de los recursos que tuviera cada cual. Nuestro rector es un hombre de leyes, y no desconoce la ley. Sabe que todas esas medidas urgentes, necesarias, vitales para nuestra institución dependen exclusivamente del Gobierno de López Miras: la Ley Orgánica 6/2001, de 21 de diciembre, de Universidades establece que sobre nuestro Gobierno regional recae la regulación del régimen jurídico y retributivo del profesorado contratado de nuestra universidad, la capacidad para establecer retribuciones adicionales (aquello que prometió al pdi laboral a tiempo parcial de nuestra universidad porque, afirmaba entonces causarle vergüenza como universitario que cobraran un salario indigno), la aprobación de programas de financiación plurianual… Si el profesorado a tiempo parcial de nuestra universidad sigue cobrando una miseria dos años después de que en su programa electoral anunciara todo lo contrario, no es porque en Madrid nos tengan manía: la mejora salarial, las retribuciones adicionales, pasan exclusivamente por nuestro gobierno regional. Y lo sabe. El aumento del techo de gasto -para una política de profesorado que permita la convocatoria de plazas a tiempo completo, por ejemplo- pasa por nuestro gobierno regional. El plan de financiación plurianual pasa por el gobierno regional.
Las familias presentes en el acto no escucharon sobre esto, ni tampoco de cómo llevaría a cabo la bonificación de las matrículas universitarias ni la reducción de tasas académicas –también competencia del gobierno regional. Quienes recogían su premio a la excelencia académica –premios sin bonificación económica alguna- habían abonado por la expedición de sus títulos de Grado o Doctor algo más de doscientos euros que no se les reembolsaba. Entre marcha militar y marcha militar, no hubo un solo reproche al gobierno trifachito de nuestra región: ni sobre el veto parental (en el acto de Santo Tomás nuestro rector ya sabía que tres días atrás una parte del Claustro había registrado una solicitud para adherirse al manifiesto contra el pin parental, sin que a día de hoy se haya puesto todavía fecha a la celebración de ese Claustro extraordinario para debatir el tema) ni sobre la financiación necesaria para combatir la precariedad, ni sobre la bonificación de créditos, la rebaja de las matrículas de los másteres habilitantes, la rebaja de tasas académicas… Nada de nada. En momentos así, cuánto se echa en falta el arrojo del rector Orihuela, que no habría callado ni debajo del agua…
Bueno, sí, algo hubo. Cuando el rector de nuestra universidad dejó caer el nombre de Unamuno, tan de moda ahora por Amenábar, tuvo ocasión de hacer como aquel rector de Salamanca y alzarse en su propio paraninfo contra el fascismo de su tiempo: pudo plantar cara a los abusos de la Administración regional, reclamar la creación de un mapa de títulos, recordar que lo público ha de estar siempre al servicio de lo público (las dichosas prácticas curriculares en centros y hospitales públicos)... Pudo hacer tantas cosas… Pero tampoco fue así. Quizás porque hay que ser del mismo Bilbao para hacerlo. Las palabras que tomó prestadas de Unamuno fueron otras, y lo hizo para cuestionar la decisión del gobierno central de separar Universidad e Investigación en dos Ministerios: “Cada ministro trae su receta, cambia las etiquetas de los frascos y el lugar de colocación de algunos y sólo consigue que, confundiéndose los que despachan en la droguería, hagan una barbaridad. Y si no lo hacen es porque todo lo sirven en píldoras homeopáticas disueltas en una pipa de agua del pozo”. Esas palabras. Tal cual. Confieso que sentí cierto rubor al escucharlas, máxime cuando días atrás, en nuestra universidad y con motivo de la dimisión del vicerrector de Investigación y Transferencia, ese mismo vicerrectorado se había dividido en dos, separando ambas competencias –que también muchos consideran necesario que vayan de la mano para no dificultar la gestión del triángulo del conocimiento- precisamente en dos vicerrectorados distintos…
En algo de ese discurso de Santo Tomás de nuestro rector estuvo acertado, cuando recordó “la urgencia con que los ciudadanos esperan respuestas de su universidad”. El Manifiesto contra el pin parental suma ya más de 215 apoyos de colectivos, organizaciones, sindicatos y partidos políticos. Una de las respuestas de la universidad que la sociedad espera es esa, nuestra adhesión. Urge la convocatoria por parte del Rector de ese Claustro Extraordinario que se solicitó, urge que la Universidad de Murcia se adhiera al manifiesto, urge sentir que de verdad vivimos en el siglo XXI, que tenemos una responsabilidad social que asumir –y ponerse de perfil no puede ser la solución…
En los tiempos que corren, urge defender la libertad, la igualdad y la fraternidad, que sean esos nuestros valores, nuestra seña de identidad ante la sociedad. Para que no quepa nunca ningún género de duda. Toca alzar la voz y no escudarse en otros, toca decir alto y claro #NoAlPinParental #NoAlVetoParental
El pasado 27 de enero se celebró en la Facultad de Economía de la Universidad de Murcia la festividad de Santo Tomás de Aquino. Una ceremonia donde se premia la excelencia académica (Premios Extraordinarios de Grado y Doctorado), se reconoce a quienes cumplen un cuarto de siglo contratados por la institución, y donde la universidad tiene ocasión de encontrarse frente a frente con las familias de quienes celebra de una u otra forma. A ellos se suman un cortejo de togados y togadas con su nota de color, una lección magistral, la entrega de un premio a los valores universitarios y el imprescindible cierre con el Gaudeamus Igitur. El pasado lunes no podía ser menos. Y con motivo del 250 aniversario del nacimiento de Beethoven, fueron algunas de sus marchas militares las que pusieron la banda sonora al acto. (Lo sé, no somos una academia castrense ni la música militar pudiera ser la más acertada elección en estos momentos –a mí, como a George Brassens y Paco Ibáñez, la música militar nunca me supo levantar-, pero donde hay patrón no manda marinero…)
“La universidad española no tiene espera”, acertó a decir el rector ante su auditorio en la clausura del acto. Y para quienes pudieran pensar que así arrancaba a reclamar al gobierno regional, ante el Consejero de Universidades allí presente, una mejor financiación para nuestra institución, una rebaja de las tasas académicas, un “vamos allá con esa bonificación del 99% que les prometí a mis estudiantes”… todo quedó en agua de borrajas. No iban por ahí los tiros. En lugar de aprovechar la ocasión, desvió la atención. Y lo hizo proyectando toda respuesta a nuestras necesidades en el Gobierno de Pedro Sánchez. Y así, afirmó confiar en que “el nuevo Ministerio de Universidades active de inmediato diferentes iniciativas de reforma muy demandadas”, y habló de la inestabilidad del personal de administración y servicios y del personal docente e investigador, y del acceso a la universidad con independencia de los recursos que tuviera cada cual. Nuestro rector es un hombre de leyes, y no desconoce la ley. Sabe que todas esas medidas urgentes, necesarias, vitales para nuestra institución dependen exclusivamente del Gobierno de López Miras: la Ley Orgánica 6/2001, de 21 de diciembre, de Universidades establece que sobre nuestro Gobierno regional recae la regulación del régimen jurídico y retributivo del profesorado contratado de nuestra universidad, la capacidad para establecer retribuciones adicionales (aquello que prometió al pdi laboral a tiempo parcial de nuestra universidad porque, afirmaba entonces causarle vergüenza como universitario que cobraran un salario indigno), la aprobación de programas de financiación plurianual… Si el profesorado a tiempo parcial de nuestra universidad sigue cobrando una miseria dos años después de que en su programa electoral anunciara todo lo contrario, no es porque en Madrid nos tengan manía: la mejora salarial, las retribuciones adicionales, pasan exclusivamente por nuestro gobierno regional. Y lo sabe. El aumento del techo de gasto -para una política de profesorado que permita la convocatoria de plazas a tiempo completo, por ejemplo- pasa por nuestro gobierno regional. El plan de financiación plurianual pasa por el gobierno regional.