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Sarandonga… Cuando yo tenía dinero…

Primero Lola Flores, luego María Jiménez, incluso Lolita o Compay Segundo cantaron este tema, del que en mi memoria queda como un clásico de la Faraona. El tema habla de que “cuando yo tenía dinero me llamaban Don Tomás, pero ahora que no lo tengo me llaman Tomás na más”.

Es la vida misma, el poder y el dinero te dan una notoriedad que muchos en este país ni por familia ni por fortuna de cuna hubieran soñado jamás. En la Edad Media, el cura, el alcalde y el médico eran los poderes fácticos de cualquier pueblo y eran los Don Tomás de turno con poder o con dinero, o ambas cosas. Hoy, la democracia hace que muchos crean, tras ganar unas elecciones, que su poder es un don recibido, casi mesiánico, y que ellos son los Don Tomás.

Les voy a contar un cuento que supongo que cuando lo lean, seguro que les suena:

Érase una vez un Don Nadie, un tal Eladio Rastrecon. De joven estudió ingeniería, sin mucho esfuerzo. Los contactos de su padre le dieron carrera, aunque ya más mayor, sólo le dio para ser comercial de maquinaria de una empresa de medio pelo. Ya era un prepotente, de hecho se ganaba tantos enemigos como amigos, pues se le daba bien lo de la retórica.

Un día le eligieron como candidato y por fin se presentó a alcalde. Y ganó. Su prepotencia rápidamente fue su bandera, pero como pensó que su sillón era para siempre, cuando volvió a repetir por mucha mayor mayoría absoluta, ya nadie lo iba a parar. Adjudicaba casi todo por contratos menores, ésos que permiten adjudicar a “dedo” a sus amiguetes. Luego vino mangonear con las concesiones administrativas, las empresas municipales. Ya entonces la llamaban el Sheriff. Para poder mangonear fue capaz de “llevarse” jueces a su plaza, a su municipio. La impunidad era ya patente.

Y volvió a ganar. Se rodeó de faldoneros y mediocres concejales y concejalas que, con perdón, sus méritos eran más bien la adulación y el 'síseñor'. Los delitos de Don Eladio son los de sus concejales que por acción o por omisión, actuaron dando validez a actos que en cualquier país civilizado acaban en chirona.

Los críticos duraban un minuto, cualquier duda o crítica era la puerta de salida. Y así llegamos a 2015. Y ganó por minoría, pero de nuevo fue capaz de permanecer en el sillón. No se puede ir porque cuando ya no esté, si queda justicia en éste país, caerán como buitres a devorarlo, porque es lo que se merece. Y sigue mangoneando. Le queda poco, porque por edad y por méritos, no es posible que repita de nuevo. ¿Lo conocen?

Está cerca porque son muchos casos en pueblos y ciudades pequeñas, en manos de caciques o clanes familiares, con la venia de la partitocracia de la cada vez menos joven Democracia Española. No se preocupe Don Eladio, Don Onésimo, Doña Ángela, sus delitos aún no han prescrito. Con un poco de suerte, pronto serán 'Tomás na más'.

Primero Lola Flores, luego María Jiménez, incluso Lolita o Compay Segundo cantaron este tema, del que en mi memoria queda como un clásico de la Faraona. El tema habla de que “cuando yo tenía dinero me llamaban Don Tomás, pero ahora que no lo tengo me llaman Tomás na más”.

Es la vida misma, el poder y el dinero te dan una notoriedad que muchos en este país ni por familia ni por fortuna de cuna hubieran soñado jamás. En la Edad Media, el cura, el alcalde y el médico eran los poderes fácticos de cualquier pueblo y eran los Don Tomás de turno con poder o con dinero, o ambas cosas. Hoy, la democracia hace que muchos crean, tras ganar unas elecciones, que su poder es un don recibido, casi mesiánico, y que ellos son los Don Tomás.