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Los santos izquierdistas

13 de mayo de 2021 07:32 h

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Tiene la derecha española la santa costumbre de idealizar el pasado de algunos de sus viejos o pretéritos adversarios políticos. Es costumbre muy arraigada, como se puede observar repasando las hemerotecas y comparándolas con lo más reciente. Así que, como marcan los precedentes, vamos viendo en las últimas semanas unos panegíricos y elogios sin tasa ni tino ofrecidos a determinados antiguos ––que no necesariamente viejos–– rivales.

Este hábito de añorar el pasado enraiza firmemente en el componente reaccionario de buena parte de la derecha, esa misma que quiere presentarse como moderada, dialogante y saboreadora de las cosas buenas cuando hace falta reconocer la virtud en el campo contrario.

Por los altares del elogio político derechista van pasando así antiguos y no tanto izquierdistas, bien sea por su moderación presente debida a la edad o a los socios y amigos que les hacen disfrutar de la verdadera buena vida; bien sea porque su alejamiento puntual de la política les hace merecedores de alabanzas… como contrapunto desprestigiador de los mandamases reales y actuales de esa izquierda que se empeña en pedir lo imposible, como si la caída y despedazamiento del imperio soviético no hubiera dejado bien a las claras que eso no es ni moderno ni actual.

Se loan de esta manera las tomas de postura independientes de personajes como Felipe González, por poner un ejemplo, cuya cercanía a determinados magnates empresariales y financieros explican precisamente todos los por qués de su posición presente. Incluso, quien fue durante muchos años la verdadera bicha de la derecha, el otro sevillano de larga gobernación, Alfonso Guerra, encuentra hornacina bajo la que se encienden velas en los falsarios templos derechistas cuando expresa por libre y a su aire su contraposición a quienes dirigen ahora su partido.

Uno de los pocos “ex” izquierdistas, por llamarlo de alguna manera, que no ha sido elogiado por aquellos de quienes hablamos es el denostado Zapatero, aquel que tenía la culpa de todo. Muy sencillo: resulta que con su labor mediadora en el conflicto civil venezolano lo que está haciendo en realidad es favorecer la supervivencia del régimen bolivariano madurista y socialcomunista, como el que, dicen, tenemos en este lado del charco. Por tanto: traidor y antiespañol que se ha colocado él solito en el centro de la diana.

Sin embargo, no le faltan a la derecha objetos de culto ex-izquierdistas, por así decirlo. Muy recientemente hemos asistido a la resurrección de dos momios ideológicos cuyas posturas tiempo ha que distan de ser tenidas en consideración…, menos para los de siempre, claro. Son el hijo del líder histórico de UGT, el vástago de segundo apellido Terreros, y el ex-de-todo , hasta de la sensatez, Joaquín Leguina, incorporados por activa y por pasiva a la campaña triunfante del ayusismo madrileño.

Son dos de los más egregios representantes de la, para la derecha, “verdadera” izquierda. Sin comentarios. Ambos encuentran desde hace tiempo desahogo ideológico y literario para sus deposiciones mentales en la caverna impresa, mayormente en la capital de todas las Españas. La lista es suficientemente larga, mientras que Borja Semper flota en un digno mar de ostracismo tras su renuncia a los populares y Toni Roldán parece que vuelve a medrar ideológicamente convenientemente escorado hacia la verdad de la buena. Relativa, claro, como todo.

Centrándonos en lo que de verdad importa, en la tierra receptora del mejor trasvase del mundo, habríamos de fijarnos en determinados elogios que últimamente cosechan egregios representantes que fueron de la izquierda más o menos divina y que no renuncian a reingresar por la puerta grande en el ruedo murciano. Son los nuevos Santos Izquierdistas, a cuya labor divisiva la derecha quisiera tener en su gloria.

Llaman la atención los parabienes con que algunos portavoces mediáticos y de los otros saludan la cantada re-irrupción política del antiguo líder de Podemos, que escogió alinearse con los renovadores de la nueva izquierda, recién casi triunfantes en Madrid, después de haber aplicado al pie de la letra las directrices emanadas de la gran cabeza pensante coronada antes por coleta y ahora por “moñeta”.

Sirve el anunciado retorno para denostar a los actuales responsables de la coalición izquierdista por “comunistas de libro”, leninistas ––o aún peor estalinistas––, que obligaron directa o indirectamente y siempre por órdenes “de Madrid” a los auténticos políticos de izquierda a abandonar la unión podemita y refugiarse en su posición de más-lo-que-sea. Trampa saducea auspiciada por los medios mediáticos, en cuyo anzuelo nadie debería picar.

Al margen del ya proclamado relanzamiento de esa “nueva” izquierda que socavará el engaño bolivariano socialcomunista verde-iraní, a pesar de su reconocido trabajo parlamentario, que nadie dude de que serán clamorosamente aplaudidos los dos actuales concejales de Podemos en el Ayuntamiento de Murcia, si finalmente deciden presentarse en 2023, siendo fieles a su viejo mentor, en las listas que auspiciarán el peaso líder de origen navarro y el antes llamado “comando Vistabella”.

La izquierda murciana podría contrarrestar las maniobras loando la “conversión”, vía pin parental, a la gran causa progresista del ex-sobrinísimo que fue consejero de la Kultur más elitista y asocial que ha conocido la murcianía, la cartagenería y la lorquianía. Pero, normalmente, los que cargan a ese lado ––sucio, nos enseñaron los curas–– son bastantes torpes, no acostumbrados a las artimañas que enseña la suavidad de la moqueta. Pero son más diáfanos. Eso les pierde. Quizá demasiado: les falta el colmillo retorcido, no habituados a cazar jabalíes. Vale.

http://joseluisvidalcoy.es/blog/

Tiene la derecha española la santa costumbre de idealizar el pasado de algunos de sus viejos o pretéritos adversarios políticos. Es costumbre muy arraigada, como se puede observar repasando las hemerotecas y comparándolas con lo más reciente. Así que, como marcan los precedentes, vamos viendo en las últimas semanas unos panegíricos y elogios sin tasa ni tino ofrecidos a determinados antiguos ––que no necesariamente viejos–– rivales.

Este hábito de añorar el pasado enraiza firmemente en el componente reaccionario de buena parte de la derecha, esa misma que quiere presentarse como moderada, dialogante y saboreadora de las cosas buenas cuando hace falta reconocer la virtud en el campo contrario.